Daniela pasó de la sorpresa inicial al enojo, pero luego se fue calmando poco a poco. Sus palabras no sorprendieron absolutamente nadie. Solo los miembros de la familia Flores sabían muy bien que ella aún tenía los cuadros de su madre. Sofía era muy astuta, empezando a cortejar a su cuñada incluso antes de casarse con Sebastián.
Daniela sonrió con frialdad: —¿También crees en Sofía? —
Continuó con un tono resignado: —Sabes lo grave que está la salud de mi madre y lo costosos que son los medicamentos, ¿verdad? No tengo dinero, solo puedo vender los cuadros de mi madre. Si sobra algo, ¿crees que viviría así de pobre? —
Luciana sí creía esas palabras. Uno de los motivos por los cuales menospreciaba a Daniela era porque realmente vivía en la absoluta pobreza. Sin ropa, joyas ni bolsos que valieran la pena, no era parte de su círculo social.
Luciana mostró su gran escepticismo: —Pero Sofía no tiene alguno motivo para mentirme. —
—¿Cómo qué no? —
Daniela se sentó y continuó explicándol