Capítulo 04. De vuelta a una vida llena de sorpresas

10 MESES DESPUÉS

   —Puja una vez más, ya casi estamos —exclamó la doctora dando ánimo—, es un hermoso y sano varón —exclamó tomando al infante en el aire.

   Maddison estaba totalmente roja por el esfuerzo y sonrió de dicha al ver a su pequeño milagro, el bebé indignado lloraba y Maddison lloró sintiendo también mitad alegría y mitad desesperación.

   —Por favor, permítame cargar a mi hijo —suplicó ella llena de pena.

   —Debemos llevarlo a revisión.

   —Solo un instante, por favor —insistió y las esposas en las muñecas no le permitieron moverse.

   La doctora se conmovió y puso al infante en el pecho de Maddison un instante.

   —Hola mi amor, sí eres muy hermoso, te prometo que pronto estaremos juntos —dictaminó Maddison al bebé y le dio un beso en la cabeza antes de que lo arrancaran de ella.

   —Ya debo llevármelo.

   —Su nombre es Asher —pronunció Maddison llorando inconsolable al ver cómo le quitan a su hijo recién nacido de su lado, dejándola con una profunda pena y pocas esperanzas.

   Desde hace meses, Maddison está en una cárcel de máxima seguridad, acusada de complicidad con terroristas.

   No había tenido abogado o mucho menos juicio, cada vez que lo exigía le daban una paliza y con cada golpe mataban un poco más su humanidad.

   Decepcionada del mundo, pero con más ganas de vivir que nunca enfrenta una culpa injusta.

   Maddison solo había podido sobrevivir por amor a su hijo, sabe que lo encontrará algún día que salga de aquí.

   No sucumbió ante la depresión postparto, tampoco a las torturas, su mente se protegía con los momentos felices que duraron muy poco tiempo, de no haber tenido un hijo habría pensado que eran producto de su imaginación.

   Momentos en una isla desierta caribeña al lado de un prepotente teniente el cual se convirtió en el único hombre que ha amado.

  Eso y algo más la mantuvieron atada a la cordura.

   Deseos de venganza.

   Maddison descubrió que no solo era una esposa de mentira presa en una jaula de oro, encubría sin saber un enorme convenio entre Palermo Shipping y terroristas de Oriente Medio.

   Su padre debió haber sido contactado, pero no sabía nada de él, menos de su esposo, no sabía nada de nadie o cuántos días habían pasado desde que llegó, tampoco sabe cuánto tiempo ha pasado desde que tuvo a su hijo.

   Su vida se limitaba a un poco de sol de vez en cuando en un patio y un calabozo con ratas como compañía.

   — ¡Maddison Palermo! —Gritó una mujer guardía de la cárcel—, levántate, te irás de aquí.

   Maddison se levantó del rincón de aquel cuchitril y no lo podía creer.

   — ¿Está jugando? Inquirió dudosa, la tortura tenía muchos matices y la esperanza era la peor.

   — ¿Acaso te quieres quedar? Lárgate de aquí, te están esperando.

   El sol le hizo daño a sus retinas, se sintió mareada estando en libertad, no podía creer cuando abrieron una puerta de seguridad y más allá estaba Daniel, su buen y mejor amigo que corrió hacia ella y la cargó haciéndola dar vueltas en sus brazos.

   Maddison lloraba de alegría y nostalgia.

   —Daniel, ¿cómo lo lograste?

   —Te lo dije, yo te cubro —enfatizó Daniel llorando con ella y volviendo a abrazarla.

   —Ay Daniel me han pasado tantas cosas.

   —Tranquila Maddy, te presento a Rowina Matthew, ella es tu abogada.

   Maddison le dio la mano.

   —Muchas gracias —pronunció emocionada.

   —Encantada de conocerla, bienvenida de nuevo a la vida —decretó la joven morena con una sonrisa.

   Poco después conversaban los tres en una habitación de motel.

   —Para mañana regresamos a la realidad de su vida señora Hamilton.

   —No me llame así por favor, ser la señora Hamilton arruinó mi vida.

   —Pero ya eres libre Maddy, puedes iniciar una nueva vida, ya la pesadilla terminó —le propuso Daniel emocionado.

   Maddison sonrió, pero negó con la cabeza.

   —Yo tuve un hijo —informó Maddison y Daniel puso la mano en su boca completamente anonadado—. Necesito encontrarlo, me lo quitaron y no me informaron que sería de él; dedicaré mi vida a encontrarlo.

   —Amiga, cuanto has pasado.

   —No te preocupes Daniel, mi hijo fue fruto del amor.

   — ¿Pero cómo es posible? ¿De quién te enamoraste?

   —Del teniente que me rescató, con él pasé los momentos más felices que tuve en mi vida en una precaria isla desierta a él también lo llevaron detenido otros militares.

   —Dios mío es increíble el abuso de poder de la anterior administración de estado —se quejó la abogada—, Maddison, ¿cómo se llama es teniente? Tengo un amigo que es abogado militar, si le hicieron corte marcial podrá averiguarlo.

   Maddison negó con la cabeza.

   —Solo sé que es el teniente Lobo —masculló Maddison—. Yo tampoco le di mi identidad.

   — ¿Por qué? —preguntó Daniel que seguía llorando por el sufrimiento de su amiga.

   —Por cobarde —declaró Maddison—. Él pensaba que los dueños de Palermo Shipping éramos corruptos y no quería que… bueno…

   —Qué te juzgara —completó Daniel.

   — ¿Cómo podría defenderme? Ni yo misma entiendo nada. Mi firma estaba en cada envío de mercancía, mi culpabilidad era obvia, creí que no me creería, y yo me enamoré de él, temí a su rechazo.

   La abogada suspiró.

   —Bueno, un paso a la vez, averiguaremos qué pasó con su hijo, debe estar en el sistema y mientras tanto mi amigo militar averiguará por ese teniente, no se preocupe, los encontraremos.

   Como la abogada prometió pronto tuvo noticias, el pequeño de Maddison era el único nacido en aquella cárcel en ese tiempo, solo necesitaban pruebas de ADN para determinar que conseguían al niño correcto, Maddison estaba emocionada y a la expectativa, no solo su hijo regresaría a ella, también podría conseguir al teniente Lobo, el abogado militar con el amparo de encontrar a los progenitores del menor exigió los datos del teniente.

    La abogada llegó con el abogado militar y una representante de servicios infantiles a la casa de Maddison.

   Cuando ella vio que la doña se bajaba del vehículo con un bebé en brazos lloró de alegría y corrió a cargarlo, este era su milagro, el fruto del amor de dos personas desesperadas y anhelantes de cariño.

   —Maddison el abogado te trae noticias del padre de tu hijo, pudo encontrarlo.

   Maddison vio las caras angustiadas de los abogados y un horrible presentimiento de pérdida invadió su pecho empañando su felicidad.

   —Pero ¿por qué me lo dices con esa cara? Si no vino con ustedes es que es algo malo. Por favor, no me digan que está muerto.

   TRES MESES DESPUÉS

   A la puerta de la mansión Hamilton Palermo llegó un hombre, entró mirando a su alrededor de forma autoritaria con la barbilla en alto y las manos en la espalda.

   —Informe a la señora Maddison Hamilton que necesito verla.

   —Señor, la señora no está —declaró Paquita celosa de su buena señora—. Ella está trabajando, no puede quedarse, haga una cita con ella para que pueda regresar.

   El hombre la miró sin cambiar su expresión.

   — ¿Acaso el señor de la casa necesita del permiso de la esposa para quedarse en su casa?

   La anciana abrió los ojos como platos.

   —Pero usted, ¿Usted es?

   —Soy Logan Hamilton, el dueño y señor de esta casa.

   La mujer arrugó su delantal con las manos y no sabía qué hacer.

   El llanto de un infante llenó la estancia.

  Logan arrugó las cejas.

   —Perdón señor, el bebé me necesita.

   — ¿Acaso también tiene al padre de esa criatura metido en la casa? 

   Paquita no dijo ni una palabra y prefirió correr lejos de ese hombre que es su patrón.

   Maddison llegó a la casa, cansada, lo primero que hizo fue deshacerse de los zapatos de tacón.

   — ¡Paquita!

   La anciana corrió hacia ella.

   —Señora, el señor de la casa la está esperando.

   —Logan Hamilton está aquí —Maddison negó con la cabeza—. De haber sabido que era lo que hacía falta para que me diera la cara lo hubiera hecho antes. ¿Y dónde está?

   —Pidió una habitación, dijo que le informaran cuando llegara para hablar con usted en el despacho.

   —Pues primero veré a mi hijo.

   —Señora, el señor está molesto…

   —Que espere, yo esperé muchos años por él, puede esperar unos minutos.

   Maddison quería tiempo para calmarse, no sería fácil enfrentar a Logan Hamilton, pero lo esperaba, sabía que con lo que había hecho aparecería.

   «Ya no soy una niña» Pensó en burla por su carta.

   Logan escuchó la puerta y tuvo que respirar profundo para calmarse.

   Él trató de actuar por las buenas, estaba convencido que la avaricia de los Palermo no tenía límite.

   —Esa chiquilla embaucadora y tramposa está muy equivocada si cree que va a seguir exprimiendo el apellido Hamilton.

   Cuando sus abogados le informaron que Maddison Hamilton Palermo reconocía un hijo fruto de su matrimonio como Asher Hamilton Palermo casi le da un infarto, su novia estaba que trepaba las paredes, muy furiosa le exigía arreglar el asunto de su divorcio; Logan no podía estar más de acuerdo.

  Su vida era un completo caos, quería hacer bien las cosas, estaba comprometido y quería cumplir, porque ya tampoco era lo que deseaba.

   Su corazón estaba en otra parte perdido, pero su esposa jamás colaboraba, complicaba más su existencia.

   Logan no esperó porque Maddison le indicara que podía verlo, caminó por la enorme mansión buscándola.

   La vio encorvada sacando un bebé de una cuna, solo su silueta y su trasero en pompa podía ver, se llenó de rabia.

   «¿Hasta cuándo tendré que soportar a los Palermo? Son sabandijas de la peor calaña»

   —Cómo Palermo Shipping no puede seguir contrabandeando recurres a la treta de tener un hijo Hamilton, son de lo peor tú y tu padre.

   Maddison se quedó congelada, su corazón latía a millón, aunque se había preparado para este momento igual estaba muy nerviosa.

   Sentía rabia con él y mucha, cuando decidió reconocer a su hijo como un Hamilton lo hizo en un momento de rabia, creyendo que de todos los hombres del mundo era Logan Hamilton el más ruin.

   Ahora esperaba no haberlo complicado metiendo el niño.

  También sintió tristeza y mucha nostalgia por su voz, como siempre su arrogancia en cada palabra, era él y estaba a punto de verla.

   El bebé lloró y Maddison volteó a encarar a su marido con el niño en brazos.

   — ¿Pero qué es esto? —Inquirió Logan y dio un paso atrás como si hubiera recibido un golpe—, Hayley ¿Qué haces aquí?

   —Hola teniente, ¿quieres conocer a tu hijo?

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