-¡Por favor piedad!- gritó el traficante que era golpeado una y otra vez por un Nicolás que ya no estaba razonando a esa altura, el tiempo iba pasando cruelmente y no tenía ninguna pista nueva de su mujer y su bebé en camino.
-¿Dónde está mi esposa?- golpeó la boca de su enemigo con el puño cerrado, rompiendo las paletas del maleante y lastimando su propio nudillos. Pero ya no sentía el dolor, la ira y la desesperación lo mantenía en un trance constante de escenas violentas.
-No sé de qué me estás hablando ¡yo porque querría a tu mujer! - gritó el hombre salpicando saliva con sangre sobre el rostro de Nicolás.
El joven mafioso cerró los ojos por la salpicadura, lo tomó de la playera y lo acercó más, chocando sus narices.
-Sabes muy bien por qué- gruñó-hace un año te arruiné una entrega en el exterior- dijo sacudiendo al hombre.
-¡así que fuiste tú!- exclamó el traficante intentando levantarse para pelear contra su enemigo y traidor.
-Si- admitió el joven mafioso restándole impor