Cap. 42: ¿Muestras equivocadas?
Amelia se mantuvo en silencio durante un par de segundos. Observó a Lisandro con detenimiento. Su rostro tenía ese gesto tenso que conocía de memoria, pero también algo nuevo: vulnerabilidad. No la arrogancia habitual, ni el cinismo con el que solía enfrentarlo todo, sino un cansancio hondo, como si se hubiera quedado sin máscaras.
—Está bien —dijo finalmente, en voz baja pero firme—. Te ayudaré, Lisandro.
Él levantó la mirada, sorprendido. No era la respuesta que esperaba, pero antes de decir algo, ella alzó una mano para que no la interrumpiera.
—Te daré el dinero que necesitas —repitió—, pero con una condición muy clara: quiero que esas personas que te prestaron el dinero jamás se acerquen a Teo. Quiero que me prometas que harás lo que sea necesario para mantener a mi hijo fuera de todo esto.
Lisandro apretó los dientes, bajó la vista un instante y luego la miró de nuevo.
—Yo no te lo conté para que me tuvieras lástima, ni para que creas que me estoy aprovechando de ti.
—Déjame deci