Me detuve en una esquina cuando me di cuenta que el pasillo no tenía final. Apoyé mis manos en mis rodillas y me encorvé lo suficiente para poder tomar el aire que le faltaba a mis pulmones debido al trote.
Me había comportado como una mujer inmadura al salir huyendo de la escena, no esperaba que nadie viniera por mí y eso era mucho mejor ya que mis ojos no paraban de soltar lágrimas de impotencia.
Dante era un imbécil.
Tenía que olvidarlo a toda costa si quería cumplir mi venganza porque lo menos que él se esperaba era que yo me metiera con otro hombre, y mucho menos que fuera su hermano.
Pero no importaba qué tanto intentara olvidar los lindos momentos que tuvimos, según mi punto de vista. La punzada no se iba y me carcomía el interior de la garganta, anhelando gritar y expulsar cada gota de dolor dentro de mí.
—Ximena... —jadeó alguien, atrás de mí.
Me giré rápidamente, esperando encontrar a... ¿Dante? No... Él no era, tenía que decirle a mi cabeza de una vez por todas que ya ese h