Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
El amanecer se filtraba por las cortinas, pero la oscuridad de la noche anterior era imposible de borrarla de mi cabeza. La pistola que logré esconder bajo el colchón antes de que Lucas y el médico privado de Dante llegaran, se sentía como un recuerdo de mi fracaso. Yo había tenido mi oportunidad de poner fin a todo, y mi propio código moral me había detenido. Que estúpido. Cuando Lucas vino a buscarme, su rostro era una máscara de insomnio y tensión. Ni una palabra sobre el arma, la sangre o el casi asesinato. En el mundo de Dante, lo que no se discutía en voz alta no había ocurrido. — El Señor Moretti la espera en su oficina, señorita Barnes. Necesita que revise unos documentos de emergencia. — Dijo Lucas, evitando mi mirada. Entré en la oficina. Dante estaba de pie, mirando por los ventanales. El retrato de Clara Moretti, bajo el cual se ocultaba el arma, parecía juzgarme. No había rastro de la sangre de la camarera. La habitación estaba impecable, como si la violencia de la noche anterior hubiera sido un mal sueño. Dante se giró lentamente, no me miró con furia, sino con una calma peligrosa que era peor que cualquier grito. — La camarera está estable, pero la han sacado del país para que se recupere en un lugar seguro. Cero cabos sueltos, Amalia. Asentí, esperando la confrontación. — Y ahora, el problema que nos preocupa, el ataque de anoche fue de baja intensidad, pero es un claro mensaje. Quieren probar mi debilidad, y mi debilidad, Amalia, es la gente que me rodea. Se acercó al escritorio y me arrojó un expediente. — Estos son los documentos de transferencia de su familia, la Familia Gallo. Ya que has demostrado ser una excelente abogada, vas a transferir sus activos más importantes a cuentas bajo mi control. El expediente era gigantesco. Esta no era una reunión legal, era un trabajo forzado que me mantendría encerrada por días. — ¿Y qué tiene que ver esto con la camarera? —Pregunté, eligiendo la única batalla que podía pelear. Dante me miró con una fría sonrisa. — Tiene que ver con que yo confío en tu habilidad legal. Y tiene que ver con la única verdad que aprendimos anoche, tú tienes un código. — ¿Un código? Yo intenté matarte. — Y no lo hiciste cuando tenías mi espalda. Elegiste salvar a la chica inocente en lugar de conseguir tu venganza, y eso, Amalia, es un lujo que yo no puedo permitirme, pero que necesito. Se inclinó sobre el escritorio. Su voz era baja, íntima, y llena de dominio. — Sé que tienes el disco, sé que has visto el proyecto fuego rojo. Pero mírate ahora, estás en mi oficina, sentada a mi mesa, trabajando para mí, porque no puedes matarme y dejar que una inocente sufra, tu moralidad es tu cadena, Amalia. Me sentí expuesta. Él había leído mi debilidad mejor que yo misma. — Y ahora, tu código va a salvar a más gente, los hombres que atacaron a la camarera eran sicarios de esa misma competencia que te molesta. Ellos van a seguir atacando a mi personal, no puedo llevar a todos mis empleados a un Búnker. Pero puedo asegurar que si yo gano esta guerra financiera, ellos vivirán. Dante me estaba dando una razón para trabajar para él que no tenía nada que ver con el odio, la protección de los inocentes. Una trampa psicológica brillante. — Vas a trabajar en estos documentos, Amalia. No vas a salir de este edificio hasta que cada centavo de los Gallo esté bajo mi control, no por mi vida, sino por la vida de la gente de este club. Ellos no tienen culpa de mis guerras. Me puse de pie, sintiendo la frustración y la rabia. Estaba atrapada, no podía matarlo mientras él jugaba a ser el protector de los débiles. — Esto no cambia nada, Dante. Seguiré buscando la forma de terminar con su reinado. — Lo sé, y te estaré esperando. — Dijo, volviendo a su laptop. Pasé las siguientes 48 horas encerrada en la suite, sumergida en los archivos de la Familia Gallo. Era un trabajo largo, una red de corrupción tan extensa que me hizo darme cuenta de cuán superficial era mi comprensión del poder de Dante. Lucas me traía café y comidas. Marcus, ni una vez. — Necesito más información sobre la camarera. — Le exigí a Lucas en un momento de frustración. — ¿Quién era ella? ¿Por qué la atacaron? — Se llamaba Elara. Y la atacaron porque la competencia sabía que era la protegida de Dante. — Respondió Lucas con una frialdad inusual. — Los ataques a los bienes son una cosa, a la gente, es personal, y Dante no perdona lo personal. Las palabras de Lucas reforzaron el nuevo dilema. Si yo destruía a Dante ahora, el vacío de poder no traería justicia, solo traería más violencia de sus competidores que se ensañarían con su gente. Yo había creado, sin querer, una necesidad de que Dante viviera... temporalmente. A la tercera noche, agotada, finalmente logré cerrar el último trabajo de los Gallo. Llamé a la oficina de Dante. — El trabajo está hecho, los activos de los Gallo son suyos. — Excelente. Te espero en cinco minutos, Amalia. Tenemos una cena. — ¿Una cena? ¿Después de todo esto? — El juego nunca se detiene — Dijo Dante y colgó. Mientras me vestía, la rabia se transformaba en una fría molestia. Él me había atado con un código moral, pero yo me desataría con inteligencia. La única forma de ganar era hacer que la caída de Dante pareciera un accidente de negocios, no un asesinato. Y para eso, necesitaba moverme dentro de su red, conocer a sus competidores y asegurar que su caída no arrastrara a los inocentes. Mi venganza se había vuelto compleja.






