El vino sobre mi vestido parecía haber opacado toda la cena con el hombre misterioso, pero en realidad había sido todo lo contrario. Luego de disfrutar juntos la comida, el sonido de mi móvil hizo que me apartara de la mesa.
Era del hospital, mi madre tenía mucha fiebre.
Me despedí apresurada del hombre de la máscara y de nuevo como siempre su amabilidad se podía sentir. Salí apresurada a buscar un taxi, pero en la salida del restaurante un hombre alto, fuerte, vestido de negro me detuvo.
―¿A dónde crees que vas? ―Observó su reloj y dirigió su mirada a la mesa donde aún estaba el cliente misterioso.
―Tengo que retirarme―dije nerviosa intentando pasar a la salida.
―Tu cita con tu cliente no ha terminado. No puedes irte así. Es hora de que se cumplan las reglas.
―Lo sé, pero…
―Tendré que llamar al Sr Sergio…
―No, por favor―Le supliqué, y mientras intentaba que dejara irme, el cliente de la máscara se acercó.
―¿Qué sucede? ―preguntó dirigiéndose al hombre de negro.
―Ella no puede retirar