Y en ese momento, Beatriz se dio cuenta de que desde que Irene entró, la mirada de Alejandro nunca se apartó de ella.
Al instante, una gran incomodidad y resentimiento enrojecieron sus ojos, mientras maliciosos pensamientos se gestaban en su mente.
—Irene—Rodrigo curvó los ojos en forma de fénix y le saludó con la mano.
Clara asintió ligeramente con la cabeza y le respondió con una sonrisa.
Leona, al ver la efusividad de Rodrigo hacia ella, se llenó de celos.
Cuando Irene se preparaba para pasar junto a Alejandro con indiferencia, el hombre de repente la tomó del brazo con fuerza.
—¿A dónde vas?
—No debería quedarme a tu lado, Alejandro—Clara retiró suavemente su brazo con una sonrisa irónica.
Alejandro estaba lleno de frustración y estaba a punto de hablar, pero en ese momento, Ema caminó junto a Beatriz, tomándola con ternura.
—Irene, qué alegría verte aquí, pensé que no vendrías—dijo Ema mientras todos a su alrededor fijaban la mirada en ellos, especulando sobre la relación entre la