Elizabeth.-
Cuando entramos a la cabaña la atmósfera es simplemente mágica, un suave aroma a madera y un toque de canela acarician mis sentidos, mezclados con la fragancia de las flores que decoran el lugar. La calidez del interior me envuelve de inmediato, como un abrazo reconfortante, el espacio es amplio y luminoso, con techos altos y vigas expuestas que añaden un carácter rústico y acogedor.
La decoración es una fusión perfecta entre lujo y naturaleza, sofás de cuero en tonos tierra, mantas suaves y cojines que invitan a acurrucarse y una chimenea de piedra que promete noches de calor y romance.
Me acerco a la chimenea, donde las llamas danzan con un brillo cálido, mi cuerpo se estremeció al sentir las manos de mi esposo sobre mi cintura, susurrando en mi oído.
— ¿Quieres tomar un trago? – Asentí en silencio, necesito eso y mucho más, estoy segura que mi piel ardía más que el fuego que estaba frente a mí. La copa de vino rosado apareció frente a mí rostro y quería tomarla de un