Capítulo 03. No cumpliré esa orden

  El pelotón de oficiales Navy SEALs a cargo del teniente Lobo estaba llegando al portaaviones en aguas internacionales frente al Mar Caribe.

   El comandante Paterson los espera.

   —Bienvenido teniente —El comandante le dio la mano al teniente después del acostumbrado saludo militar, demostrando tenerle afecto—. Sé que tu descanso era más que merecido y lamento ordenarte venir con tus hombres.

   —No hay problema Paterson, pero me debes una muy grande y posiblemente tu invitación a mi boda se pierda en el correo —contestó el teniente sonriendo.

   El comandante sonrió mostrando acentuadas líneas de expresión.

   —No culpo a tu novia si se pierde mi invitación, pero esta misión será algo rápido y no quise confiar en otro equipo.

   Unos minutos después dentro de una sala de operaciones el comandante mostró en una pantalla detalles de la misión.

  —Según información fidedigna, la empresa de envíos marítimos Palermo Shipping sirve de tapadera a una empresa exportadora, las mercancías de contrabando se intercambiarán en el mar y de allí van a Oriente Medio con contrabando nuclear —el comandante les mostró entonces los rostros de los objetivos—. No sabemos cuántos más hay a bordo, pero el presidente no quiere escándalo. Su misión es ejecutar a toda la tripulación y hundir el buque.

   — ¿Qué hay de la empresa de transporte? —preguntó el teniente Lobo muy serio.

   —No nos corresponde a nosotros, solo nos interesa acabar con la amenaza terrorista. En cuestión de minutos estarán llegando a hacer el contrabando, alístense, un helicóptero los llevará y luego los sacará de allí.

  El comandante salió de la sala y todos a prepararse, uno de ellos al que apodaban Vaquero se acercó al teniente.

   — ¿Todo bien, lobo?

   El teniente lobo observó a su amigo y su expresión no cambió.

   — ¿Por qué no habría de estarlo?, solo es una misión más…

   Sin embargo, media hora después, salvó a una mujer de la tripulación, cuando la orden era matar a todos.

   — ¡Por favor no me mate! —suplicó Maddison con las manos en alto y la cara ensangrentada.

    El teniente bajó la parte de abajo del pasamontañas y puso sus lentes sobre el casco, pero Maddison seguía viéndolo todo negro.

   —Póngase la chaqueta del hombre y salgamos de aquí.

   Maddison no quería tener nada de ese hombre asqueroso, pero vio que su camisa estaba destrozada y tenía los pechos al aire, se la puso sin protestar.

   El teniente la haló sin delicadeza y en cuanto salieron no corrieron como ella quería.

   La paró frente a él y la miró en silencio haciéndole señas con el dedo sobre la boca indicando que debía callar.

   Maddison se concentró en los ojos del soldado que se veían muy azules contrastando con la grasa negra que tenía en el rostro.

   Él señaló con sus dedos índice y medio sus ojos y más allá, indicando que su objetivo era la salida y la mantuvo atrás de él.

   Entonces Maddison escuchó disparos y gritos masculinos.

   —Aquí Lobo uno, voy en camino.

   — ¿Qué está pasando? —susurró Maddison.

   —Ya mis hombres tomaron el barco —él señaló en su oído un intercomunicador.

   En cuanto salieron a la cubierta del barco, Maddison vio impresionada la cantidad de hombres muertos dispersos por todas partes.

   Con el suéter limpiaba su cara que era un conjunto de sangre, sudor y lágrimas.

   Otro militar se acercó a ellos y Maddison se escondió detrás del soldado salvador.

   —El paquete fue entregado, señor.

   —Terminamos aquí vengan por nosotros —el teniente dijo en una radio y varios militares se acercaron.

   —Señor, las órdenes fueron… —objetó otro soldado en voz baja.

   —Soy consciente de las órdenes —contestó el teniente al otro militar que bajó la cara.

   Maddison quiso decir que era la dueña de la empresa naviera, pero no podía hablar, solo lloraba y sentía que no podía respirar.

   —Aquí Lobo uno, solicitó permiso especial, repito, necesito permiso especial —decía el teniente Lobo por la radio.

   Madison se aferraba a su salvador que aunque había sido tosco, no confiaba en nadie más, él hablaba en clave y ella apenas comprendía, le contestaron por radio.

   *Negativo teniente, denegado…* Advirtió el comandante Paterson por radio, pero el teniente lo interrumpió.

   —No cumpliré esa orden —espetó y ahora Maddison sabía que su salvador era el jefe de este equipo.

   *Lobo ¿te das cuenta en el enorme problema que me metes?* —Inquirió el interlocutor de forma personal.

   —Asumo toda la responsabilidad, pero ella es inocente.

   Maddison sintió alivio, el teniente Lobo la protegía.

   Por un instante hubo silencio al otro lado de la radio y todos se veían tensos.

   *Tráela, me encargaré de explicarlo.*

   —Gracias Paterson…

   *Solo regresen, teniente.*

   —Copiado señor.

   El teniente empujó a Maddison dentro del helicóptero y subió de último, y cuando estuvieron alejados del barco se sentó frente a ella.

   — ¿Es usted americana? —Le preguntó.

   A Maddison aún no le salían las palabras, solo afirmó con la cabeza.

   Entonces el teniente sacó un mando de uno de los bolsillos y presionó el botón y el sonido de una explosión hizo brincar a Maddison de la impresión.

   Con lágrimas en los ojos pudo ver como el buque estaba en llamas.

      Aterrizaron en un portaaviones y fue el teniente Lobo quién la agarró del brazo, igual que antes sin ninguna delicadeza y la entregó a un hombre mayor con el pecho lleno de condecoraciones.

   —Comandante, solo sabemos que es americana.

   —Teniente ¿está completamente seguro que no forma parte de los subversivos? —Preguntó al verle la camisa con camuflaje de campaña.

   Maddison negó con la cabeza, jamás se sintió tan nerviosa antes.

   —Paterson, un desgraciado estaba a punto de violarla cuando llegué, yo le dije que se pusiera eso para cubrirse —expresó el teniente en voz baja.

   —Qué bueno que fuiste tú; sin embargo, me dejas en un aprieto.

   El teniente sonrió.

   —Consideremos que estamos a mano y ya no me debes nada. Me aseguraré de que tu invitación no se pierda en el correo.

   El comandante se echó a reír y tomó a Maddison del brazo.

   —Ya cálmese jovencita, está usted segura conmigo —la reconfortó y la llevó en dirección contraria a donde caminó el teniente Lobo.

   A Maddison la llevaron a una sala con un sofá cómodo y enviaron a una mujer militar con ella, después de un rato por fin pudo hablar.

   —Señorita, mi nombre es Maddison Hamilton y la guardia costera debe saber de mi desaparición, si pudieran llamar a Víctor Palermo, él es mi padre.

   Lobo se dio un baño y se cambió al uniforme de campaña, estaba desesperado por regresar a sus vacaciones, en cuanto llegó a la caja fuerte a buscar su arma lo alcanzó su compañero Vaquero.

   —Lobo, a Paterson lo asignaron a una misión de emergencia, se lo acaban de llevar en un helicóptero sin explicaciones.

   — ¿Y la chica? 

   —Vinieron dos hombres de inteligencia por ella.

   — ¿Inteligencia?, pero qué carajo, esa chica no es terrorista —espetó Lobo y caminó a paso rápido.

   Lobo pudo ver como empujaban a Maddison en contra de su voluntad y corrió hacia los hombres.

   — ¿Qué es lo que pasa aquí? —Preguntó el teniente Lobo a los soldados que arrastraban a Maddison

   —Atrás, soldado, no es su problema —contestó uno de ellos.

   —Soy teniente ¿Dónde está el comandante Paterson? Él está a cargo de la chica.

   —No sabemos, y nuestra misión es trasladar a la sobreviviente del buque de envíos.

   —Al diablo, esa misión es clasificada, ustedes no deberían saber nada al respecto. ¿Quién la manda a buscar?

   —No es su problema teniente.

   Lobo miró a Maddison, era en verdad muy joven, pelirroja, aunque la cantidad de golpes en su cara no le permitieran verle bien las facciones.

   —No se la llevarán, primero debo comunicarme con el comandante Paterson —insistió el teniente.

   Uno de los soldados sacó su arma y se desató el infierno, los soldados comenzaron a disparar en contra del teniente y sus hombres.

    Maddison no supo cómo lo hizo porque no lo pensó, pero lo aprendido en clases de defensa personal para mujeres le sirvió.

   Le dio un pisotón y un cabezazo al hombre que la sujetaba y corrió, escuchó disparos y no le importó, pidiéndole a su madre que desde el cielo la proteja, ni siquiera se encorvó.

   Solo corrió, pero otro hombre la agarró y la llevó a un helicóptero.

   — ¡Teniente Lobo! —Gritó Maddison a todo pulmón y mordió la mano del hombre que la puso en su boca.

   —Perra—, el hombre le dio un golpe contundente con la culata de su arma en el rostro y Maddison no supo nada más de ella.

   —Maldición Vaquero, estos no son militares, son mercenarios, cúbreme, no dejaré que se la lleven —exclamó el teniente a su amigo.

   Lobo corrió y su equipo disparó a todos los que los atacaban, a duras penas logró montarse en el helicóptero.

   Lobo golpeó al primer hombre que encontró y lo utilizó como escudo humano, fue un momento de muchos disparos en todas direcciones.

   El teniente logró acabar con los mercenarios y fue por los controles del helicóptero quitando al conductor muerto, descubrió que estaban dañados por las balas, el helicóptero no respondía e iban a toda velocidad.

   Él no tenía tiempo de maniobras, y todavía debía buscar a la mujer.

   La encontró tendida en el suelo, tocó su pulso y aliviado constató que estaba viva, solo desmayada.

   La cargó y se arrojó al mar con ella antes de estrellarse y morir dentro del helicóptero.

   En la mansión de los Palermo, Daniel había llegado apenas vio zarpar al barco con Maddison dentro, Víctor estaba muy preocupado por su hija y entonces recibieron la noticia del hundimiento del buque.

   Daniel desesperado lloró por su amiga y Víctor no podía creer que había perdido a su hija.

   —Maddison subió a ese barco a buscar respuestas, usted es el culpable —acusó Daniel a Víctor—, la  obligó a casarse con un mafioso.

   — ¿De qué hablas amanerado? —Espetó Charlotte señalando a Daniel—, lárgate de aquí con tus teorías conspiratorias.

   —Yo llegaré al fondo de esto —señaló a Víctor con impotencia y determinación.

   Víctor estaba destruido y lloraba con las manos cubriendo su rostro, Daniel salió dando un portazo.

   —Yo tengo la culpa de que muriera mi hija —gritó Víctor.

   —Cállate Víctor, esto fue una tragedia, pero nadie mandó a Maddison a meterse en ese buque.

   —Ella subió porque sospechó del contrabando, nunca debí escucharte, sabía que debía alejarme de Tom, ahora mi hija murió.

   —Víctor, no debes nombrar a Tom jamás, mi amor, cálmate, vamos a que te acuestes un rato, no puedes dejarte caer, yo te necesito.

   Víctor se dejó llevar a la habitación y su esposa le dio medicamentos para hacerlo dormir, con cariño de una madre besó su frente y salió de la habitación y llamó desde su teléfono celular.

   —Tom, cariño, que éxito, acabamos con la insípida sin proponérnoslo, Palermo Shipping será nuestro.

   *Te he dicho que no me llames de tu casa Charlotte, Víctor puede escucharte.*

   —No te preocupes, le di suficientes píldoras para dormir a un elefante, está desquiciado por la muerte de su hija.

    * ¿Qué demonios hacía esa estúpida en el buque?* —inquirió Tom.

   —Ella sospechaba que había contrabando —masculló Charlotte, esperando que Tom desate su furia.

   — ¿Para qué estás con Víctor Palermo si no puedes manejarlo?

   —Mi vida, Víctor es mi marioneta y la hija es una tonta y ahora está muerta.

   —Puedo meterme en problemas con terroristas, ellos pagan bien, pero me liquidarán si se enteran que interceptaron las comunicaciones. Afortunadamente el gobierno no dirá que fueron ellos quienes hundieron el barco.

   —Los iraníes no tienen por qué enterarse, y aunque perdamos el dinero por este envío, no deshicimos de Maddison que ya había empezado a husmear.

   *La hija de Víctor fue rescatada por los militares que hundieron el barco, como es un cabo suelto envié mercenarios a liquidarla, pero un maldito teniente se interpuso, no tengo confirmación de su muerte y más vale que ahora los mate a ambos, esto se puede volver un desastre, no creerás lo que te diré…*

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