— Buenos días — Saludó Doña Maritza con una sonrisa.

— Darío, buenos días — Añadió Samanta, siempre atenta.

— Doña Maritza y Samanta — Dijo Darío con un gesto serio pero sereno — Quería que desayunaran acá porque tengo algo importante que compartirles. Korina y yo hemos tomado la decisión de estar juntos —

Samanta llevó la mano al pecho, emocionada — ¡Oh, mi niño! Qué felicidad… Korina, espero que estén juntos para lo que les quede de vida —

Samanta se inclinó un poco hacia ella, con ternura: — Gracias, Samanta. — Respondió Korina, casi sin voz, con las mejillas encendidas mientras miraba a su mamá, que tenía a Lían entre brazos —

Doña Maritza habló con un tono cargado de preocupación y amor — Por favor, hijo, nuevamente te pido que la protejas… que la cuides bien. Es lo único que te pido —

— Lo haré — Respondió él con firmeza — He pedido que alisten las habitaciones aquí mismo. Espero que sean de su agrado. Para mí, desde hoy, se convierten en mi familia también —

La voz de Maritza s