Esmeralda Salvatierra.
Había dejado a Perla en la casa de mi padrino con la enfermera, asegurándome de que ella estuviera tranquila antes de la operación de mañana. Estaba preocupada por la salud de Perla y por la situación de mi padre en la clínica, así que me había dirigido a mi casa para recoger ropa tanto para ella como para llevarle a mi padre. Mientras buscaba entre las pertenencias, noté que alguien había entrado a la casa.
En la sala, encontré una nota que me heló la sangre:
"Salvatierra, si no pagas, no quedará nada de ti ni de tus preciosas hijas"
La amenaza era clara y aterradora. Mi mente corría a mil por hora mientras pensaba en cómo proteger a Perla y a mi bebé. No podía arriesgarme a que les pasara algo, así que decidí que me mudaría a la casa de mi padrino, donde habría más seguridad.
Subí a mi habitación, con el corazón acelerado. Mientras recogía la ropa, accidentalmente dejé caer una caja que contenía pertenencias de mi madre. Desde su muerte, nunca me hab