ARIAEl agotamiento me pesaba como una losa. El viaje había sido largo y la discusión con mi padre me había dejado hecha pedazos. Apenas había tenido tiempo de respirar cuando una sirvienta llamó a la puerta con una orden:—A las nueve, baja al salón a cenar.Genial. Justo lo que me faltaba."Cenita en la mansión del Alfa Lucciano... como si no tuviera suficiente con este día de mierda."Con fastidio, me vestí y me dispuse a ir al salón. Pero antes de llegar, una voz cargada de burla me detuvo en seco.—Vaya, vaya… pero mira a quién tenemos aquí. La putita del gran Comandante de Sombra Nocturna.—dijo con sorna.Loren.Su sonrisa era puro veneno. A simple vista, su rostro tenía una belleza afilada, pero a mí siempre me había parecido repulsivo. Quizás porque conocía la podredumbre que se escondía detrás de sus rasgos perfectos.Le lancé una mirada de desprecio y seguí caminando. No tenía energía para discutir. Pero él no iba a dejarme ir tan fácil.Un segundo después, sentí su presen
ARIA—Comandante… —mi voz salió apenas en un murmullo.Seik hizo una mueca de dolor, su mandíbula se tensó.—¿Se puede saber por qué has venido sin decirme nada?—Quería ver a mi madre… y no pensé que te molestaría.—Querías ver a tu madre —repitió lentamente, con escepticismo—. A ti te pasa algo más… Melia me dijo que estabas rara y que discutiste con la loba solitaria.—Gema… —murmuré, bajando la mirada—. No tienes de qué preocuparte.Seik apretó la mandíbula, impaciente.El corazón me latía demasiado rápido. Mis manos temblaban. Él avanzó, y yo retrocedí instintivamente.—¿Qué es lo que te preocupa? Dímelo —ordenó, su tono duro y tenso.Mi silencio lo exaspera. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos atraparon mis brazos y me sacudió un poco.—¡Habla conmigo! ¿Por qué me estás evitando?—No me gusta…Me enjauló con su cuerpo.—Dímelo, m*** sea. —Su voz subió de golpe, y antes de darme cuenta, su puño se estrelló contra la pared.—No hablas conmigo...El sonido seco del impacto h
SEIK Preciosa. Preciosa. Preciosa. Es la hembra más hermosa que he visto nunca. Su lengua rodeó mi dedo y mi entrepierna se puso aún más dura. ‘ Tengo ganas de f***me su boca…’ Ella no dijo ni una palabra. El olor de su excitación me estaba volviendo loco, nublándome los pensamientos. Me encanta cuando aprieta los muslos...para contener su excitación. La desesperación me dominó y agarré uno de sus pechos, apretándolo con fuerza antes de pellizcarle el pezón. Gritó. Y yo sonreí, satisfecho, con esa malicia que solo ella lograba sacarme. Se sonrojó al instante, y ese rubor la hizo ver aún más deseable. —¿No crees que merezco una recompensa? —murmuré, sin apartar la mirada—. He estado preocupado…muy preocupado. Tan preocupado que no he podido tomar bocado. Tragó saliva. Me sostuvo la mirada unos segundos... y luego bajó la vista hacia mi hombro. Su boca se posó sobre la cicatriz que cruzaba mi piel, la misma que yo evitaba mostrar. Sus labios la besaron primero con cuidad
ARIAMe dolía todo. Literalmente todo. Incluso partes de mi cuerpo que ni siquiera sabía que existian.Como si me hubiera arrollado una manada de vacas… o mejor dicho, un Seik terco y muy entusiasta que decidió ignorar por completo el concepto de “descanso nocturno”.Eran las cinco de la mañana y yo estaba completamente desnuda, anclada a su cuerpo como un koala. El sudor resbalaba por su piel, marcando cada fibra de sus músculos. Sus brazos, tensos y firmes, me sujetaban por debajo de los muslos manteniendo mis piernas abiertas para él. Me sostenía con facilidad, como si no pesara nada, mientras mis piernas lo apretaban con fuerza alrededor de la cintura, recibiendo cada embestida sin escape posible.Hacía lo que quería con mi cuerpo. Me alzaba sin esfuerzo, me apretaba, me mordía… En sus brazos me sentía como una muñeca, pequeña e indefensa, aunque no era precisamente una mujer loba liviana.Sus embestidas estaban siendo tan salvajes que arrancaban de mi garganta gritos ahogados. Su
ARIA El hombre lobo apenas termina su amenaza cuando Jasper se lanza como una bestia liberada, garras por delante. El sonido del impacto es seco y brutal: carne siendo rajada, sangre repiqueteando... El hombre lobo apenas alcanza a gritar antes de que Jasper lo empotre contra un árbol, clavando sus garras en el pecho con tanta fuerza que la sangre salpica en todas direcciones. Pero no estamos solos. Dos guardias se abalanzan sobre Jaster, pero Kiro los intercepta a duras penas, sus brazos transformándose en zarpas negras. Se mueve con velocidad letal, cortando el aire y dejando a uno de los atacantes en el suelo, aullando de dolor. El tercero va hacia mí, mientras el cuarto se dirige a mi maestro. Mi pulso se acelera. Aprieto los dientes. No tengo tiempo para pensar. Solo actúo. Esquivo el primer ataque, una garra dirigida directo a mi cuello, y contraataco con una patada giratoria que lo lanza hacia atrás. El tipo ruge y vuelve, más furioso. Me agacho justo a tiempo para evita
SEIKCaminé detrás de mi padre, con cinco de nuestros guerreros flanqueándonos mientras avanzábamos por el pasillo que conducía a la sala de reuniones. Cada paso retumbaba con una tensión espesa. Ambos sabíamos que esto no sería una charla cordial; era el momento de poner las cartas sobre la mesa.Mi lobo estaba inquieto, en guardia. Este lugar no le gustaba. A mí, mucho menos.Lucciano, el Alfa de Luna Menguante, nos recibió con una sonrisa que no le alcanzaba los ojos. A su derecha, su hijo se sentaba con los brazos cruzados, escupiendo arrogancia por cada poro. Mientras tomábamos asiento, mis ojos se fijaron en los guardias y guerreros a los costados del salón. No reconocía a ninguno de ellos. No llevaban ningún símbolo de la manada. Sus ojos eran fríos, demasiado oscuros. Y su postura… no era un lobo entrenado. Su olor me resultaba familiar. Áspero. Irregular. Se asemejaba demasiado al de los Rogues.—Bienvenidos a Luna Menguante —dijo Lucciano con una sonrisa falsa—. Qué sorpre
SEIKUn silencio sepulcral cayó sobre la sala.El vampiro dio un par de pasos más, lentos, como si el tiempo mismo se encogiera ante su presencia. Sus botas no hacían ruido, pero su aura lo llenaba todo: pesada, fría, sofocante. Su mirada se detuvo en el cuerpo sin vida de Lucciano, aún con los ojos abiertos, desorbitados por la muerte.—Oh, vaya… —murmuró el vampiro con voz sedosa, dejando que la ironía se deslizara como veneno—. Parece que no todos están disfrutando de esta fiesta... Loren soltó una carcajada baja, casi divertida, mientras se cruzaba de brazos.—No importa.– dijo sin un atisbo de remordimiento—. Yo soy el nuevo Alfa ahora. Cornelio enarcó una ceja, divertido, como si observara a un cachorro jugando con fuego. Paseó la mirada por los asistentes: soldados heridos, cuerpos de rogues, polvo, sangre… caos. Nadie se atrevía a moverse. Nadie osaba respirar más fuerte de la cuenta.Lo observé con los músculos tensos, cada fibra de mi cuerpo lista para la batalla… y al mism
ARIA Hace 2 años… En la sala de reuniones de la manada Luna Menguante, se reunían las figuras más importantes o influyentes de la manada, cada una ocupando su lugar con una presencia imponente. En el centro de la gran mesa, se encontraban los guerreros de la manada, en su mayoría machos, aquellos a quienes se respetaba y, en ocasiones, se temía; su sola presencia llenaba el ambiente de autoridad y reverencia. Un poco más a la izquiera, se encontraban los lobos con linaje antiguo, cuyas características físicas y psíquicas eran superiores al resto. Estos lobos y lobas se encargaban de la política y administración de la manada, junto al Alfa y su heredero, quienes gobernaban sobre todos. Y, aunque parezca increíble, en esa sala también estaba yo… observando a esos imponentes lobos, mientras intentaba, sin mucho éxito, descifrar qué había hecho para terminar en medio de tanta solemnidad ¿Había perdido alguien una apuesta o simplemente necesitaban un relleno de último minuto?. Las mente