Capitulo 14

~ Amalia ~

El motor del Bentley negro ronroneaba con una suavidad extraña mientras nos deslizábamos por las calles de Manhattan.

A mi lado, Dante Moretti era una presencia que reclamaba todo el espacio disponible.

Vestía un esmoquin hecho a medida, tan oscuro que parecía absorber la poca luz que entraba por las ventanillas blindadas.

No había dicho una sola palabra desde que me recogió, pero su mirada recorría mi vestido blanco con una intensidad que me hacía sentir más desnuda que cuando estaba en el escenario del club.

— Recuerda, Amalia. — Dijo finalmente, su voz rompiendo el silencio como un cristal al quebrarse. — No eres una invitada, eres mi mensaje. Si dudas, si parpadeas cuando esos hombres te miren como si fueras carne, nos matarán a ambos antes de que sirvan el primer plato.

— No soy de las que parpadean ante los monstruos, Dante. Creí que te habías dado cuenta. — Respondí, apretando mi bolso contra mi muslo, sintiendo la forma del anillo y una pequeña navaja automática que había logrado ocultar.

— Bien, porque hoy los traidores, estarán escuchando cada susurro que salga de esa sala. Esta cena es para que ellos entiendan que su tiempo se acabó.

Llegamos a la residencia de los Gallo, las personas con las que Dante se tenía que reunir, una mansión muy elegante y costosa.

Al bajar del coche, la brisa nocturna agitó mi cabello rojo, y por un momento, me sentí como un árbol a punto de ser cortado.

Pero cuando Dante tomó mi mano y la colocó sobre su brazo, el calor de su contacto me ancló a la realidad.

No era un árbol en peligro, era una infiltrada.

El gran salón de banquetes estaba iluminado por enormes candelabros de cristal que proyectaban sombras alargadas sobre las paredes.

El olor a tabaco caro, perfume francés y un trasfondo metálico, el olor del dinero y la sangre, llenaba el aire.

En el centro de la estancia, una mesa de roble macizo estaba rodeada por seis hombres de aspecto peligroso.

Al frente, sentado como un patriarca de otra era, estaba Don Lorenzo Gallo. Sus ojos, hundidos y sabios, se fijaron en nosotros de inmediato.

— Dante Moretti. — La voz de Lorenzo era un susurro áspero. — Has tenido la osadía de convocarnos bajo el pretexto de una "nueva era". Y traes compañía.

Dante me condujo hacia la mesa con una confianza que rozaba la insolencia.

No esperó a que nos ofrecieran asiento, él mismo retiró mi silla y luego se sentó a mi lado, dominando la cabecera.

— Don Lorenzo, caballeros. — Dijo Dante, su voz resonando con una autoridad que no admitía réplicas. — Permítanme presentarles a Amalia, mi pareja, mi socia, y pronto, la mujer que llevará el apellido Moretti.

Un murmullo de sorpresa y desdén recorrió la mesa.

Vi a los hombres intercambiar miradas de incredulidad.

La hija del ejecutivo Barnes, la protegida de la vieja guardia, del brazo del "joven lobo" que estaba desafiando a su propio padre.

— ¿La hija de Barnes? — Preguntó uno de los hombres, con una mueca de asco. — ¿Te has aliado con quien intentó sabotearnos, muchacha? ¿Tu padre sabe que estás cenando con el hombre que busca enterrar su legado?

Sentí que la sangre se me subía a las mejillas, pero recordé las palabras de Dante, no parpadees.

— Mi padre está en un coma del que no regresará pronto, señor. — Dije, mi voz firme, cargada de una frialdad que sorprendió incluso a Dante. — Y su legado no es una pieza de museo que deba ser protegida por hombres que temen al cambio. Dante representa el futuro de lo que mi padre y ustedes construyeron. Estoy aquí porque soy la única que entiende que para salvar el imperio, hay que purgar las manzanas podridas...

Dante colocó su mano sobre la mía encima de la mesa.

Fue un gesto posesivo, cargado de simbolismo para los que observaban.

— Mi padre les ha prometido poder, pero lo que les está vendiendo es inestabilidad. Amalia y yo representamos la estabilidad, el dinero y la fuerza de los Moretti unidos.

Lorenzo Gallo se inclinó hacia adelante, observándome como si fuera un plano de ingeniería que intentaba descifrar.

— Es una jugada audaz, Dante. Usar a esta chica para legitimar tu ascenso. Pero, ¿cómo sabemos que ella no es un caballo de Troya? ¿Cómo sabemos que no está aquí para buscar venganza por lo que le pasó a su padre?

Dante apretó mi mano, un aviso silencioso.

Sabía que esta pregunta vendría.

Era el momento de la verdad, el drama en su punto más álgido.

— Porque Amalia sabe que la única forma de encontrar justicia en este mundo es estar al lado del hombre que tiene el poder de impartirla. —respondió Dante por mí, mirándome a los ojos con una intensidad que me hizo cuestionar si él mismo creía lo que decía. — Ella sabe que yo no soy su enemigo, su enemigo es la debilidad de la generación anterior.

Dante definitivamente no se esperaba que yo estoy haciendo todo esto solo por venganza.

La cena transcurrió entre platos de plata y conversaciones cargadas de amenazas.

Cada vez que uno de los Gallo intentaba ponerme a prueba, yo respondía con la agudeza que había aprendido en los tribunales y la frialdad que me había dado el rifle de francotiradora.

Estaba ganando su respeto, o al menos, su duda.

Sin embargo, el momento de mayor tensión ocurrió cuando Lorenzo levantó su copa de vino tinto.

— Un brindis. — Dijo, sus ojos brillando con una malicia antigua. — Por la nueva pareja, que su unión sea tan duradera como el concreto... y que nunca tengan que descubrir qué sucede cuando uno de los dos traiciona al otro.

Bebí el vino, sintiendo que sabía a cenizas.

Mientras los hombres reían y empezaban a discutir rutas de distribución, Dante se inclinó hacia mi oído.

Su aliento rozó mi lóbulo, enviando una descarga eléctrica por todo mi cuerpo que odié sentir.

— Lo estás haciendo perfecto, Amalia. — Susurró— Los traidores ya debieron haber recibido la noticia. Mañana, todo Nueva York creerá que eres mía, y una vez que el mundo lo crea, no habrá vuelta atrás para ti. Estás marcada por el apellido Moretti.

— Esto es solo un negocio, Dante. — Le devolví el susurro, sin mirarlo. — No confundas la actuación con la realidad.

— La realidad es lo que yo decida que sea. —Respondió él, volviendo a su postura de poder.

Cuando la cena terminó y nos escoltaron hacia la salida, sentí que había sobrevivido a un naufragio.

Pero mientras caminábamos hacia el Bentley, vi a lo lejos, en las sombras de la entrada de servicio, a Marcus.

Estaba hablando por teléfono, su rostro más sombrío de lo habitual.

Al verme, cortó la comunicación de inmediato.

Un escalofrío me recorrió. ¿Para quién trabajaba realmente Marcus? ¿Dante me estaba protegiendo de los traidores, o me estaba usando como un escudo humano para una guerra que él mismo había provocado?

Subí al coche, con el vestido blanco ahora sintiéndose como mi propia jaula.

Había logrado que la mafia me aceptara, había logrado acercarme a Dante, pero el precio era que ahora el mundo me veía como la mujer de un monstruo.

Y mientras Dante cerraba la puerta y ordenaba al chofer que nos llevara a L'Ombra, supe que la verdadera prueba no había sido la cena, sino lo que vendría después, cuando estuviéramos a solas sobre el suelo de El Búnker.

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