Alejandro fijó la mirada en el número desconocido en la pantalla, quedándose perplejo.
No muchos conocían su número personal, y normalmente no contestaría llamadas de desconocidos. Sin embargo, esta vez su corazón latía descontrolado, difícil de contener.
Alejandro presionó el botón para responder y acercó el teléfono a su oído: —¿Quién es?
En el otro lado, el viento y la lluvia se mezclaban, creando un ruido ensordecedor.
—Disculpe, ¿quién habla?
En circunstancias normales, Alejandro ya habría colgado. Pero esta vez, raramente, contuvo la impaciencia, esperando la respuesta del otro lado.
—Soy Alejandro.
La voz débil y suave de Clara se transmitió de manera intermitente.
—¿Clara?
Los ojos centelleantes de Alejandro reflejaban una mezcla de sorpresa y alegría. Se levantó de repente, su respiración llevaba un temblor ardiente, casi sin creer que aún pudiera recibir una llamada suya.
—Alejandro, quiero verte, estoy tan cansada—La voz etérea de Clara se volvía cada vez más tenue, casi des