Mientras Agnes lloraba aún contra mi pecho, mis ojos se cruzaron con una mujer de cabello castaño claro y ojos café. Tenía un semblante sereno, con una expresión que irradiaba una extraña mezcla de calma y curiosidad. No parecía interesada en intervenir, pero tampoco hacía el intento de alejarse. Agnes se separó de mí con lentitud, mientras secaba las lágrimas de sus ojos con manos temblorosas. Mi mirada permaneció fija en la mujer desconocida que solo se limitaba a observarnos.—Ella es Rut —Dijo Agnes, con su voz temblorosa tratando de ser amable—. Fue la única que me ayudó, cuando escapé. Dijo Agnes nostálgica. La mujer se adelantó y me extendió la mano,luego de quitarse un guante de cocina. Su sonrisa era radiante, podía ver su amabilidad en ella. —Un placer. —Dijo llanamente cuando le estreché la mano. No había rastro de juicio en su voz. —Gracias por ayudar a mi esposa. —Respondí, con un tono más formal que agradecido. Si bien apreciaba lo que había hecho por Agnes, no s
Amy no se apartaba de mí. Su cuerpo estaba aferrado al mío, como si su agarre pudiera mantenernos juntas por siempre.Mis lágrimas de alegría por nuestro reencuentro, empapaba su pequeño cuello, mientras que sus pequeñas manos se sostenían en el mío, con una fuerza que no creía posible en una niña de cuatro añitos.Sentí las miradas detrás de mí, curiosas, llenas de sentimientos que no podía interpretar, pero no podía darme la vuelta. No podía enfrentarlos. Me aferré a Amy como si ella fuera mi buque salvavidas, como si todo mi universo dependiera de ella, en ese momento lo era, lo fue desde que ella nació.—Entremos. —Dijo el CEO con su acostumbrada voz de mando, rompiendo el silencio. Había algo en su voz que me hacía reaccionar. Una mezcla de obligación y necesidad.Dejé a Amy en el suelo, pese a que cada hilo de mi esencia anhelaba abrazarla. Ella me miró con esos ojos grandes y luminosos, llenos de afecto y desconcierto, y tuve que luchar ferozmente para evitar llorar otra vez. E
La mesa estaba impecable, como siempre. Los platos perfectamente dispuestos, las copas resplandeciendo bajo las luces cálidas del comedor, y los cubiertos colocados con la precisión de alguien que conoce el peso de las apariencias. Me senté junto a Amy, quien había insistido con entusiasmo en que estuviera a mi lado en lugar de al lado de Oliver. Mi corazón se llenó de una alegría tenue, casi frágil, al ver su pequeña mano aferrada a la mía mientras se movía inquieta en su silla.—Mami, ¿Puedo sentarme contigo esta noche? —Había dicho apenas unos minutos antes, sus ojos brillaban con la confianza de que su solicitud sería concedida. Por un instante, olvidé lo pesada que se sentía la atmósfera, olvidé las miradas inquisitivas y lo que me había pasado.Asentí rápidamente, sin atreverme a dejar que el momento se escapara.Ahora, mientras Amy charlaba animadamente sobre sus juguetes y el dibujo que había hecho para mostrarme más tarde, me concentraba en mantener mi sonrisa firme. Era lo
Observé al señor O'Sullivan una vez más, mientras aún estaba sentado en la cama, se le veía pensativo, quizás no soy capaz de comprender lo que pasa por la mente de alguien de su estatus. Nuestras clases sociales y culturales son completamente diferentes.Quizás por eso, no puedo llegar a entenderlo, ni él a mí. Es díficil de aceptar, pero es la realidad. Nuestra relación, no tiene futuro y eso es una certeza. —Oliver. —Lo llamé desde la entrada. Él alzó la vista y nuestras miradas se encontraron. Por un momento pude ver un ápice de duda en su rostro ceñudo. Luché internamente por descubrir qué sucedía por su cabeza, pero nada. De repente, algo hizo clic en mi cerebro.“Oliver” no sé porqué en ciertas ocasiones soy tan valiente como para llamarlo por su nombre, pero hay otras veces, como ahora, donde me siento intimidada por él y recuerdo el gran poder que posee como CEO y mi subconsciente intenta enfrentarse directamente a él y tutearlo.Lo miré extrañada, no importaba como lo viera
No sé cuánto tiempo pasó, pero habíamos terminado de hacer el amor, y esta vez, él no me apartó de él. Pude verlo, tocarme amablemente cuando repose en su pecho. Solía hacerlo por costumbre, pero me sorprendió que no me apartara como otras veces.Incluso parecía mirarme diferente, con ojos más amables. Quizás, él sí me había extrañado.Pero la tensión entre nosotros era palpable, el silencio era casi abrumador. —Lo lamento, Agnes. —Dijo el CEO sorprendiendome. Yo solo podía escucharlo, desde su pecho, su corazón, estaba acelerado, como si tuviera algo que no podía decirme atascado en su pecho.—¿Por qué te disculpas? —Me atreví a preguntar. Él no dijo nada más, pero se irguió para verme a los ojos. Esta vez, no me apartó de él, pero tuve que hacerlo para permitirle mirarme directamente.—Te vi con Amy hoy. —Murmuró débilmente. Lo dejé continuar,pero no dijo nada más, parecía que no había nada más que quisiera decir.—Amy te adora, Oliver. —Dje con cuidado, midiendo cada palabra—. Ere
El sol se filtraba suavemente a través de las enormes ventanas de nuestra habitación, dibujando líneas doradas en las cortinas de lino. Por un momento, abrí los ojos y me permití disfrutar de la calidez de la luz en mi rostro. Estaba acurrucada contra Oliver, quien todavía dormía. Su respiración era pausada, y su brazo seguía descansando alrededor de mi cintura, como si, incluso en sus sueños, intentara mantenerme cerca.Moviéndome con cuidado para no despertarlo, me liberé de su abrazo y me senté al borde de la cama. Observé la vista desde nuestra habitación. Desde esa altura, el paisaje urbano de la ciudad parecía casi surrealista, como una pintura que alguien había dejado incompleta.—Buenos días —Escuché tras de mí, era la voz de mi esposo, el CEO, y el padre de mi hija, su voz era grave, todavía teñida por el sueño. Al girarme, lo encontré mirándome con una expresión tranquila, aunque no del todo relajada.—Buenos días —respondí con una sonrisa breve antes de levantarme. La alfom
La mañana llegó más rápido de lo que esperaba, con rayos de sol que se filtraban a través de las cortinas y me golpeaban el rostro. Abrí los ojos lentamente, sintiendo la pesadez de la decisión que debía tomar hoy. Mi cita en el hospital estaba programada para las diez en punto, y cada minuto que pasaba me acercaba más a un momento que parecía inevitable.Me moví hacia la cocina, donde el silencio de mi pequeño apartamento era casi ensordecedor. Mientras llenaba un vaso con agua, mis manos temblaban ligeramente, y una voz interna no dejaba de susurrar ¿Estás segura de que quieres hacer esto, abortar es realmente la mejor solución? Pero era la única salida lógica, ¿no? No había otra forma de mantener mi vida intacta, de seguir con mis estudios y cumplir las expectativas de mis padres.Me cambié con rapidez, tratando de no pensar demasiado en lo que estaba a punto de hacer. Era más fácil así. El trayecto al hospital se sintió surrealista, como si estuviera atrapada en un sueño que no er
Habían pasado semanas desde que descubrí que estaba embarazada, y cada día parecía más pesado que el anterior. Las preguntas y las dudas me acompañaban constantemente, como sombras que nunca se apartaban de mi lado. ¿Qué haría cuando naciera el bebé? ¿Cómo iba a mantenernos a ambos? ¿Qué tipo de vida podría ofrecerle a mi hijo o hija si apenas estaba logrando mantener la mía? Pero, entre todas esas preguntas, había una que brillaba más que las demás: ¿Quién es él?Pensar en el padre del bebé era como abrir un baúl lleno de recuerdos borrosos. Apenas lo conocía. Su rostro aparecía en mi mente como una imagen vaga, incompleta. Recordaba su automóvil, tan reluciente y lujoso que aún podía oler el cuero de los asientos. Recordaba su presencia, imponente pero cálida. Recordaba cómo me sentí segura y protegida, incluso en medio de mi borrachera y confusión. Pero no tenía un nombre, ni una dirección, ni siquiera una idea clara de quién era. Solo sabía que tenía recursos, mucho más de los que