Capítulo 7
El mismo día que yo salí de Suiza, el avión de Tony aterrizó en Zúrich.

Llegó demasiado tarde.

Todo lo que dejé para él fue un impecable expediente médico que mostraba que la paciente había abandonado el tratamiento y recibido el alta.

Y un video de vigilancia.

En las imágenes, yo aparecía con una bata de hospital, demacrada y pálida. Curtis me ayudaba a subir a un auto con destino desconocido.

Había contratado a una maquilladora de efectos especiales de Hollywood para crear ese aspecto enfermizo. Tan real que parecía la verdad.

Tony miró el video de "yo débil" con el corazón destrozado.

La culpa y el miedo casi lo consumieron.

Se aferró a la creencia de que me había ido porque sabía que me quedaba poco tiempo.

Con los ojos rojos, dio la orden:

—¡Bloqueen todas las salidas de Europa!

—¡Contacten a los mejores médicos del mundo! ¡Cueste lo que cueste!

—¡Revuelvan el mundo si es necesario! ¡Encuentren a la señora!

Creía que me estaba escondiendo de él.

Pero lo que no sabía era que yo ya
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