— Oh Ya decía yo que era lo que estaba sosteniendo —su mano apretó el lugar—. Están grandes.
— ¿Quée?
Me mordí la lengua para evitar soltar un gemido. Esta era la primera experiencia de este tipo que tenía en mi vida y no pude evitar sentirme nerviosa. Al parecer él se dió cuenta y bajó lentamente su mano hasta mi cintura.
— Relájate —susurró—.
Por segunda vez en la noche sus labios volvieron a tomar los míos, siendo suave porque aún mi labio estaba algo hinchado.
Un trueno hizo que me sobresalte y separe nuestros labios.
— Creo que deberíamos ir a dormir —dije sonrojada aunque él no podía verme—
— ¿Juntos?
Casi pude ver un guiño en la poca luz que entraba por la ventana.
— Nop.
Al intentar levantarme me tomó por el brazo y me obligó a sentarme. A él le encantaba zarandearme de esa manera.
— Mejor hablemos.
— ¿De qué quieres hablar?
— No sé, tal vez un juego, ese que les encanta a ustedes, el de las diez preguntas.
— Demasiado cliché para mí.
— Tenía que suponer que no eras normal, de