En la Ciudad de México, en pleno otoño, el viento fresco soplaba, trayendo consigo una sensación de frescura.
Diego no había vuelto a casa en tres días, pasando todo su tiempo en la iglesia, rezando y confesándose una y otra vez.
¿Por qué estaba confesándose?
Como de costumbre, estaba arrepintiéndose de los pecados que cometió cuando representaba a la mafia clandestina.
O tal vez, ¿se estaba arrepintiendo de haber dejado que su corazón se enamorara de la persona equivocada?
En el cuarto día, Diego fue atraído por una fuerza invisible y se encontró justo sin darse cuenta en la antigua mansión de la familia López.
Sabía que Teófilo se había mudado a Estados Unidos cuando era joven y no tenía propiedades en el país, excepto por esta casa. No tenía ningún otro lugar a donde ir.
Preocupado, después de resistir durante tres días, finalmente llegó aquí.
Diego sabía que, debido a su posición, estaba atrapado aquí como un títere impotente, incapaz de realizar ningún cambio en absoluto. De repen