5

Angelica Ross.

Llego a la sala de descanso de los médicos con la respiración acelerada, me dirijo apresuradamente a la fuente de agua y lleno un vaso con agua y me giro de inmediato casi ahogándome con el líquido.

- Angélica, ¿qué haces todavía aquí? - pregunta Vicente al entrar en la sala - Te estaba buscando, eres el único que falta en la sala de reuniones.

- ¿Puede darme unos minutos, por favor? - Pregunto, con las manos sudadas de frío y el corazón palpitante.

- ¿Te sientes mal? Estás pálido - dice preocupado, y yo me siento en la silla más cercana, sin tener el valor de explicar lo que realmente estaba pasando.

- ¿Puedes traerme más agua? - pregunto, entregándole el vaso.

- Parece que te vas a desmayar en cualquier momento -comenta mientras camina para hacer lo que le pedí-, explícame qué sientes.

¡No es cierto! - Creo.

- Sólo necesito algo de tiempo -digo y respiro profundamente.

- Te daré ese tiempo, pero me estoy preocupando mucho - confiesa -te estás congelando - dice después de tocarme la frente, quitarme el estetoscopio del cuello y apartar mi mano.

- No vas a examinarme - digo entrecortadamente, mirándole fijamente, - me encantaría tener esas grandes manos sobre mí, pero no para un examem - pienso.

- Angélica - me regaña nervioso y yo le miro avergonzada.

- ¿He hablado alto? - Pregunto y confirma avergonzado - Qué situación más embarazosa, lo siento - digo riendo.

- Te examinaré - habla con seriedad - Por favor, cállate - pide, pongo los ojos en blanco con impaciencia y ella escucha mi corazón.

- ¿Qué te pasa, Angélica? - grita exaltada.

- Algo ha pasado - cierro los ojos con fuerza - Pero me da vergüenza hablar, te reirás de mí.

- Explícame cómo puedo reírme de algo que te hace palidecer y tiene arritmia. - cuestiona ofendido y vuelve a tocarme la frente, su rostro es tranquilo y me estudia, pero sus ojos muestran su preocupación - empiezo a perder la paciencia - advierte.

- ¿La que no tienes? - Pregunto con descaro y él me mira seriamente, resoplo con frustración.

- Cuando pasaba por el pabellón infantil -empiezo-, vi a un niño con un oso en las manos, jugando, pero ese animal parecía un bicho raro con patas y ojos. Lo sé, parece ridículo - me cubro la cara de vergüenza.

- ¿Te dan miedo los osos de peluche? - pregunta sin entender.

- Tengo aracnofobia - digo como si el nombre lo explicara todo.

- Te dan miedo las arañas - observa - pero en mi hospital no hay arañas - dice ofendido.

- He dicho antes que era un oso en la mano de un niño pequeño -le recuerdo.

Me mira fijamente con confusión en los ojos y luego sonríe, evaluándome con calma y luego sacude la cabeza con total incredulidad.

- ¿Intentas burlarte de mi cara? - Pregunta enfadado - Esto es una broma, es sólo un oso - Vincent respira hondo y vuelve a colocarse el estetoscopio en el cuello - ¿Cuántos años tienes?

- No sólo tengo miedo, sino pánico a las arañas, me dan escalofríos por todo el cuerpo, ni siquiera puedo ver una imagen, y esa pequeña plaga me lanzó esa bestia asquerosa, corrí despavorida. No puedes burlarte del miedo de la gente, ridiculizar a alguien por un problema psicológico cuando ... - Me callo cuando arquea una ceja.

- Vamos -me reta con los brazos cruzados.

- Cuando eres muy metódico y estás loco por el trabajo - digo con firmeza - los turnos sin ti son siempre más relajados.

- Como te he dicho antes, no me importa la opinión de los demás - dice levantándose - Ya has bebido tu agua, parece que estás más tranquilo, así que vamos a trabajar, pero ten por seguro que el turno de hoy no será conmigo.

- Lo siento - me disculpo - no quise herirte.

- Pocas cosas en esta vida pueden herirme, Angélica - dice sin mirarme - te admiro por tu sinceridad.

- No es que trabajar contigo sea malo o aburrido. Es que -no tengo palabras para explicarlo- me gusta trabajar contigo, me gusta tu compañía, aunque estés distante todo el tiempo, eres un tipo muy agradable.

- No soy un tipo simpático -dice con firmeza- no me empeño en serlo, no se preocupe doctor Ross, no estoy molesto.

- Cuando me convertí en el Dr. Ross en nuestras conversaciones informales... - Cuestioné molesto - sólo dije lo que pasa en los pasillos, sus turnos son más intensos y esto nos hace aún más capaces, lo que dije no fue realmente una crítica.

- No pasa nada, no te preocupes - intenta tranquilizarme - Ahora vamos, nuestra reunión es muy tarde. ¡Eso no es posible! - Vicente grita y noto el pomo de la puerta en su mano - Estamos cerrados.

- Relájate - Tomo el pomo de su mano - Simplemente encaja en su sitio, ya pasaba en mi antigua casa - Intento poner el pomo en su sitio pero no encaja.

- ¡Joder! - grita - Esto es culpa tuya - acusa.

- Las cosas no siempre salen como las planeamos - le advierto sin estremecerme - Y otra cosa, te quedaste aquí conmigo porque quisiste.

- Ingrato - refunfuña - Esta situación es ridícula.

Pongo los ojos en blanco y empiezo a llamar a Émile.

- ¿A quién llamas? - pregunta, estresado.

- A tu secretaria - le advierto.

Émile responde al segundo timbre.

- Émile, me quedé atrapado aquí en la sala de médicos. La manija se rompió, puede por favor tratar de arreglarla - le pido.

- Qué mala suerte, llamaré a la seguridad del hospital y avisaré al doctor Cooper de que llegarás un poco tarde, odia los retrasos - dice riendo - Pero lo entenderá.

- Claro que lo entenderá - contengo la risa - Me encierra aquí.

- Oh, chica sucia. ¿Se están besando? - Siempre pensé que tarde o temprano pasaría algo entre ustedes dos.

Dejé escapar una risa nerviosa y avergonzada temiendo que hubiera escuchado el alboroto de mi nuevo amigo.

- No - le advierto - Por favor, llama rápido para que alguien nos saque de aquí, no está siendo tan divertido como crees.

- Qué pena -me dice frustrada- Adiós -me cuelga.

Vicente camina de un lado a otro impaciente con aspecto de animal enjaulado, yo me vuelvo a sentar en la silla en la que estaba y miro atentamente su apuesto cuerpo. Es realmente un hombre muy atractivo, que se ha metido demasiado en mis pensamientos.

Es alto, tiene los hombros anchos, los brazos y las piernas musculosas que se marcan perfectamente con su ropa. Su vientre debe tener seguramente muchas yemas que me aseguraría de contar con mi lengua.

Es incluso hilarante ese pensamiento, la virgen que nunca ha sido capaz de llegar hasta el final con un hombre está teniendo pensamientos inapropiados con el jefe caliente.

Sus ojos verdes, su barba rala y su pelo castaño con un corte de pelo corto y texturizado completan el aspecto de ese apuesto espécimen masculino.

- Deje de mirarme, doctor - pide con una sonrisa cínica.

- No le estoy mirando a usted, doctor Cooper -hablo con fingida indiferencia-, estaba mirando a algún punto detrás de usted -miento.

- Mientes muy mal - sonríe - Pero te haré un descuento ya que yo también te miré demasiado tiempo - guiña un ojo, avergonzándome.

- ¿Le ha gustado lo que ha visto? - Pregunto interesado y provocador.

- Mucho - responde con malicia, y yo me remuevo en mi asiento.

Al cabo de un rato fui al baño y cuando volví, Vicente estaba sentado en el sofá frente a la silla en la que yo estaba sentado y su cabeza estaba apoyada en sus manos.

- Parece preocupado - digo, mirándolo fijamente.

- ¿Por qué piensas eso? - pregunta, "Sólo estoy tranquilo.

- Porque frunces un poco el ceño cuando estás preocupado por algo.

- No estamos viviendo mucho juntos - dice desconsolado.

- Sí, lo estamos - digo, riendo.

- Mi hermana me envió un mensaje que me hizo enfadar y preocupar al mismo tiempo - dice y me alegro de que se abra a mí.

- ¿Están muy unidos? - Pregunto interesado.

- Muy - sonríe - Hanna, es mi pequeña princesa.

- ¿Qué edad tiene?

- Veinte años, y hace poco terminó una relación con un imbécil que la traicionó - dice.

- Qué terrible.

- Sí y ahora le manda mensajes de texto, la persiguió en la universidad y me temo que va a tomar mayores proporciones, nadie le hace daño a mi hermana.

- Admiro esa clase de amor - hablo sonriendo - Estoy seguro de que harás arreglos para cuidar a Hanna, como guardias de seguridad.

- Estaba pensando en golpear al tipo pero tu idea es mucho mejor - sonríe de lado - ¿De dónde viene el miedo a las arañas?

- Tengo un hermano gemelo - le digo y pone cara de sorpresa - Le gustaba asustarme con una araña de goma cuando éramos pequeños, todo empezó después de que una de ellas me picara y mi hermano aprovechara mi pequeño momento de sensibilidad para asustarme. Estaba aterrorizado, era terrible de niño.

- ¿Y tus padres no hicieron nada?

- Lo castigaban pero luego lo volvía a hacer. Al cabo de un rato dejó de jugar conmigo, pero yo ya tenía miedo.

- Incluso los peluches - añade riendo.

- Sé que es un poco difícil de creer.

De repente empieza a acercarse y su cara está a escasos centímetros de la mía, y ya puedo sentir su cálido aliento con olor a menta acariciando mi mejilla.

- Eres tan hermosa - me acaricia la mejilla y justo cuando creo que va a besarme.

- Doctor Cooper, aléjese de la puerta que vamos a forzarla - gritó una voz llamando nuestra atención.

- Muy bien - grita Vincent.

Oímos un golpe y entonces la puerta se rompe y dos guardias de seguridad nos miran preocupados.

- ¿Estás bien? - pregunta.

- Sí - aclara Vicente tras encararse conmigo - Por fin libre, Ángel - comenta saboreando mi apodo y le guiño un ojo - Hasta luego - se aleja de mí.

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