—Rayos —exclamó Romina cuando el agua caliente le cayó en la mano, sacándome de mis pensamientos.
—Romina, ¿estás bien? —salí corriendo y me acerqué a ella, mi preocupación sincera permanecía reflejada en mis ojos.
—Sí, solo que arde. Iré a lavarme la mano. ¿Podrías llevar esto a la oficina del jefe? —apuntó a una charola con dos cafés y una taza de té.
—Sí, claro. Atiéndete la mano.
Tomé la charola y me dirigí a la oficina de mi... de Damien. Cada paso que daba aumentaba mi ansiedad y mi corazón latía con fuerza.
—Toc-toc —hasta que escuché la voz del otro lado indicando que podía pasar.
Abrí la puerta y caminé con la charola en la mano, sintiendo su mirada pesada sobre mí.
Damien volteó a verme, sus ojos azules estaban llenos de posesión y algo más que no podía identificar.
—No sabía que habías contratado una nueva secretaria, Damien —mencionó la mujer que estaba a su lado.
¿Por qué esa mujer respira el mismo aire que mi Damien? La ira y los celos se agitaron en mi interior, pero me