Mylene levantó la mirada aun estando desde el suelo, encontrándose con los ojos fríos y duros de su padre.
Era la misma mirada que ella recordaba de su infancia, una mirada que le causaba temor y le hacía sentir pequeña e insignificante.
Sabía que su padre no había querido tenerla, que ella era el fruto de una aventura, y que siempre había visto a ella y su madre como una carga.
Él siempre había priorizado su carrera y su imagen pública, dejando de lado a su hija. Esto había hecho que Mylene se sintiera asustada y reacia en su presencia, como si fuera una extraña.
Mylene se puso de pie temblorosa y manteniendo la vista baja. Sabía que cualquier cosa que dijera sería inútil.
-Lo siento, padre. -dijo con voz temblorosa.
-No me llames padre, sabes que para mi no eres mi hija. -respondió su padre con tono cortante.
Mylene sintió el peso de su desaprobación y desprecio en cada palabra que salía de su boca. Su corazón latía con fuerza y sentía la necesidad de huir, pero sus piernas no res