Mateo, ya en su oficina, oyó el alboroto. Levantó la vista para ver a Jasper entrar furioso, pero continuó firmando el último documento con total calma.
Esta actitud imperturbable enfureció aún más a Jasper, quien golpeó el escritorio con el puño, haciendo temblar todo lo que había sobre él.
— Mateo, eres un maestro de la manipulación. No solo te hiciste pasar por mí para acercarte a Alana, sino que ahora la has contratado en tu empresa. ¿Qué es lo que pretendes? — escupió Jasper con rabia.
Pese a la diatriba de Jasper, Mateo permaneció impasible, lo que aumentó la ira del primero.
— ¡Devuélvemela! ¡Ladrón! — gritó Jasper. En su mente, Mateo le había robado a Alana y su amor por él.
— Lo siento, pero no puedo hacer eso — respondió Mateo con voz grave y mirada aguda como la de un halcón.
Jasper soltó una risa amarga y agarró a Mateo por el cuello de la camisa.
— ¡Alana es mía! No creas que porque ahora te confunda conmigo podrás quedártela para siempre.
— Alana se pertenece a sí misma.