8

Angelica Ross.

Me tiro en el sofá de mi salón y respiro profundamente después de otra sesión de vómitos, he echado tanto líquido que me temo que no me queda ni el uno por ciento de agua en el cuerpo.

Mi hermano pidió dos días libres sólo para cuidar de mí, estaba muy molesto porque había ido al hospital sintiéndose mal y no se lo había dicho.

Pero este malestar me sirvió para tener una concepción diferente de Vicente, cuando lo vi todo nervioso y preocupado por mi salud me sentí muy querido y protegido. Me gustaba saber que se preocupaba por mí.

Han pasado cuarenta y ocho horas desde que se fue y ya estoy angustiada y le echo de menos. Echando de menos su olor a madera, su mal humor por las mañanas, sus quejas y órdenes.

Me pasé todo el día cotilleando con mi hermano y comiendo, creo que engordé unos diez kilos en las últimas horas. Pero ahora que Tone necesitaba salir para resolver un problema urgente en el trabajo me di cuenta de que mi angustia no es una cuestión de soledad, quería y necesitaba hablar con él.

Compartí con mi hermano sobre cómo me gustaba la atención y la preocupación de Vicente dirigida a mí, él cuestionó si no estaba confundiendo mis sentimientos, creo que me está empezando a gustar el doctor Cooper y Tone piensa que es sólo admiración.

Desde luego, admiro mucho a Vicente, sus conocimientos, su forma de dirigir, su seguridad y sobre todo su persistencia en seguir haciendo lo que le gusta como médico cuando tiene que ser director general del hospital.

Mi hermano aún tuvo el descaro de decir que mi posible interés por mi jefe podría ser la falta de sexo. Sí, mi jefe es un hombre muy guapo y caliente, tal vez sería una buena opción para perder mi virginidad, pero sé que hay algo más, porque cuando lo miro siento un enorme deseo de acercarme y ocuparme de él.

Mi teléfono móvil empieza a sonar, siento un escalofrío en el estómago y deseo que sea él. Tengo miedo de la frustración que supondría que mi deseo no se cumpliera.

Tomo el teléfono con manos temblorosas y veo su foto en la pantalla, una gran sonrisa de satisfacción aparece en mis labios y mi corazón comienza a latir más rápido.

- Hola - contesto - Si ha llamado para saber sobre el hospital y su equipo ya le puedo decir que no sé absolutamente nada - le advierto, conteniendo la risa.

- Hola, Ángel - dice mi apodo con su voz ronca y sexy - no te he llamado para saber lo del hospital - habla ofendido - he llamado para saber cómo te encuentras.

- Um...

- ¿Y bien? - pregunta.

- ¿Y entonces qué? - Decido jugar un poco con él.

- ¿Cómo te sientes? - dice impaciente, y puedo jurar que pone los ojos en blanco.

- Excepto por la parte en la que saco casi todo el líquido de mi cuerpo, estoy bien -corté los dedos- El dolor de estómago ha desaparecido, las manchas han desaparecido.

- Quería verte - pregunta.

- Ni hablar -digo, mirando mi reflejo en el espejo junto al sofá.

- Vamos Ángel - dice frustrado.

En este poco tiempo de convivencia con Vicente ya me he dado cuenta de que le gusta comunicarse con la gente cara a cara. Le gusta ver las expresiones de la gente para saber si están siendo sinceros. Algunos pueden pensar que es un psicópata por esto, pero yo creo que es toda una cualidad.

Después de mi tiempo de vacilación me doy cuenta de que ha desconectado la llamada y estoy un poco triste por haber hablado con él durante tan poco tiempo, ni siquiera he tenido la oportunidad de saber cómo se siente.

Antes de que pueda aceptarlo, mi teléfono emite un pitido por una videollamada, apago rápidamente la cámara y respondo a la llamada. Entonces aparece en mi pantalla, sentado frente a su portátil en lo que parece una habitación de hotel, sus gafas graduadas le dan un aspecto sexy y encantador mientras mira fijamente mi pantalla negra con impaciencia.

- Angélica, enciende la cámara - pide - quiero verte.

- No vas a examinarme.

- Enciende la cámara o apagaré la mía - dice y yo respiro hondo, no quiero que apague la suya.

Resoplo con frustración y corro hacia el espejo, me deshago la coleta y me hago una más apretada ordenando los mechones sueltos, me doy una palmadita en la cara y sigo sin poder deshacerme de mi cara acabada. Me siento en el sofá, enciendo la cámara e intento disimular mi cara de asco con una sonrisa.

- ¿Cómo está tu presión arterial? ¿Su temperatura? - pregunta mientras teclea algo en su ordenador.

- Están bien - contesto poniendo los ojos en blanco - Y sí, tomé todas esas drogas lícitas.

- Eso es bueno.

- ¿Va todo bien en el viaje? - Empiezo a hablar.

- Ya casi estoy terminando la negociación - dice - Pronto el hospital tendrá un nuevo director general - dice y me alegra que confíe en mí para contar estas cosas - Mi hermana aún tardará en graduarse, quiere hacer un postgrado en el extranjero, así que invité a una amiga de la infancia para que se encargue de esta responsabilidad mientras ella no esté lista.

- ¿Se puede confiar en él?

- Sí, nuestros padres están muy unidos - dice con una simple sonrisa - Este doble viaje puede terminar conmigo, Murilo es un hombre en el que mi familia confía plenamente.

- No sabía que tenía amigos, doctor.

- Debo decir que es mi único amigo - dice encogiéndose de hombros - A pesar de la distancia.

- Me alegro de que puedas dedicarte a una sola cosa -comento.

- Pero no será tan pronto, Murilo aún necesitará un tiempo para planear la mudanza, si es que acepta obviamente - dice y respira profundamente.

- ¿Cómo estás? ¿Es bueno el hotel? ¿Estás comiendo bien? - Pregunto interesado y él levanta los ojos de lo que estaba tecleando, me mira y sonríe.

- Estoy terminando de revisar un documento - dice - ya he comido y dormido un poco, saldré en un rato.

- Míralo, no sabía que tuviera vida social, doctor", bromeo.

- Divertido - pone los ojos en blanco - he terminado - dice cerrando el cuaderno - necesito apagar la cámara unos instantes para cambiarme de ropa - dice tocando la pantalla del móvil pero algo falla y la cámara sigue encendida.

Cuando estaba a punto de decir que la cámara seguía encendida, empezó a desabrochar los botones de su blusa social blanca, y esa escena tan sexy me hizo olvidar hasta mi nombre. Cuando vi su pecho, definido, lleno de brotes, jadeé.

- ¿Sigues mareándote? - pregunta de espaldas a mí y se quita los pantalones, dejándose sólo los calzoncillos blancos, y en ese momento el blanco se convirtió en mi color favorito.

- Hum ron - digo sin apartar la vista de su cuerpo.

- ¿Tienes náuseas? - pregunta en voz alta y preocupada: - Toma la medicina que te he recetado.

- No tengo náuseas.

Comenzó a estirarse, su espalda era sexy, sus hombros anchos y su cintura un poco delgada, sus músculos bien diseñados, me contoneo un poco con la almohada que estaba a mi lado.

- ¿Por qué has guardado silencio de repente? - Pregunto.

- Nada, me estoy estirando.

- Demasiadas horas sentado en una reunión, ¿verdad? - Hablo sin apartar la vista de su ancha espalda - Debes estar cansado.

- Un poco - confiesa y comienza a estirarse en la pared, mi mano comienza a sonar fría y agradezco al padre en el cielo por el gran trabajo realizado en este hombre.

Comienza a vestirse de nuevo y me entristece no tener más la vista de ese monumento, se pone unos vaqueros negros y una blusa azul marino de cuello polo. Se pone los zapatos, se dirige a su maleta y se rocía un poco de perfume y se pasa las manos por el pelo liso. Podría pasar horas viendo cómo se estira y se viste.

- ¿Cómo es el hospital? - pregunto cuando veo que se acerca a la pantalla del móvil.

- Todo está bajo control, incluso cuando se trata del hospital.

Toca la pantalla del móvil sólo que esta vez apaga la cámara y no se da cuenta.

- Has vuelto a apagar la cámara, Vince - le advierto y él vuelve a encender la cámara y yo sonrío satisfecho de que no se haya dado cuenta de nada.

- ¿Estás solo?

- Ahora sí, mi hermano tuvo que salir a resolver un problema en el trabajo.

- No puedes quedarte sola mucho tiempo, las drogas que tomaste son muy fuertes - advierte y comienza a caminar por lo que parece ser el pasillo del hotel - Puedes tener vértigo.

- Estoy bien - digo con calma - no hay que preocuparse.

- ¿Qué has comido hoy?

- Tantas cosas - respondo impaciente - pero puedes estar seguro de que no me he excedido en nada.

Mentiroso - grita mi conciencia.

- Eso espero - dice con firmeza, mirándome profundamente con ese par de ojos verdes hipnotizantes - Tengo que colgar ahora, estoy llegando al aparcamiento del hotel.

- Llego al aparcamiento del hotel.

- Mañana por la tarde debería estar en casa - se explica y me gusta esta interacción - Si quieres puedo pasar a ver cómo estás.

- Estoy bien, no es necesario. Adiós Vince, diviértete.

Cuelgo antes de escuchar su respuesta y decido ver un programa en N*****x.

Cuando ya iba por el quinto episodio suena mi teléfono, era Vicente de nuevo. Respondo con entusiasmo, pero mi sonrisa muere cuando veo una escena que me revuelve el estómago.

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