XXV. Fin de las negociaciones

Punto de Vista de Oliver Wilde

Al no encontrar nada, nos dejaron pasar sin celulares, para evitar que nos lleváramos alguna evidencia.

Entramos a un casón y confieso que me hacía la idea de que estarían en un sitio más siniestro, un almacén viejo, escondidos en un subterráneo, no sé, pero encontramos al tal Greco muy sentado en un sofá y tuve aguantarme mucho para no irle arriba a partirle la cara y exigirle que liberara a mi mujer.

Un tipo corpulento, con la cabeza rapada y más tinta encima en tatuajes, que un periódico.

Edward me hizo señas que me calmara y ya lo habíamos hablado en el auto, necesitaba sangre fría y no dejarme provocar, nos la estábamos jugando y no podía haber errores.

- Supongo que por la edad y las características que he escuchado, tú debes ser el loco verdugo de la Perla- le dice a Edward, señalándolo con la cabeza y fumándose un cigarrillo.

Edward también se sienta en el sofá de frente al Greco y yo a su lado, tenso y mirando, como hay mafiosos en todas las sal
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