Capítulo 95. Diferencias y secuestros matrimoniales
El amanecer cubría el cielo con tonos tenues de azul y dorado, filtrándose a través de las cortinas del hospital. La ciudad comenzaba a despertar, pero dentro de la habitación de Stella, el ambiente seguía sumido en una calma frágil.
Ella dormía profundamente, su respiración pausada y tranquila. Alicia, después de una noche agotadora, había ido al baño. Axel estaba sentado en un sillón junto a la ventana, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada, observando el horizonte con su eterna expresión de gruñón profesional.
Entonces, la puerta se abrió sigilosamente.
Guillermo entró sin hacer ruido, con una bolsa de comida en la cara, sus pasos seguros pero cautelosos. Apenas avanzó un par de metros antes de que Axel alzara la vista y lo mirara con el ceño fruncido.
—¿Qué demonios haces aquí? —gruñó con voz grave, sin mover un solo músculo —.¿A las seis de la mañana?
Guillermo, lejos de inmutarse, se apoyó con descaro en el marco de la puerta y le lanzó una sonrisa confiada.
—¡Buenos