Entró de un golpe y permaneció contra la puerta. Yo ya terminaba de arreglarme para bajar, Vanda había venido por Graciela hacía veinte minutos y la niña encantada se fue, tenían mucha afinidad.
–¿Y bien? –No dejé de verla, había vestido una braga de algodón color turquesa corta y sus piernas, unos de sus buenos atributos parecían estacas moldeadas y bronceadas, además que sus mejillas esa mañana lucían coloradas y algo más rellenitas, quizás el clima de Europa le sentaba muy bien a mi esposa. –¿qué quería tu mamá?
–¿Mi...mamá?
Traía una expresión de desconcierto o más bien de incredulidad.