Antes de que Lisandro pudiera subir las escaleras, una voz femenina y melosa, con un español no del todo fluido, llamó a Luis desde arriba.
—¿Valde, hay visitas en casa?
La mujer, vestida con un vestido amarillo que dejaba su ombligo al descubierto y cubierta por un grueso abrigo blanco, parecía no