La única persona en mi mente.
Abrí los ojos en una habitación desconocida, con el corazón aún acelerado, aterrado por lo que había vivido el día anterior. Me levanté apresurada pero un mareo me invadió de repente obligándome a sentarme nuevamente en la cama.
—No deberías levantarte todavía. —Dijo una voz femenina muy amable. Miré a la responsable y no pude evitar regresarle la sonrisa que me dirigía.
Se sentía como una sonrisa cálida, totalmente alejada de las sonrisas falsas que había estado recibiendo desde mi matrimonio.
—Lo siento, pero ¿Nos conocemos? —Pregunté intentando no parecer grosera. Ella sonrió y se acercó más, quedando frente a mí.
—Soy Rut, tú te desmayaste esta mañana en mi local. Así que pensé en traerte a mi casa. ¿No te molesta, verdad? —Respondió cortés.
—Sí, lo siento. Es que lo olvidé...
—Puedo ver que has pasado por mucho. —Comentó ella. Yo no pude negar lo obvio, pero tampoco quería hablar sobre eso—. No te preocupes, soy una mujer curiosa pero no quiero inmiscuirme en la vida de los dem