Lisandro miraba a Mariana, sus ojos se endurecían ligeramente.
—¿Por qué preguntas eso?
—Solo respóndeme, ¿la amas de verdad a Ena?
Lisandro no quería hablar de eso. Miró hacia el cielo azul y luego hacia un jardín lleno de flores hermosas.
—¡Respóndeme! ¿Por qué no dices nada? —Mariana se colocó fr