Un collar que ella creía valía tres o cuatrocientos dólares la había hecho tan feliz.
—¿Cómo puedes ser tan adorable? —Lisandro pellizcó la cara de Ximena.
Ximena puso morritos hacia él, lo abrazó por la cintura y le preguntó con una risa coqueta: —¿Soy adorable? ¿Te gusto?
—Me gustas —dijo Lisandro.
—Entonces…
Los ojos de Ximena giraron un poco, mordió su labio y preguntó en un susurro muy suave: —¿Podemos no divorciarnos?
Quería intentarlo aprovechando la euforia del alcohol.
¡Quizás Li