Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
El aire dentro del Bentley se había vuelto pesado, cargado con el peso de la actuación que acabábamos de protagonizar. La mano de Dante, que aún reposaba en mi rodilla después de la cena, se sentía como una marca de posesión, una advertencia silenciosa. Yo, Amalia Barnes, la heredera vestida de blanco, era ahora la "adquisición" de Dante Moretti. — Hablemos de negocios, Amalia — Dijo Dante, rompiendo el silencio cuando ya estábamos cerca de L’Ombra — Los Gallo mordieron el anzuelo. — Solo les di lo que esperaban ver. — Respondí, apartando su mano con frialdad. — Un negocio sin emoción. — En este negocio, la emoción es la única verdad — Me corrigió, acercándose peligrosamente, sus ojos oscuros brillaban a la luz de la calle— La verdad es que me odias. Y la verdad es que yo te necesito, y esa tensión, Amalia, es lo que nos hace invencibles por ahora. El coche se detuvo en el callejón de servicio detrás de L'Ombra, una ubicación discreta que usaban los empleados. Al bajar, el contraste fue impactante, de los candelabros y la elegancia de los Gallo, pasamos al olor a grasa de cocina, basura y concreto húmedo. — ¿Por qué aquí? — Pregunté. — Porque el teatro ha terminado, y ahora comienza el trabajo real. — Dijo Dante, tomando mi brazo para guiarme hacia la puerta trasera del restaurante, que ya estaba cerrada — Hay algo que necesito en mi oficina. Y tú, mi nueva socia, me vas a acompañar. Mi corazón dio un vuelco, la oficina... La oficina estaba justo encima de El Búnker. Entramos por la puerta de servicio, pasando junto a los cocineros que limpiaban sus estaciones, todos ellos evitando mirar a Dante. Subimos por una escalera de metal hasta el segundo piso, donde la oficina de Dante estaba oculta. La misma oficina donde me había obligado a aceptar el pacto. Al entrar, la atmósfera era más silenciosa y opresiva que la de la noche anterior. Lucas y Marcus ya estaban allí, de pie como estatuas. — Lucas, encárgate del equipaje de Amalia. —ordenó Dante. — Y Marcus, revisa el perímetro, la noche es joven. Cuando Lucas se fue, llevando mi bolso. Y con él, el anillo de Dante y mi pequeña navaja. Al ver a Marcus se dirigió a una puerta lateral, sentí que la red se cerraba. Estaba completamente sola con Dante, en su territorio. Dante se sentó detrás de su escritorio y encendió una lámpara pequeña, proyectando sombras dramáticas en la estancia. — Lucas ha preparado una habitación para ti aquí, en la suite de invitados del restaurante. Te quedarás aquí mientras dure esta crisis, no puedes volver a tu apartamento, es demasiado expuesto. — ¿Soy una prisionera ahora? — Pregunté, cruzándome de brazos. — Eres una inversión. — Corrigió él, con una sonrisa fría. — Y las inversiones valiosas se protegen. Además, necesito tenerte cerca para la próxima jugada. Me acerqué a los ventanales, fingiendo admirar la vista, pero en realidad buscando algo más, la entrada secreta. Yo había memorizado los planos de construcción, la entrada a El Búnker no estaba en el escritorio ni en la pared. Estaba oculta bajo una sección específica del suelo o, más probablemente, en la pared detrás de la estantería de vinos. — ¿Y cuál es la próxima jugada, si me permites preguntar? — Dije, girándome de repente para agarrarlo desprevenido. — La próxima jugada es demostrar que yo soy el único que tiene la mercancía real. Y para eso, necesito que uses tus contactos legales. Mañana empezarás a mover papeles para legitimar mis propiedades, auiero que me vendas a la ciudad como un hombre de negocios legítimo, no como un criminal. — ¿Quieres que encubra tu rastro? — Pregunté con una amargura que no pude ocultar. — Quiero que crees una sombra que me permita operar sin ser molestado, eres casi una abogada, úsame. Mientras él hablaba, mi mente corría. Aproveché la distracción mientras él hablaba para moverme por la habitación. Pasé por una estantería de vinos de caoba que cubría toda una pared. Me detuve allí, con los dedos rozando las botellas. — La verdad es que no entiendo por qué no te has deshecho de mí ya. —.Dije, provocándolo, mientras mi mirada buscaba cualquier pista en la oficina. — Sería más simple. Dante se levantó, su paciencia se agotaba. — Porque eres una bomba, Amalia. Si te mato, la prensa y la policía se centran en mí. Pero si te tengo a mi lado, parezco un hombre de familia, un empresario que respeta las tradiciones. Y el desorden de mi padre pasa a ser el problema del FBI, no el mío. Sabía que mentía, él puede sobornar fácilmente a los policías, así que quiere otra cosa de mí. Mientras él se acercaba, yo encontré algo. Detrás de una botella de Burdeos de 1982, mis dedos rozaron una pequeña rendija en la madera, demasiado fina para ser parte natural del panel. Un interruptor, el pulso se me aceleró hasta el cuello, sabía que esa era la cerradura. — ¿Y qué pasa si me descubren? ¿Arruino mi reputación por tí? — Pregunté, retrocediendo estratégicamente de la pared para que él no notara mi descubrimiento. Dante me acorraló contra un rincón de la oficina. Su aliento cálido rozó mi frente. — Tus excusas son una debilidad, Amalia. Y las debilidades se explotan. Mientras esté aquí no te descubrirá nadie, el único que puede eliminarte está en frente de tí. El escalofrío de la amenaza era real, pero el descubrimiento de la cerradura me dió fuerzas. Me deslicé por debajo de su brazo, rompiendo la tensión. — Entonces parece que ambos estamos jugando con fuego. Pero recuerda, Dante, los abogados somos muy buenos encontrando lo que se esconde bajo la superficie. — Y los Moretti, Amalia, somos muy buenos enterrando lo que encontramos. Lucas regresó, llevando mi bolso y una llave electrónica. — La suite de invitados está lista, Señor Moretti. Dante me miró una última vez, con una mezcla de advertencia y anticipación en sus ojos. — Duerme bien, Amalia. Mañana, empezamos a construir tu nueva fachada. Me fui con Lucas, con la mente zumbando. La cerradura estaba allí. El acceso a el Búnker estaba a mi alcance. Mañana, mientras él estuviera ocupado lidiando con su "crisis de reputación", yo no estaría durmiendo. Estaría buscando la forma de abrir ese muro de caoba y bajar a la oscuridad. El juego acababa de comenzar. Y yo era la única que sabía que el verdadero objetivo no era su reputación, sino la verdad que se escondía en las profundidades de L’Ombra.






