Una aventura de una noche llevó a William a considerar un matrimonio. Necesitaba una esposa con urgencia y ella… Ella era exactamente lo que estaba buscando. Una decepción amorosa, una aventura motivada por el despecho y descubrir que su madre estaba enferma, fue todo lo que Verónica necesitó para aceptar una ridícula propuesta de matrimonio. Después de todo, serían marido y mujer solo en papel, ¿qué podría salir mal?
Leer másVerónica sonrió mientras subía en el ascensor que la llevaría al apartamento donde vivía. Contra todo pronóstico, pudo salir temprano del trabajo y llegar a casa antes de la hora que acostumbraba hacerlo. Bajó la cabeza, le dio una breve mirada a la bolsa que traía en la mano y apretó la mano en un puño con emoción, allí llevaba el regalo que compró para su novio. Ese día estaban de aniversario, dos años como pareja, un año viviendo juntos. Como no pudo reservar en uno de los restaurantes que tanto le gustaban a Gustavo, ella decidió preparar su comida favorita, quería demostrarle cuanto disfrutaba estar con él, aunque la celebración sería muy sencilla.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor y llegó frente a su apartamento, acomodó las bolsas de tal forma en sus brazos, que no le molestaron para abrir la puerta muy despacio y no revelar su presencia tan pronto, quería sorprender a su novio. Sin embargo, cuando la puerta se abrió por completo, la sorprendida fue ella. En el sofá del salón, Gustavo estaba desnudo mientras tenía relaciones íntimas con otra persona.
La mente de Verónica se quedó en blanco por unos segundos, no podía procesar la escena que tenía frente a sus ojos. El hombre con el que compartía su vida, que le hacía promesas de amor a diario, la estaba engañando con otra mujer en su propia casa. De una parálisis momentánea, pasó a la ira en cuestión de segundos. Quería golpearlo a los dos por el daño que le estaban haciendo.
Un golpe en el pecho la hizo reaccionar. Cerró la boca que se le había quedado abierta y fue con todo contra el infiel. Contra el que le debía respeto y estaba acabando con la relación.
—¡Desgraciado!, ¿en mi propia casa?, ¡ni siquiera porque es nuestro aniversario pudiste contenerte de manchar el lugar donde vivo! —exclamó Verónica cuando llegó a él y comenzó a darle golpes con una de las bolsas.
La sorpresa por ser descubiertos estaba reflejada en la mirada de los dos amantes. Se quedaron inmóviles uno encima del otro sin saber qué hacer. No obstante, Gustavo se recompuso rápido, se puso de pie y tomó Verónica por los brazos para detenerla de que siguiera golpeándolo. Luego la apartó y comenzó a buscar la ropa que tenía tirada en el piso, poniéndosela lento como si estuvieran ellos dos solos. Eso enojó más a Verónica, quería darle una patada para que cubriera su cuerpo cuanto antes. La mujer que lo acompañaba se vistió en silencio y salió del apartamento casi corriendo, cerrado la puerta con fuerte golpe que hizo dar un imperceptible salto a la mujer que quedó dentro.
—¿Esa es la vecina del sexto piso? —preguntó Verónica asombrada todavía mirando la puerta cerrada—, ¿con cuántas me has engañado? —luego lo pensó mejor, era algo que no quería saber, así que le pidió no responder.
Gustavo se pasó la mano por la nuca y suspiró con molestia. No solo había sido interrumpido cuando estaba logrando mayor placer, ahora tenía una mujer enojada frente a él.
—Es primera vez con ella —dijo él sin emoción en la voz.
—¿La primera vez con ella?, ¿tengo que darte las gracias? —preguntó ella con ironía.
Él resopló como si ella dijera solo tonterías. Unos segundos después, le preguntó por qué estaba tan temprano en casa, ella nunca dejaba el trabajo hasta que terminaba la hora laboral. Se encogió cuando ella le respondió que quería darle una sorpresa por su aniversario. Gustavo lo había olvidado, si no, la cita con la vecina hubiera sido otro día y se hubiese ahorrado tantos problemas. Tras verse descubierto en eso también, prefirió atacar.
—Esto lo provocaste tú —le dijo él culpándola—, pasas mucho tiempo en el trabajo y no me das tiempo. No me atiendes como merezco. Soy un hombre joven con deseos que deben ser satisfechos.
—Disculpa si tengo que trabajar para ganar dinero para vivir —ironizó ella—, eres infiel y descarado, ¿de verdad me estás culpando?, si querías más intimidad, solo tenías que pedirlo, pero no, era mejor estar con otras mujeres.
Gustavo le dio una mirada llena de irritación, que hizo reír a Verónica. El hombre hablaba en serio cuando la culpaba. Era algo insólito, pero estaba pasando. Había pasado de ser la víctima, a ser la victimaria.
Ella no podía creer lo ciega que había sido con él, pensaba que los sentimientos que sentía eran recíprocos, pero estaba equivocada, alguien que te amaba no podía actuar como estaba haciendo él. Ni siquiera le pidió una disculpa, la traición para él no había ocurrido, si se descuidaba, ella era la que tendría que pedir perdón.
—Quiero recojas todas tus cosas y te vas ahora mismo de mi casa. —exigió ella.
—No hablas en serio, tú me amas, resolvamos esto como adultos —contestó él con una sonrisa en los labios.
—Estás loco si piensas que voy a perdonarte que me hayas engañado con cuanta mujer te dio entrada. Te quiero fuera de mi casa en menos de una hora —el descaro de él seguía sorprendiéndola, frente a ella no estaba el hombre que creía conocer.
Ella lo empujó cuando él intentó acercarla a su cuerpo para un abrazo. Luego quiso besarla y ella le dio una cachetada, él no tenía límites.
Decidió que no le daría ninguna oportunidad, ya se la había dado cuando iniciaron una relación y lo llevó a vivir a su casa. Había fallado, no esperaría a que fallara de nuevo.
—No seas tonta, Verónica, fue un pequeño desliz, le estás dando demasiada importancia, más de la que lleva —insistió él.
—No seas cínico, Gustavo, vete de mi casa antes de que me enoje mucho más, las ganas de golpearte aumentan cada vez que veo tu rostro.
A Verónica le costó un poco de tiempo porque él se resistía, pero logró sacar al infiel que la engañó durante dos años. Ya no le vería la cara de tonta.
—Volveré por ti —anunció él.
—No quiero verte más por aquí, así que no intentes volver nunca más —gruñó ella.
Después que Gustavo se fue, ella limpió el apartamento como si hubiera una plaga dentro de él. Quería limpiar todo rastro en el salón, y asegurarse de que la habitación estaba limpia por si la había usado antes de que ella llegara. Mantenerse ocupada no le dio tiempo a pensar en su ex, ni que había pasado de querer celebrar a ser una mujer soltera.
Estaba saliendo de la ducha con el cuerpo aún mojado, cuando recibió un mensaje de su supervisor en la empresa para la cual trabajaba. El hombre le pedía entregar un proyecto que le habían dado hacía muy poco tiempo. Le estaba pidiendo casi un imposible. Respondió el mensaje pidiendo, al menos, tres días más, sin embargo, fue rechazado su pedido, tenía hasta el lunes y no podía demorarse más.
«Ese trabajo es urgente, lo necesitamos sin falta, no nos haga quedar mal, Gardener». Bajo la orden, Verónica leyó la amenaza de que peligraba su puesto de trabajo si no hacía lo que ellos exigían.
El cansancio del día y la tristeza que sentía, pudieron con ella. Necesitaba olvidar durante un tiempo lo que estaba sucediendo en su vida. No obstante, no quería estar allí sola, lamentándose del fracaso que había sido su relación amorosa. Tomó ropa del closet y salió del apartamento. Entró al primer bar que vio. Dentro del lugar había buen ambiente, pero como no quería ser molestada por nadie, se sentó en una esquina de la barra. Después del primer trago, los demás llegaron casi uno detrás del otro, bebió sin parar hasta olvidarse de sus problemas.
Estaba esperando una copa que había pedido, cuando siento que alguien hablaba a su lado. Giró la cabeza y encontró a un hombre muy guapo mirándola con una sonrisa coqueta. Quiso ignorarlo, hacer como si no lo hubiese visto, pero él fue muy insistente, no dejó que lo ignorara, cuando se dio cuenta, ya estaban conversando como si fueran viejos amigos.
—Ese hombre es un idiota si te dejó escapar. Eres hermosa, fantástica, divertida. El que perdió fue él, no tú —le dijo su nuevo amigo con la voz afectada por el alcohol—, mereces algo mejor, a tu altura.
—¿Mejor?, por supuesto que sí, necesito un hombre que no quiera tener relaciones sexuales con cada inquilina del edificio donde vivo —dijo ella, apoyado las palabras de él—, y lo voy a tener, estoy segura.
—Si tu ex te molesta, me llamas y yo lo saco a patadas de tu casa. —prometió William.
—Que ruede por las escaleras con cada patada que le des, nada de bajar por el ascensor —pidió ella.
—Por supuesto, no merece delicadeza de nuestra parte —respondió él.
Verónica comenzó a reír, con la risa característica de un borracho, de imaginar a Gustavo en el piso mientras William la defendía, era muy gracioso para ella, o eso le parecía por el nivel de alcohol que tenía en la sangre. Su nuevo amigo se unió a ella con una carcajada.
William observó a su nueva amiga y aunque estaba ebrio, se sintió profundamente atraído por Verónica, ella era muy atractiva. Ella estaba cerca de lo que buscaba en una esposa. Una idea germinó en su mente, y arraigó. Sin detenerse a pensarlo tanto, le preguntó:
—¿Te quieres casar conmigo?
La cena había terminado hacía unas dos horas que a William se le hicieron interminables. El poco progreso que había logrado, parecía que lo había perdido mientras comían. Verónica volvía a ignorarlo y mantenía toda su atención en su familia. Cada vez que cruzaban la mirada, ella la desviaba de inmediato hacia otra parte. Las esperanzas que sintió mientras bromeaban, se estaban quebrando a cada segundo que pasaba.Ella seguía riendo, con la misma energía de horas antes. La atención se mantenía sobre ella la mayoría del tiempo, pero él se sentía como un espectador mientras los demás se divertían. Observaba con avidez cada gesto que ella hacía, y cada vez que un mechón de su cabello que había escapado del moño elaborado, quería acercarse para quitarlo de en medio.Mientras ella contaba sobre su vida en Italia, él se sentía cada vez más molesto. Era doloroso para él escuchar lo fabuloso que era vivir en una ciudad donde convivía con un hombre que no era él y que, además, quería arrebatarl
William estaba inquieto. Verónica había accedido a la cena, pero había pasado veinte minutos después de la hora acordada y no llegaba. La expectativa de si iba a llegar o no flotaba en el aire. La mirada de todos en el jardín pasaba de la entrada hacia él cada vez que se escuchaban pasos y terminaba siendo un empleado. Estaba seguro de que su familia rogaba más que él que apareciera su esposa. Estaban al tanto que se había preparado todo el día para ese encuentro y sería una desilusión total si no podía compartir, aunque fueran pocas horas con ella.Cuando el ama de llaves salió a la terraza seguida de Nicki, el corazón le dio un vuelco. Estaba allí, con una sonrisa dibujada en los labios y hermosa como siempre. Había pasado mucho tiempo y aunque todavía no recordaba los días donde fueron un feliz matrimonio, no podía negar que seguía enamorado de ella. Un hilo invisible tiraba con fuerza hacia ella; la conexión que compartían seguía allí, intacta. Sintió la necesidad de acercarse a e
Las sorpresas continuaron para William cuando Verónica anunció que un concurso inspirado en sus joyas se iba a celebrar y que, además, ella iba a ser la jueza principal.—Las reglas se anunciarán un mes antes del inicio del concurso, están todos invitados a participar, ya sea como concursante o un simple espectador —dijo ella, para terminar el concurso.Después del discurso, a William se le hizo imposible acercarse a Verónica como deseaba. Todos querían a felicitarla y agasajarla con elogios. Cada persona allí presente ansiaba congraciarse con el juez principal de un concurso que estaba seguro había pasado a ser el más esperado del año. Tomando una respiración profunda, decidió ser paciente una noche más.Una hora después, William se encontraba buscando una bebida para su abuela y otra para él, cuando de repente, Verónica se detuvo a su lado. Cuando la mirada de ella se cruzó con la de él, en sus ojos se vio sorpresa. Era evidente que no había esperado estar de nuevo a su lado. Para
El murmullo de las conversaciones a su alrededor se escuchaba muy lejano. No siquiera la voz de Christian a su lado pudo lograr sacarla del trance que le paralizó el cuerpo. El vestido que un momento antes sentía que realzaba su figura, ahora la ahogaba. Pasaron años desde la última vez que había visto a su ex, pero lograba el mismo efecto en ella que cuando era su esposo.El traje de gala que vestía William realzaba lo guapo que era. La mirada fija que tenía sobre ella seguía logrando que el mundo a su alrededor se desvaneciera. La misma chispa de que iluminaba sus ojos continuaba ahí, burlándose de ella.El corazón de Verónica comenzó a latir con fuerza. A pesar de los años que permaneció alejada, no podía negar que todavía la afectaba. Ni siquiera el resentimiento y los recuerdos dolorosos que seguían dañando su corazón lograban que lo olvidara. Obligándose a fingir, dibujó una sonrisa en los labios antes de hablarle.—No ha pasado el tiempo suficiente, aún te quiero lejos de mí —d
Reconquistar a mi esposaA pesar de un pasado ensombrecido por el dolor y la tristeza, Verónica logra consolidarse como una de las mejores Orfebres a nivel internacional. Decidida a luchar por superar los obstáculos que le impiden encontrar la felicidad, regresa a su ciudad natal para enfrentar el miedo que no deja de acecharla. Un concurso inspirado en sus diseños es la excusa perfecta.William nunca le dio el divorcio y aunque transcurrieron los años, la considera su esposa. Arrepentido por el sufrimiento que le hizo pasar, ha decidido recuperarla. Hará todo lo posible para demostrarle que todavía hay amor entre los dos.¿Estará ella dispuesta a construir una relación más fuerte y duradera? ¿Podrán aprenden a sanar juntos o pesarán más los errores del pasado? ∴ ════════ ∴ ❈ ∴ ════════ ∴Prologo«Tres años, Will, tres años con una vida social casi nula. Esta fiesta no solo será bue
William se dejó caer junto a su abuela, agotado por la locura de Magnolia que había drenado su energía. Ni siquiera había conseguido la información que buscaba, todo había girado en torno a la obsesión enfermiza que ella sentía por él. Tendría que dejar el asunto en manos de la policía para que investigaran si el auto de Maggie era el vehículo involucrado en su accidente.—Esa chica está peor de lo que pensaba. ¿Cómo es posible que nunca nos diéramos cuenta del desequilibrio emocional que padece? —A pesar de lo que había presenciado esa noche, a Hope le costaba procesar que esa mujer fuera descontrolada era la misma que había conocido muchos años atrás.—Cada vez que Nicki me advirtió sobre ella, no le di la importancia que merecía; resté peso a sus palabras y permití que continuara molestando a mi mujer.—No sigas culpándote. Dadas las circunstancias médicas en las que te encontrabas, era comprensible que no creyeras que tu amiga de tantos años fuera tan malvada —Hope deseaba ayudar
Último capítulo