7

Vicente Cooper.

Entro en la habitación donde está Angélica después de mirar toda la información de la historia clínica que he recibido para informarme de su estado.

- ¿Le han dado alguna medicina, suero? - le pregunto a la enfermera que está a su lado.

- Sí, señor. Se desmayó por un momento pero volvió rápidamente, y todavía tiene muchas náuseas y vomita mucho.

- ¿Qué estás poniendo ahí? - Pregunto valorando.

- Sólo le estoy cambiando la vía, señor -responde, miro a Ángel tumbado en la cama del hospital con la cara pálida y me provoca un dolor en el pecho.

La enfermera salió de la habitación dejándonos solos, me acerqué aún más y comencé a estudiar cada parte de su delicado y pálido rostro. No me gustó nada verla en ese estado, sufriendo, sentí una angustia que me dejó sin aliento.

- Vincent, no quiero vomitar delante de ti - dice con voz ronca - por favor, vete - pide.

- Cálmate -digo sonriendo- voy a aumentar la dosis de la medicina y pronto estarás bien de nuevo.

- Tengo mucho frío - dice abrazándose a sí mismo.

Pulso el botón de la enfermería y pronto aparece una enfermera corriendo, obviamente porque sabía que yo estaba allí.

- Traiga una manta - pido - Quiero tomar la presión y la temperatura del paciente, rápidamente - exijo.

La Dra. Melissa, responsable de los cuidados de Angélica, llegó y me miró un poco enfadada por estar atendiendo a su paciente, obviamente no me importó.

- Tiene una reacción alérgica - le advierto.

- Llegué rascándome un poco - advierte Ángel, sin paciencia tomo la ficha médica de la mano del doctor.

- No me lo habías dicho - dice el médico con dureza.

- Mire, Dra. Melissa - empiezo serio - Vuelva a la línea de asistencia que yo la atiendo - digo respirando profundamente - Traiga algún medicamento para poner en el suero - sale de allí pisando fuerte junto con la enfermera - Quiero examinarla.

- No eres mi médico - dice con descaro.

- Se me acaba la paciencia para discutir con un paciente, vamos.

- Pica mucho - se queja.

- Usted no es un paciente cualquiera - le digo con calma - Usted es parte de este hospital, debería haberme dicho que se rascaba.

- Pero lo hice, debió olvidarse -dice-, pensé que el medicamento ya estaba en mi vía.

- ¿Y por qué no lo dijiste delante de la Dra. Melissa?

- No quiero que le hagas daño - pide - Debe haber tenido un mal día, eso pasa.

- Eso no me importa -digo enfadado- sólo quiero que no te pase nada.

- No la castigues, por favor - pide, con cara de tristeza.

- Entonces déjame examinarla.

Se quita tranquilamente la blusa roja de algodón dejando al descubierto un sujetador de encaje negro muy sexy y elegante. Unas manchas rojas alrededor de su cuerpo llaman mi atención. La enfermera ha vuelto con el medicamento y lo ha aplicado en la vía.

- Se me pasará en un momento - prometo y toco su pelo extendido por la almohada hipnotizada.

"Cuando quieras salir con alguien, al menos ten la decencia de hacerle saber que no eres bueno en la cama y que no le vas a satisfacer", gritó Kate en mi cabeza.

- ¿Qué pasa? - pregunta preocupada - Has hecho una mueca, ¿te duele algo?

- No pasa nada - la tranquilizo.

- Tiene que cuidarse, doctor - llama mi atención - Todos en este hospital le necesitan.

Pero te necesito - pienso pero no hablo.

- Me voy a tumbar un rato en ese sofá -advierto.

- No - dice apresuradamente - no quiero que me veas vomitar.

- Quédate tranquilo, no vas a vomitar más -digo sonriendo.

- ¿Te gusta lo que ves? - pregunta, sacudiendo ligeramente los pechos cuando noto que las manchas rojas de su cuerpo ya empiezan a aclararse.

- ¿Qué? He mirado las manchas - respondo nerviosa.

- Entonces no mires más - pide - me avergüenzas.

- No te miraría si no fueras médico - advierto.

- ¿No soy tan hermosa como para merecer la atención del Doctor Cooper Cat?

- Es usted una mujer extremadamente bella -la felicito-, sólo quería aliviarla, no la miraba con malicia.

Mentiroso - grita mi mente.

- Lo sé, doctor - dice con cierta decepción.

- Al menos no ahora -completo y se pone roja.

- Deberías abrirte más, Doctor - dice ella - Abre las puertas de tu corazón para que alguien se acerque a ti, eres un hombre muy bueno, sólo que no quieres dejarlo ver.

- Tiré las llaves de la puerta de mi corazón.

- Ah, Vicente - se desprecia - Siempre puedes meter el pie y entrar - dice bostezando.

Opto por no contestar y me dirijo al sofá, Angélica ya se ha dormido rápidamente y todavía me quedo unos minutos viéndola dormir.

"Apuesto a que sólo te follas a alguien si pagas, no es posible que ninguna mujer quiera follarse a un pequeño y blando polla"

Respiro profundamente cuando Kate vuelve a hablar en mi cabeza y cierro los ojos para intentar dormir. Justo cuando empezaba a interesarme por alguien los malos recuerdos llegan con fuerza.

Me despierto por la mañana con el sol iluminando la habitación y miro, Angélica sigue durmiendo, tan serena y tan hermosa.

Decido levantarme, ir a mi despacho donde hay un baño privado y darme una larga ducha. Luego me pongo ropa limpia, me tomo un café fuerte y amargo y vuelvo a la habitación donde está Angélica.

- Buenos días - saludo al entrar en la habitación.

- Buenos días, doctor - dice con la cara sonrojada y mi corazón empieza a latir extrañamente más rápido.

- No hace falta que me des las gracias -digo acercándome a ella.

- Pero tienes que viajar, deberías estar en casa haciendo la maleta, descansando -me llama la atención recordando el viaje que tendría que hacer para lidiar con los problemas burocráticos del hospital.

- No te preocupes.

- Hueles bien, ¿qué perfume llevas?

Decido no contestar, llamo a la enfermera y le pido las pruebas de Angélica antes de darle el alta. Quería estar totalmente segura de su salud, no entendía mi necesidad.

- Te gusto, ¿verdad, Vince? - Me pregunta, sonriendo, mientras recojo el estetoscopio -Admite que no esperaba una mujer tan carismática y hermosa cuando me contrató.

- Cállate - digo - estoy escuchando tu corazón.

- Tenías miedo de perderme - dice.

- No era nada de eso -respondo poniendo los ojos en blanco, pero sí, tenía mucho miedo de que enfermara más- Y las manchas, ¿todavía pican?

- Un poco.

- Déjame ver.

- He recordado que te gusta mirarme los pechos -se burla con ironía, quitándose ya la blusa.

Su forma descarada y a la vez tímida me conmovió mucho.

- Sabes que quiero verte bien, confía en mí.

- Por supuesto que sí.

- Pues devuélvelo - le pido, cruzando los brazos.

- No te gustan los pechos - dice conteniendo la risa.

- Soy tu jefe, chica - digo fingiendo estar enfadada.

Termino mi evaluación y firmo su alta después de comprobar que todo está bien en su examen que me hizo la enfermera, estoy un poco aliviado de saber que está bien. De repente, siento que su cuerpo cálido y delicado se encaja en el mío en un abrazo aplastante, sus brazos rodean mi cintura y sus pechos cubiertos aún por el sujetador de encaje se aplastan contra mi pectoral.

- Eres un tipo increíble - me dice y le devuelvo el abrazo con ternura y le acaricio el pelo, ese abrazo me produjo varias mariposas en el estómago, ¿y cuándo he sentido yo algo así?

- No he hecho nada más que mi deber como médico -digo mientras ella se aparta, rompiendo nuestro contacto.

- Ron de Hum.

- Estarás de baja por enfermedad durante cinco días - advierto.

- ¿Estás loco? - pregunta ella, sorprendida.

- El hospital puede prescindir de ti -me encojo de hombros.

- Y tú, ¿puedes prescindir de mí?

- No - contesto con calma - Entonces podemos quedar para echar un vistazo a ese artículo que estaba escribiendo.

- Me encantaría - responde con una enorme sonrisa.

- ¿Quieres que te lleve?

- Sí, lo haría. ¿Puedo decirle a la gente que eres un buen tipo?

- De ninguna manera -respondo rápidamente- te daré varios turnos seguidos -amenazo y ella se ríe.

Caminamos juntos hasta el aparcamiento del hospital y después de que me muestre el camino a su casa empiezo a encontrarlo extraño. Cuando nos acercamos a la calle me dice el nombre de su edificio y yo sonrío con incredulidad.

- ¿Vives en este edificio?

- Muy bonito derecho - salimos del coche - vivo en el ático. Aquí hay dos pisos en el ático, pero mi vecino tiene una piscina enorme con bordes infinitos -dice con cierta indignación en la voz-, mientras que la mía es de tamaño medio.

- Acabo de descubrir que somos vecinos.

- ¿Estás bromeando? - pregunta sorprendida y yo niego con la cabeza - Qué sorpresa más insólita, invitarme a un baño en la piscina - pregunta riendo cuando entramos en el ascensor, pulso el botón del ático.

- La invitaré - hablo sin ninguna certeza en mi voz, no sé si tengo la psicología para verla en traje de baño.

- Gracias por el viaje. Que tenga un buen viaje, doctor.

Sin que me espere, me coge la cara, se pone de puntillas y me da un largo beso en la mejilla que hace que mi corazón se acelere al instante.

Mientras entro en mi casa con una amplia sonrisa en la cara y un corazón acelerado, me doy cuenta de que ella puede estar intentando derribar la puerta de mi corazón.

No puedo permitir que se acerque tanto, mi corazón es de hielo y temo que lo derrita.

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