Capitulo 24

~ Amalia ~

La cena que Dante había prometido no fue una velada romántica, sino una demostración de poder en el restaurante más exclusivo de la ciudad.

Sentarse frente a él, vestida de gala mientras llevaba el peso de su arma bajo el colchón en mi suite, me hacía sentir como una actriz.

— La ciudad ya ha visto lo suficiente de nuestro drama profesional, Amalia. — Dijo Dante, mientras el mesero servía el vino. — Ahora deben ver la consecuencia de esa tensión.

— ¿La consecuencia? ¿Y cuál es mi papel esta noche? — Pregunté, mi voz era fría y controlada.

— Eres mi escudo, eres la razón por la que nadie se atreve a tocar mi dinero sin tener que pasar por un ejército de abogados. Pero esta noche, vas a conocer a alguien que no respeta ni a los abogados ni a los códigos de moral.

Dante me condujo a una mesa más aislada en el fondo del restaurante.

Allí nos esperaba un hombre de unos cincuenta años, de mirada penetrante y vestido con un impecable traje gris.

Era Alessandro Gallo, el patriarca que yo acababa de despojar de sus activos legalmente.

La tensión en la mesa era tan pesada que se podía abrir un agujero enorme en el suelo.

El aire se cargó de peligro.

— Alessandro. — Saludó Dante con un falso respeto. — Te presento a Amalia Barnes, mi nueva socia, ella ha estado muy ocupada reorganizando las finanzas de tu familia.

Alessandro me miró con un desprecio tan intenso que sentí escalofríos.

Sus ojos se fijaron en los míos, ignorando a Dante.

— Una Barnes en el bolsillo de un Moretti, la traición es el único negocio honesto en esta ciudad, ¿Verdad, niña?

— Yo solo represento a mi cliente, Señor Gallo. —Respondí, mi máscara de profesionalismo era impenetrable. — Y mi cliente ha demostrado ser más rápido y más legal que el suyo.

— Legal. — Bufó Gallo, tomando su copa de vino — Tus trucos legales nos cuestan miles de millones, pero un trozo de papel no te protege. Un trozo de papel no detuvo al hombre que puso a tu padre en el hospital ¿O sí, Barnes?

El comentario fue un golpe bajo y directo.

Sabía que Gallo estaba tratando de sembrar la duda o provocar una reacción.

Dante intervino rápidamente, su mano se posó en mi hombro, un gesto que parecía posesivo, pero que me ancló.

— El dolor de Amalia es personal, Alessandro, es un tema de negocios. Siéntate, Amalia.

— Al contrario, Dante. — Dije, quitando su mano de mi hombro con sutileza. — Todo es un tema de negocios, señor Gallo, si tiene un problema con los resultados, búsquese un abogado mejor.

El intercambio fue breve, pero explosivo.

La furia de Gallo era evidente, la calma de Dante, aterradora.

Después de que Gallo se marchara, escupiendo amenazas veladas, Dante me miró con una mezcla de admiración y advertencia.

— Fuiste imprudente ¿Por qué lo provocaste?

— Porque Gallo no me asuta.

Dante me analizó por un largo momento.

— Lo que sabes no es suficiente para derribarme, Amalia, y lo que te detuvo anoche fue la humanidad. Alessandro Gallo no tiene humanidad, si sigues provocándolo, él irá por ti, no por mis activos. Él no tiene tu código moral.

— Entonces, dame el acceso para protegerme. —Dije, viendo mi oportunidad — Necesito ver todo, no solo los informes legales, sino los canales de distribución, los mapas de seguridad, las comunicaciones con la competencia. Si voy a ser tu escudo, necesito ser impenetrable, no puedes esperar que te salve de los Gallo si solo me das una cuarta parte de la información.

Mi petición era audaz, pedir acceso a sus operaciones encubiertas.

Dante soltó una risa lenta, sus ojos brillaban con un cálculo escalofriante.

— Quieres la llave de la jaula, Amalia.

— Quiero la llave para que tu competencia no use tu debilidad, Dante ¿O prefieres que otro de tus empleados termine en el muelle?

El golpe fue certero.

Usé su propia debilidad, la protección de su personal, en su contra.

Dante se recostó en su silla, pensativo.

— Bien. Mañana, Lucas te proporcionará el acceso a la red de logística y seguridad de L'Ombra. Pero te advierto, Amalia, esa información está cifrada. Y la llave de esa jaula eres tú, si intentas traicionarme con ese conocimiento, te prometo que el infierno de los Gallo será un paraíso comparado con lo que te haré.

— Confío en su palabra, Dante — Mentí, con una calma que me sorprendió.

Regresamos a L'Ombra.

El ambiente ahora era diferente.

Yo no era una prisionera, era una prisionera con acceso.

Una peligrosa analista de su propia destrucción.

En la suite, Lucas me entregó una tableta cifrada y un pequeño disco de datos.

— Esto es la red de logística, señorita Barnes. Acceso de nivel Delta, solo información de seguridad interna, pero está encerrado con un protocolo que solo el Señor Moretti y yo conocemos. Buena suerte.

Lucas se fue, dejándome sola con un nuevo tesoro, el mapa del imperio de Dante.

Conecté el disco de datos a la tableta.

La información se desplegó en un mapa interactivo.

Vi almacenes, rutas de distribución, puntos de contacto con la policía.

Pero lo más importante eran los canales de comunicación con los Gallo y otras familias.

Mi objetivo ya no era matarlo a quemarropa.

Era más sutil, más venenoso, yo iba a usar las reglas de su propio imperio para volcar la mesa.

Iba a exponer sus rutas a sus competidores sin que él lo supiera.

Iba a hacer que su caos pareciera autodestructivo, no un asesinato.

Mi venganza se había transformado en guerra estratégica.

Yo era su escudo, y mi filo estaba apuntando en su contra.

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