Cuando pasan buscando al bebe, lo entrego, recibo la paga y pienso que debería decirle que no voy a volver, pero no tiene sentido, ni siquiera puedo hablar su idioma.
Estoy tan feliz de poder regresar a casa con mi hijo y dejar todo esto atrás, no fue malo, no me mentiré, no fue malo hasta que Sergio se comportó de una forma extraña y distante como si me odiará. No puedo confiar, tengo un hijo, no puedo ser tan tonta.
Comienzo a hacer la maleta, recojo todo, pero solo lo que yo compré, lo mío, lo que él me compró, no lo toco. Ya he hecho la maleta de Joaquín e hice lo mismo, sin que Joaquín se diera cuenta, guardé solo lo que trajo, nada de lo que él le compró se lo llevo.
Termino de recoger las cosas y solo dejo afuera lo que usaremos mientras no nos vamos, comienzo a limpiar la casa, ya que no consigo en qué ocupar el tiempo, hasta que no nos vayamos no tendré paz.
Tocan a la puerta, me apresuro a abrir. Es una mujer rubia que no había visto antes.
—Buenas tardes, Amelia —dice.
Me so