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El punto de vista de Ivy

No puedo créer que siga siendo tan torpe. Nate me atrapa antes de que me ridiculice por completo, y aunque sea embarazoso, le agradezco no haberme hecho daño. Pero ¿lo más extraño ? Nos miramos durante una eternidad después de que me ayuda a levantarme. Silencio total, pero nuestras miradas arden. Sé que siento algo por él, pero no puedo dejar que esto continúe. Él está soltero, y además es el rey, por el amor de Dios.

La forma en que me mira, en que me sostiene, se repite en mi mente desde que subimos de nuevo a la limusina. Hago todo lo posible por no mirarlo, pero mis ojos y mi mente me traicionan, y tengo miedo de hacer algo estúpido.

Quiero besarlo, sentir de nuevo sus brazos alrededor de mí…

Suelto un suspiro suave y trato de concentrarme otra vez en el exterior, pero Nate capta mi atención aclarándose la garganta.

Giro la cabeza y noto que fija la mirada en su cuaderno, el que usa para responder llamadas. Está sentado de manera despreocupada a mi lado, recostado contra el asiento de la limusina, una pierna cruzada sobre la otra, el pie apoyado en el suelo para estabilizarse. Su codo descansa sobre su rodilla levantada, y mordisquea distraídamente la tapa de su bolígrafo. Mis ojos resbalan sobre los tatuajes de su antebrazo. Desde aquí, parecen enredaderas complejas, pero no distingo mucho más. Su ropa elegante le queda a la perfección, resaltando lo que imagino debe ser un físico divino.

Honestamente, es deslumbrante, y me sorprende que nadie haya saltado todavía a la oportunidad de estar con él.

¡Vale, déjà de quedarte embobada y de babear por tu rey !

Entonces levanta la vista y atrapa mi mirada, sus pupilas heladas tambaleando mi determinación. Rápidamente desvío los ojos y me concentro en la ventana, pero él se aclara la garganta de nuevo.

Me doy la vuelta y ahogo un pequeño jadeo al darme cuenta de que se ha movido para inclinarse sobre mí. El movimiento del coche no parece afectarle mientras se acerca, y mi corazón late desbocado. Su cuerpo domina el mío, su postura resulta intimidante, pero extrañamente seductora.

— Ivy.

Pronuncia mi nombre, y cierro los ojos para intentar mantener la calma. Solo los mantengo cerrados unos segundos antes de que él tome suavemente mi barbilla con la punta de los dedos, levantando mi rostro para encontrar su mirada.

— Sigues mirándome como si quisieras algo. ¿Qué es ?

Su tono es directo, y siento el calor subir a mis mejillas. Se ríe suavemente, sus ojos ardiendo de deseo en los míos. Se inclina hacia mi oído derecho, colocando sus manos a cada lado de mi cabeza, bloqueándome.

— Dime.

Susurra, y juro que todo mi cuerpo se derrite y se tensa a la vez. Se aleja ligeramente para volver a mirarme, y tardo una eternidad en conseguir responder.

— No debería, murmuro, mi voz apenas quebrada bajo su intensa mirada.

— No seas esa chica asustada, asustada de cometer un error. No estás atrapada en tu pasado, estás aquí. Muéstrame quién eras.

Lo miro, irritada de que use ese tipo de táctica conmigo.

— No sabes quién era antes de esto.

Percibe mi cambio de actitud y vuelve a reír.

— No, no lo sé, pero quiero saberlo.

Lo fulmino con la mirada, molesta.

— No me retiraré hasta que me lo digas, pequeño pajarito cantor.

¿Pequeño pajarito cantor ? ¿Ese es un apodo para mí ?

Suelto un suspiro, sabiendo que lo dice en serio, y cedo.

— Me preguntaba cómo, o quizá por qué, has logrado seguir soltero todos estos años. ¿No tienes chicas peleándose por llamar tu atención ?

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