Ahora era una actriz con cierta fama, así que, naturalmente, un pequeño grupo de gente lo discutía en línea.
La tal Clara quién sabe cómo le lloró a Ernesto, pero él, como si estuviera hechizado, montó en cólera por ella. Publicó un comunicado diciendo que su relación era legítima y hasta fue a buscar a la familia Ibarra para advertirle a Estela que dejara de hacerle trucos sucios.
En ese momento, Estela casi se desmaya de la rabia. ¡Quería contratar un ejército de bots, comprar trending topics para desprestigiarlos y que ambos se fueran al diablo!
Pero el señor Ibarra, que era muy diplomático y paciente, disolvió el compromiso amistosamente e impidió que su hija causara más problemas, diciéndole solo que ya habría maneras de hacer que Ernesto se arrepintiera.
Estela no era como su padre; ella era impulsiva y deseaba en ese mismo instante que su ex se uniera al club de los “infieles despreciables que merecen lo peor”.
Así que le rogó a Miranda que la ayudara a supervisar su transforma