Capítulo 5

(…)

Abro mis ojos al escuchar un par de voces por el pasillo, pero al parecer a Liz eso no le afecta, ya que esta cómoda y duerme como un angelito. Sí, me salí con la mía, ya que Liz está en mi habitación y se quedará conmigo hasta que ella lo decida.

Ah, es que a mi madre le gustaría que me casara y que le diéramos muchos nietos.

Con mucho cuidado me levanto de la cama, no quiero que Liz se despierte, deseo quedarme más tiempo con ella, pero tengo que buscar a mi padre y hablar un par de cosas con él.

Me pongo las pantuflas y tomo mi móvil que está sobre la mesita de noche, le doy una última mirada a Liz para luego salir de la habitación.

Cierro la puerta con cuidado y veo que hay más de un empleado aspirando la alfombra que está sobre este pasillo. ¡Tanta limpieza!

Se me había olvidado que mi madre es demasiada estricta y tequiosa en el tema de la limpieza.

Niego entre risas y camino hacia el comedor, ya que no me equivoco que ese par de viejos están desayunando. Ah, me siento feliz y eso es porque estoy en casa y porque estoy con una buena compañía.

—Wao… no sabía que eras tan madrugador —ahí viene el sarcasmo de mi madre—. Puedes desayunar, pero luego no me dejes sola a Liz porque sabes que es de mala educación—me regaña.

Mi madre dice que las mujeres jamás deben estar solas y menos cuando una relación recién empieza.

—Madre, te amo y jamás dejaría sola a la mujer que me tiene vuelto loco —habló tras caminar hacia el tocador que está cerca de la entrada, ya que no me fui a lavar la cara y menos enjuagar la boca.

Ah, ahora que me fui a lavar la cara me siento para acompañar a mis padres en el desayuno y lo único que tomo es un vaso de jugo de toronja. Mientras hablamos de lo bonita que está la mañana le digo a mis padres que tengo pensado quedarme un mes y llevar a Liz a recorrer la ciudad; llevarla a los mejores lugares y no solo porque quiero impresionarla, es porque ella se lo merece.

Liz.

Aaahh… he dormido como una princesa y no me quejo en lo absoluto. Hace una hora que desperté y como no vi que estaba Dylan me fui directo al baño, ya que no pensaba salir de la habitación sin antes ducharme y oler rico, no, ¡primero es la presentación!

Dylan aparece cuando estoy dándome mis últimos retoque con mi cabello, se sorprendió porque no me esperaba lista, él muy apenado me dice que lo disculpe, pero que se tienen que duchar porque no piensa estar conmigo sabiendo que huele mal, ya que acaba de correr y hacer una rutina de ejercicio que está acostumbrado.

Sonrío por el comportamiento, no veo nada malo que haya hecho ejercicio, además, es natural sudar y sacar todo lo que tu cuerpo expulsa

Dylan me dice que me llevará a recorrer toda la ciudad, pero que primero tengo que alimentarme y él se encargará de eso porque si no sus padres se irán encima de él. Ja, ja, ja… me dio mucha gracia al escucharlo, pero la verdad es que estoy acostumbrada a que el desayuno lo deje casi al tiempo del almuerzo, sé que es malo, pero el tiempo lo ha acostumbrado.

Mmm… que sabroso estar en un lugar donde te quieran y literalmente no sientes la hipocresía.

Dylan quiere que estemos casi el mes completo aquí y que no me preocupe por los demás, que lo importante es disfrutar, pasarla bien y vivir lo que me he perdido.

(…)

Ay… Quiero llorar, cómo es posible que pasara un mes sin que me diera cuenta. Un mes del que renací; viví, goce, disfrute y ame apasionadamente. Mi novio, sí, mi novio, ya que ahora esa palabra tiene mayor fuerza después de conocerlo, después de que él me diera la confianza que yo quería y del amor que día a día crece.

Desde el primer día Dylan me llevó a los mejores restaurantes que él frecuenta y uno de ellos es el italiano, ¡mi favorito! Casi no nos manteníamos en casa de los padres de él y menos los veía, ya que Dylan me llevaba a conocer todos los lugares turísticos y una que otra noche nos quedábamos en un hotel para tener nuestro momento pasional porque no queríamos hacer nada en casa de sus padres o más bien era yo la que no quería y por ello nos manteníamos más en un hotel que en la mansión.

 Ah, me he convertido en una aberrada sexual, ¡quien diría que después de probar la manzana, te quedaría gustando! La verdad de toda mi historia es que me he convertido en una puta sexual y me gusta serlo, pero solo con Dylan.

Él hace que me enloquezca, que gima, que grite su nombre y que jadee cada vez que me penetra. Me enloquece ese hombre y más aún cuando se transforma en el hombre ardiente y apasionado. Rrrr… ronroneo y me convierto en su gata y en su puta.

A veces me suelto a reír porque mis amigas hablan así cuando se follaban a un hombre u otro y lo único que yo hacía; es criticarla y decirles que eran unas pervertidas niveles Dios, pero ahora que les cuenten ellas serán las que se reirán de mí.

Hace una semana, Dylan me propuso irme a vivir con él, pero yo no le he dado la respuesta definitiva, ya que le dije que puede que eso arruine nuestra relación, pero sin embargo él me dice que eso no pasara y que si tengo una duda que podríamos comenzar con un mes de compañía en la misma casa.

Ahora que estamos en camino hacia la casa que Dylan compro me dice que al verla puede que me convence si puedo dar ese paso o no y que él respetará la decisión que vaya a tomar.

Ahora que me encuentro en mi ciudad amada y querida, llamaré a mis amigas para informales que estoy de regreso, aunque puede que me maten porque no las llame ni un solo día en mi estadía en Alemania porque la verdad es que no tuve tiempo y menos me acordé de ellas.

Ya sé… ya sé… ya sé que parezco una mala amiga, pero la verdad es que Dylan me mantiene demasiada ocupada.

¿Será que me debería dar una oportunidad? ¿Será posible que estoy preparada para dar ese gran paso?

¡Mis padres!, na-ah, a ellos no les importa mi vida y a mí no me debe preocupar lo que piensen ellos o dejen de pensar.

Dylan se ha comportado de la manera que mi corazón enloquece.

—Amor, verás que te gustara la casa y si no aceptas la propuesta, te juro que te visitaré todos los días porque la verdad es que me tienes loco, enamorado y perdido por estar contigo.

(…)

—Despierta dormilona —a regañadientes abro lentamente mis ojos—. Ya amaneció, y se nos acabaron las vacaciones, pero si tú quieres podemos tener más vacaciones—dice tras ponerse su saco de traje fino.

Estiro un poco mi cuerpo y luego me quedo pensando en la decisión que ayer tomé. Ah, es que no me basto en ver esta casa y el calor que nos dará como pareja. Desde que entré, tuve esa sensación de que esto puede funcionar, aunque parezca demasiado rápido de aceptar una relación seria y aparte que ambos vivíamos en la misma casa.

Dylan tiene buenos gustos y es que la casa es maravillosa y me gusta lo grande, el estilo peculiar y ese toque de diseño fino entre moderno y clásico.

Después de tomar un vino tinto y entre vino y vino ambos terminamos en una colorida y apasionada noche en la habitación.

¡De antemano, culpo al vino!

—No, porque el deber llama —exclamo con una enorme sonrisa fingida.

La verdad que no quiero volver a la clínica, pero son mis últimos días de pasantía y lo tengo que hacer para que pueda tener mi nota final y así poder graduarme.

—Esa es mi chica —dice tras darme un beso en los labios—. Amor el desayuno está listo—inhalo fuertemente el aroma de la loción que tiene penetrada en su piel y en su traje—, antes que te vayas quiero que te alimentes, hazme caso—súplica.

Ja, ja, ja… Él me conoce, y sabe que soy una persona que no le gusta desayunar. Lo digo porque en el mes que estuve en Alemania, él se tuvo que encargar de que me alimentara como es debido. ¡Dice que no quiere que enferme!

—Si amor, y gracias por todo —susurro tras asentir—. Después del trabajo iré al apartamento a traer un poco de cosas, mientras tanto cuídate.

Dylan me da un último beso para luego dar media vuelta e irse. Lo que recuerdo es que me dijo que tiene un par de negocios que tiene que cerrar, pero que intentara terminarlos lo antes posible.

Decidida me levanté de la cama, pero el intento fue fallido porque mi cuerpo se tambaleó. Ah, eso es que estoy débil y eso quiere decir que tengo que ir a desayunar primero y luego buscar cómo darme un baño caliente para luego ir a la clínica.

Nuevamente me levanto y esta vez decidida me pongo las pantuflas y a paso lento salgo de la habitación. Camino por el pasillo y ahora que recuerdo la cocina queda en el piso de abajo y por ende tengo que bajar las escaleras.

La casa es grande, pero lo bueno de ello es que solo es de dos pisos y no de cinco a más, así como la mansión de los padres de Dylan.

Llego a la cocina buscando lo que mi novio, querido y marido me había preparado, puede que todas esas palabras no se pueden conjugar, pero en mi vida sí porque Dylan es mi novio y ahora mi querido porque no nos hemos casado y amantes porque somos unos buenos amantes en la cama.

Veo que en el pequeño comedor hay frutas, jugo, pan y un omelete. Arrugo mi rostro y de repente las náuseas se hacen presente. No, cien por ciento comprobado y digo que no es hambre lo que tengo.

Para no despreciar todo lo que hay sobre la mesa, lo tomo y lo llevo al refrigerador. Es seguro que Dylan se molestara, pero la verdad es que no tengo hambre y antes que me llegue tarde, corro hacia la habitación

(…)

Diez minutos tarde llegando a la clínica, toda sofocada y un poco nerviosa me presentó a la oficina del jefe porque antes de continuar tengo que presentarme y esperar las nuevas órdenes que mi jefe me dé.

He venido en unos de los autos de Dylan, sí, al parecer él ya tenía todo planeado.

Con un par de golpes la persona que está dentro de la oficina del director me da el permiso de pasar y yo no tardo cuando ya estoy dentro. Me sorprendo un poco al ver que no está Gabriel sino el padre.

Amablemente entro y le digo que estoy de regreso por mi última semana de pasantía. El director me dice que puedo retomar mi lugar y que puedo tener la libertad de ocupar mi consultorio.

¡Wao…! Eso no me lo esperaba.

Le doy las gracias y me despido para luego dar media vuelta y salir corriendo.

Saliendo de la oficina del director me encuentro con el alma de mi amiga, ella abre los ojos y luego se pone roja de la furia y es comprensible porque tuve un mes que no tuve el tiempo y menos las ganas de hablarle.

Antes que ella de un grito y que todo el mundo escuche doy una paso rápido hacia ella, la tomo del brazo y le digo que me da gusto verle, pero que si quiere gritarme que debemos ir al consultorio porque aquí corremos peligro que nos corran. Ella asiente y ambas nos encaminamos hacia mi consultorio.

—Te mereces que te quite el habla —dice tras cerrar la puerta.

—¿Mmm…?, eso es falso porque jamás me dejarías de hablar sin antes no saber todo lo que viví y pasé en mis vacaciones.

 Ella sonríe y me dice que tiene toda la razón, pero que ni crea que me salvaré de una buena paliza porque entre amigas eso no se hace.

Dejo mi cartera sobre el escritorio, lo rodeo y me voy a sentar y así poderle contar detalle a detalle.

¿Por dónde empiezo? ¡Por el comienzo!

Empiezo a contarles que los padres de Dylan son las personas más lindas del mundo y que lo primero que hicieron es recibirme con mucho amor y que ellos parecían más mis padres que mis suegros.

Ella abre los ojos y se queda boquiabierta en el instante que le dije suegros. Sí, ellos son mis suegros porque ahora Dylan es mi novio oficial y también mi pareja, ya que compartiremos cama. Ella sigue sin poder creerlo y yo no me detengo en contarle.

Le cuento que Dylan me llevo a restaurantes diferentes, a muchos lugares turísticos y también a muchos hoteles del que nos gustaba frecuentar porque ambos sentíamos nuestros cuerpos arder, así como si comiéramos todos los días comida afrodisíaca.

Cuanto empezaba a contarle lo bueno la puerta inoportuna o más bien las personas que está tocando es una inoportuna, ya que pude ver que no hay ningún paciente y puede que sea porque hoy toca que asistan hasta en la tarde.

—Adelante —me acomodo un poco en la silla y Morgan corre a sentarse y relajarse un poco.

—Hola, mi padre me acaba de decir que acabas de integrarte y que estás en tus últimas semanas —ese es Gabriel.

—Ya estoy de regreso y preparada para terminar mis últimas horas.

Gabriel no me cae mal, pero es que no quiero que se haga ilusiones y menos pensar que le puedo dar una oportunidad, es que solo lo pienso y deduzco de una vez que sería una relación tóxica

—Puedo saber cómo la pasaste en este mes —mi amiga carraspea y es obvio que se siente incómoda—, fui a tu apartamento y no estabas.

¿Qué me fue a buscar?

—Oh, es que estuve de viaje con mi novio —quiero morderme la lengua, pero es mejor poner distancia.

—Oh, no pensé que eso fuese tan serio y tan rápido —¿pero qué es lo que le pasa?

—Claro, no veo el problema en ello, además ambos somos parejas y ahora vivimos juntos —sus palabras estúpidas me sacan de quicio y ni modo, me toca responderle así.

—Y me imagino que le dijiste que no y que todo lo dices para que crea todo lo que estás inventando 

—Wao… Lo siento Gabriel, pero mi vida personal no te debe de importar —me levanto de la silla y rápidamente Morga imita la misma acción porque sabe que estoy como una fiera.

—Qué estás loca Liz —pasa su mano por su cabello—, estás arruinando tu vida con ese hombre —grita eufórico—, no, no, no lo permito, que se cree, ah… ¿Por qué tiene dinero? Te vas con él porque tiene dinero, y porque te puede comprar como una fac…—no terminó la frase cuando me abalancé hacia él, pero antes le di una tremenda cachetada.

—Quién te crees tú, para insultarme —explote—, tú no eres nadie Gabriel, nadie y respétame imbécil—Morgan me tomó de la cintura y me aparta de Gabriel—, tú no eres nada mío—ella logra separarme de Gabriel, pero yo no dejo de gritar— ¡Nada Gabriel! Nada.

Una parte de mí se sorprende, pero no la otra parte lo esperaba porque personas estúpidas como él existen alrededor del mundo y por ello no intentaba estar con un hombre. Si se comporta de esta manera, no sé cómo se comportaría en la primera pelea de pareja.

—Claro que lo soy —gritó—... ¡Soy tu jefe!

—Oooh… Solo por eso te da el derecho de insultarme —de pronto siento que todas mis energías y la adrenalina se van a cero, ya que mi cuerpo tambalea y  mi vista de pronto se va tornando oscura.

—No… no… no, Liz, amiga —no veo, siento mucha debilidad—. Qué hiciste Gabriel, ayúdame que se desmayó.

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