-¡Ese maldito asesinó a mi esposa y lo único que dirás es eso!

-Michael lo que dices es algo grave, no puedes venir y soltar ese tipo de acusaciones delante de los demás, ¿ya te diste cuenta de que estamos con nuestros socios?

-¡¿Y crees que me importa?!

Esos socios de los que hablas son sus socios, no mis socios porque yo ya no trabajo en esa empresa y no pienso volver a ella.

Además, dudo que haya alguno solo entre ellos que no sepa la clase de hombre que es Michael Adams.

-Ay... Hijo tienes que calmarte...

-¿Por qué?

Déjalo que se desahogue, ha perdido algo importante y se siente impotente porque fue su culpa lo que sucedió y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.

Ese cerdo habló y su maldita mueca me hacía querer arrancarle los ojos ahí, los ojos, la cara, todo.

Mi madre intentó calmarme colocando sus manos sobre mis hombros mientras me susurraba.

Sabía que no lo hacía por mi padre sino por mi, pero no me importaba, ahora ya nada parecía tener importancia.

Ese maldito se b