Diana abrió los ojos y la blanca luz la encandiló, lo que la obligó a cerrar los ojos otra vez. Escuchó que alguien le habló a lo lejos, pero no pudo responder. Volvió a negro.
―Se volvió a dormir ―dijo el enfermero.
―Menos mal, no debía despertar todavía.
―¿Falta mucho?
―No, unas cuantas puntadas más y estamos listos. Aquí me faltan dos puntos y ver la herida del brazo, que serán unos cinco.
El enfermero miró a la chica que habían llevado, tenía múltiples heridas porque los vidrios del automóvil se incrustaron en su cuerpo y cara; tuvo un esguince en el tobillo y muñeca derechos, nada de gravedad, y una contusión en la cabeza, tendrían que hacerle unas imágenes para asegurarse de que no hubiera daño neurológico.
Lo peor no era el cómo estaba física