—¿Palermo? ¿En Sicilia? ¿En Italia? ¿En Europa? ¿Ese mismo Palermo? —pregunté sin poderlo creer, pese a las afirmaciones de Anura, que seguía insistiendo en que sí, me estaba ofreciendo dirigir el restaurante que estaba por abrir allí, en unos tres a cuatro meses.
—En ese tiempo te capacitaría en la dirección de cocina y en los platos del menú con el que abriría el restaurante.
Me tuve que coger de la mesa de escritorio de Anura, que me había citado, a primera hora, en su despacho.
—Pero… si aquí solo me dedico a cortar y ni siquiera he completado los cien paquetes de jamón —dije, todavía abrumada y sin poder asimilar la oferta que Anura me estaba haciendo&