5. Nos han traicionado.(En la actualidad)

La vida da muchas vueltas, los sentimientos aún más, sentimientos encontrados, sentimientos que deseas sacar fuera, pero que a pesar de eso persisten arraigando aún más profundo, añoranzas que se vuelven necesidad, como la necesidad de buscar lo perdido, mezclando a la nostalgia de nuevos comienzos que te hacen ver más allá... Explorar nuevos mundos, donde conoces a más personas, personas que no deseas dejar, pero que al volver al punto de partida debes soltar de algún modo... Quieras o no quieras, esperando volver a encontrarlas en el camino o tal vez no, con pesar o alegres en la despedida, eso no importa, lo fundamental es haberse conocido y haber compartido un momento efímero del camino, pero no por eso menos valioso.

Ethan pasando por el peor de sus momentos. La vida perfectamente en orden que llevaba prácticamente se le había escapado, lo que era inaceptable para alguien como él, sobre todo por las complejidades de su trabajo.

Russell no era un santo, y es que a sus 35 años ya había estado casado tres veces, su último matrimonio había acabado por una de sus infidelidades y es que se autodefinía como un gato, si su pareja no estaba dispuesto a procurarle la atención que demandaba, buscaba quien se la diera, para después volver a casa como si nada, esperando ser acogido de nuevo, pero una vez más la cosa terminaba con maletas, decepción, una despedida ausente y con él aferrado a una botella de whisky como única amante, esperando poder exprimirla hasta la última gota y ahogar las penas en ese delicioso y carísimo licor ambarino. Pero duraría poco, Ethan Russell, lo máximo que se permitía llorar o autocompadecerse era una noche. Después de eso, la persona que lo abandonaba se convertía en menos que un recuerdo. Porque quien no estuviera a su lado, no tenía derecho a seguir formando parte de sus recuerdos.

— Bradley no es el momento.

Bradley quiso decir algo más la mirada fría de Ethan le hizo entender que su jefe no estaba en condiciones para escuchar a nadie, algo le decía que el trabajo que llevarían a cabo en Rusia saldría mal, aun así se calló, bajó la cabeza levemente y salió de la habitación, no importaba lo que ocurriera él cuidaría de Ethan.

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Dimitry era la sombra de Vladímir, su hombre de confianza, el maestro y protector al que Alexei Ivanov había encargado adiestrar a su hijo desde hacía más de 4 años, el día en el que decidió que debía dejar de ser el débil niño que era y convertirse en el hombre que un día lo sucedería, en su digno heredero y sucesor.

Dimitry no se contenía a la hora de mostrarse cruel, sanguinario y un asesino implacable que se había encargado de borrar cualquier rastro de compasión del joven y, gracias a su adiestramiento, lo había vuelto insensible a cualquier tipo de piedad y respeto por la vida humana. En ese momento, Vladímir, podía ordenar a su hombre matar a alguien con una simple mirada y quedarse a verlo sin que le provocara emoción alguna. Y eso hizo sin mover un solo dedo, mientras Dimitry apuntaba a la cabeza de dos de sus hombres y apretaba el gatillo ejecutándolos sin tan siquiera cuestionarse las razones que el joven rubio tenía y es que los muertos no pueden hablar y por nada del mundo dejaría su secreto en manos de alguien en quien no confiara, por mucho que fueran sus propios subordinados, la mayoría de quienes lo rodeaban no eran más que mercenarios y los mercenarios se venden al mejor postor.

— ¡Márchate! ¡Que te largues dije! — Gritó el joven Ruso oyendo las sirenas de la policía a lo lejos mientras exigía a la única persona en el mundo que le importaba que abandonara el lugar, yo soy prescindible, tú no, todo terminará si tú caes y entonces jamás nos haremos los dueños del mundo como una vez soñamos — sonrió con amabilidad y cierto toque infantil en la mirada recordándole la promesa que se hicieron.

Su interlocutor titubeó por un momento observando a los dos rusos muertos a los pies del chico que le estaba rogando que abandonara el lugar, sabía que tenía razón, pero el peso de dejarle solo no era suficiente como para terminar con todos sus planes cuando apenas acababan de empezar, asintió apretó su mano un instante en un gesto silencioso que significaba mucho para ambos y huyó del lugar con un gran peso que parecía oprimirle el corazón.

Así fue como la policía encontró al joven y único nieto del dirigente más importante de la mafia rusa, con las manos tan metidas en la masa que ni siquiera él podría librarlo de pasar unas vacaciones entre rejas, junto a su hombre de confianza, Dos hombres muertos a sus pies y un importante cargamento de armas de última generación procedentes de los Estados Unidos. Sin duda no había otra opción que bla cárcel por mucho que se acepillara Ivanov. A menos que estuviera dispuesto a hacer un trato.

— Eres solo un crío por muy poderoso que te sientas… El príncipe ruso — dijo el policía burlón, haciendo alusión al apodo con el que el chico era conocido — un príncipe con facciones tan dulces que parece una princesa— Se burló— no aguantarás ni una semana en la cárcel, nada de chicas, nada de coches de lujo y muchos matones necesitados que no dudarán en convertirte en su puta, la puta de un montón de tipos duros y ansiosos por romperte el culo, sin duda no serán unas vacaciones para un crío mimado como tú, pero si me das su nombre, únicamente un nombre, serás libre.

Aún recordaba el trato que le había propuesto aquel Policía, delatar a esa persona no era una opción para él aunque fue fácil disfrazar su silencio con lealtad hacia su padre, su padre ese hombre que solo había servido para preñar a su madre y mandarlo a un internado hasta que tuvo la edad suficiente para dejar de ser molesto, todavía no entendía como su abuelo había engendrado a alguien como él, o tal vez los Ivanov descubrían el instinto paternal en la vejez, al fin y al cabo se decía que su abuelo era un hombre muy distinto desde la muerte de su tío Dorian, pero lo más importante era que nadie sabría nunca a quien protegía en realidad. Era un dato irrelevante, los Ivanov valoraban el honor y la lealtad por encima de todo, la entereza con la que había fallado y asumido la sentencia sería recompensada. La familia siempre se cubría las espaldas, mientras no los involucrara, todo era perfecto y estaba seguro, que dentro de la cárcel ellos lo protegerían, su familia era poderosa y lo sacarían de allí lo antes posible. Y si ellos no lo sacaban, Jessie lo haría.

Pero era cierto, la cárcel había resultado más dura de lo que esperaba, a pesar de todo, por suerte tuvo un gran número de presos que lo protegían desde el momento en que pisó aquella cárcel, ya fuera por afinidad, pertenencia a la familia o porque esperaban recibir futuros favores procedentes del muchacho y sus allegados, estaba claro que sin ellos, su vida allí dentro habría sido mucho más dura.

*******

— ¡Nos han traicionado!

Ethan escuchó el grito de alarma entre sus hombres demasiado tarde, la policía local de San Petersburgo junto con integrantes de la CIA los tenía rodeados a todos sin darles ninguna posibilidad de escapar.

— Debes irte.

— ¿Irme a dónde Bradley? Crees que los dejaré solos.

Por supuesto que Ethan no los dejaría, no confiaba en ninguno de sus hombres, solo en Bradley, por eso se quedaría, no les daría la posibilidad de seguir traicionándolo. Mataría a todos y después encontraría la forma de salir, no por nada tenía el mejor abogado, Reginald tendría que demostrar que era el mejor y que el sueldo estratosférico que le pagaba valía la pena.

— La cárcel puede ser parecida a tomarse unas vacaciones. ¿No es así agentes? Comida y hospedaje gratis.— Se burlaba Ethan Russell al ser esposado sin apartar la vista del agente que lo estaba deteniendo.— Adelante puede llevarme dónde guste.— Añadió al ser empujado hacia una de las camionetas negras de los agentes.

— Parece que esta es la semana de la realeza — Se burlaba el guardia — hace unos días cayó el príncipe de los Ivanov y ahora Russell, el maldito rey de Nueva York, con suerte hasta les toque compartir celda y puedan jugar a los cuentos de hadas juntos.

Las risas se escucharon por todo el furgón y Russell solo bajó la cabeza para ocultar su sonrisa, esa información le serviría de mucho dado su situación, aún recordaba a ese joven de su corta estancia en la casa Ivanov, cuatro años atrás, aunque entonces el chico era solo un crío que parecía seguirlo allá donde iba o quizá era el propio Ethan quién no lograba quitarle la vista de encima y le parecía que estaba en todos los rincones de la m*****a mansión, en aquel momento le pareció un problema que tenía que evitar, demasiado lindo, demasiado joven, demasiado sexy sin siquiera saber que lo era, no podía más que traerle muchas complicaciones, ahora veía que su mala suerte no era tan mala, y tal vez, solo tal vez, necesitara eso, además, conocía bien al viejo Ivanov y lo mucho que apreciaba a su nieto, sobre todo después de la muerte de Dorian, su Benjamín, a manos de una familia rival, jamás se conocieron los detalles, solo que todos los integrantes habían muerto a los pocos días.

No desaprovecharía la oportunidad y lograría terminar en la misma cárcel, conociendo al joven, se metería en problemas y él podría salvarlo, incluso enamorarlo, no le costaría nada y haría su estancia confortable y mucho más agradable, porque él era el rey de cualquier lugar al que fuera y, sin duda sería el rey de la cárcel también, aunque tuviera que utilizar a ese crío y jugar con sus sentimientos.

Guardó esos pensamientos para él y fingió dormir dejando a los dos agentes hablar sin prestarle más atención; sin embargo, alguien en esa camioneta sabía o se imaginaba lo que esa información significaba para Ethan Russell y ese era Bradley, su hombre de confianza y quién también había sido apresado y experimentaba una extraña sensación que se acercaba bastante a los celos, celos provocados por los recuerdos de un pasado no tan lejano que parecía volver a la vida de su jefe.

Lo peor de sentir celos era saber que no tenía derecho a experimentar esa clase de sentimientos. Porque para su jefe él jamás dejaría de ser un empleado, su mano derecha, no importaba cuan leal fuera, cuan dispuesto estuviera a arriesgar la vida por él. Ethan Russell parecía indiferente a sus sentimientos.

Ethan, no era un mal jefe, todo lo contrario, aunque no correspondiera sus sentimientos de la forma que Bradley desearía, sabía muy bien como pagar la lealtad.

Sin duda lo peor de no ser correspondido era no poder odiarlo y obligarse a permanecer a su lado, porque era mejor morir por él, que ser repudiado por el hombre que se había convertido en su obsesión.

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