La mesa estaba impecable, como siempre. Los platos perfectamente dispuestos, las copas resplandeciendo bajo las luces cálidas del comedor, y los cubiertos colocados con la precisión de alguien que conoce el peso de las apariencias. Me senté junto a Amy, quien había insistido con entusiasmo en que estuviera a mi lado en lugar de al lado de Oliver. Mi corazón se llenó de una alegría tenue, casi frágil, al ver su pequeña mano aferrada a la mía mientras se movía inquieta en su silla.—Mami, ¿Puedo sentarme contigo esta noche? —Había dicho apenas unos minutos antes, sus ojos brillaban con la confianza de que su solicitud sería concedida. Por un instante, olvidé lo pesada que se sentía la atmósfera, olvidé las miradas inquisitivas y lo que me había pasado.Asentí rápidamente, sin atreverme a dejar que el momento se escapara.Ahora, mientras Amy charlaba animadamente sobre sus juguetes y el dibujo que había hecho para mostrarme más tarde, me concentraba en mantener mi sonrisa firme. Era lo
Observé al señor O'Sullivan una vez más, mientras aún estaba sentado en la cama, se le veía pensativo, quizás no soy capaz de comprender lo que pasa por la mente de alguien de su estatus. Nuestras clases sociales y culturales son completamente diferentes.Quizás por eso, no puedo llegar a entenderlo, ni él a mí. Es díficil de aceptar, pero es la realidad. Nuestra relación, no tiene futuro y eso es una certeza. —Oliver. —Lo llamé desde la entrada. Él alzó la vista y nuestras miradas se encontraron. Por un momento pude ver un ápice de duda en su rostro ceñudo. Luché internamente por descubrir qué sucedía por su cabeza, pero nada. De repente, algo hizo clic en mi cerebro.“Oliver” no sé porqué en ciertas ocasiones soy tan valiente como para llamarlo por su nombre, pero hay otras veces, como ahora, donde me siento intimidada por él y recuerdo el gran poder que posee como CEO y mi subconsciente intenta enfrentarse directamente a él y tutearlo.Lo miré extrañada, no importaba como lo viera
No sé cuánto tiempo pasó, pero habíamos terminado de hacer el amor, y esta vez, él no me apartó de él. Pude verlo, tocarme amablemente cuando repose en su pecho. Solía hacerlo por costumbre, pero me sorprendió que no me apartara como otras veces.Incluso parecía mirarme diferente, con ojos más amables. Quizás, él sí me había extrañado.Pero la tensión entre nosotros era palpable, el silencio era casi abrumador. —Lo lamento, Agnes. —Dijo el CEO sorprendiendome. Yo solo podía escucharlo, desde su pecho, su corazón, estaba acelerado, como si tuviera algo que no podía decirme atascado en su pecho.—¿Por qué te disculpas? —Me atreví a preguntar. Él no dijo nada más, pero se irguió para verme a los ojos. Esta vez, no me apartó de él, pero tuve que hacerlo para permitirle mirarme directamente.—Te vi con Amy hoy. —Murmuró débilmente. Lo dejé continuar,pero no dijo nada más, parecía que no había nada más que quisiera decir.—Amy te adora, Oliver. —Dje con cuidado, midiendo cada palabra—. Ere
El sol se filtraba suavemente a través de las enormes ventanas de nuestra habitación, dibujando líneas doradas en las cortinas de lino. Por un momento, abrí los ojos y me permití disfrutar de la calidez de la luz en mi rostro. Estaba acurrucada contra Oliver, quien todavía dormía. Su respiración era pausada, y su brazo seguía descansando alrededor de mi cintura, como si, incluso en sus sueños, intentara mantenerme cerca.Moviéndome con cuidado para no despertarlo, me liberé de su abrazo y me senté al borde de la cama. Observé la vista desde nuestra habitación. Desde esa altura, el paisaje urbano de la ciudad parecía casi surrealista, como una pintura que alguien había dejado incompleta.—Buenos días —Escuché tras de mí, era la voz de mi esposo, el CEO, y el padre de mi hija, su voz era grave, todavía teñida por el sueño. Al girarme, lo encontré mirándome con una expresión tranquila, aunque no del todo relajada.—Buenos días —respondí con una sonrisa breve antes de levantarme. La alfom
La mañana llegó más rápido de lo que esperaba, con rayos de sol que se filtraban a través de las cortinas y me golpeaban el rostro. Abrí los ojos lentamente, sintiendo la pesadez de la decisión que debía tomar hoy. Mi cita en el hospital estaba programada para las diez en punto, y cada minuto que pasaba me acercaba más a un momento que parecía inevitable.Me moví hacia la cocina, donde el silencio de mi pequeño apartamento era casi ensordecedor. Mientras llenaba un vaso con agua, mis manos temblaban ligeramente, y una voz interna no dejaba de susurrar ¿Estás segura de que quieres hacer esto, abortar es realmente la mejor solución? Pero era la única salida lógica, ¿no? No había otra forma de mantener mi vida intacta, de seguir con mis estudios y cumplir las expectativas de mis padres.Me cambié con rapidez, tratando de no pensar demasiado en lo que estaba a punto de hacer. Era más fácil así. El trayecto al hospital se sintió surrealista, como si estuviera atrapada en un sueño que no er
Habían pasado semanas desde que descubrí que estaba embarazada, y cada día parecía más pesado que el anterior. Las preguntas y las dudas me acompañaban constantemente, como sombras que nunca se apartaban de mi lado. ¿Qué haría cuando naciera el bebé? ¿Cómo iba a mantenernos a ambos? ¿Qué tipo de vida podría ofrecerle a mi hijo o hija si apenas estaba logrando mantener la mía? Pero, entre todas esas preguntas, había una que brillaba más que las demás: ¿Quién es él?Pensar en el padre del bebé era como abrir un baúl lleno de recuerdos borrosos. Apenas lo conocía. Su rostro aparecía en mi mente como una imagen vaga, incompleta. Recordaba su automóvil, tan reluciente y lujoso que aún podía oler el cuero de los asientos. Recordaba su presencia, imponente pero cálida. Recordaba cómo me sentí segura y protegida, incluso en medio de mi borrachera y confusión. Pero no tenía un nombre, ni una dirección, ni siquiera una idea clara de quién era. Solo sabía que tenía recursos, mucho más de los que
La primera vez que regresé a clases después de confirmar mi embarazo, el aire del campus se sintió diferente, más pesado, más opresivo. No era solo mi imaginación. Las miradas de los demás seguían cada uno de mis movimientos, como si llevaran un reflector conmigo, como si mi creciente barriga fuera el único tema de conversación entre los pasillos de la universidad. El lugar que antes era mi refugio, donde me sentía enfocada y segura, se había convertido en un campo minado de comentarios, prejuicios y cuestionamientos que me perseguían como sombras.Intenté ocultar mi embarazo tanto como pude al principio, usando ropa holgada y evitando quedarme demasiado tiempo en lugares concurridos. Pero, a medida que pasaban las semanas, ya no había forma de disimularlo. La chaqueta larga y los jeans desgastados se convirtieron en una especie de barrera entre yo y el mundo, pero esa barrera se debilitaba cada vez que alguien se giraba para murmurar algo, cada vez que una risa resonaba demasiado cer
El aire parecía más frío de lo normal aquella mañana, como si Londres estuviera alineándose con la tensión que sentía en mi pecho. Las semanas habían sido largas, pero ahora los días se movían a un ritmo vertiginoso, empujándome hacia un momento que sabía cambiaría mi vida para siempre. En el fondo, estaba emocionada, pero esa emoción venía acompañada de miedo, un miedo que se había vuelto constante desde que supe que estaba embarazada.La primera señal llegó alrededor de las tres de la madrugada. Estaba dormida, envuelta en una maraña de mantas y libros de estudio en el pequeño estudio que ahora llamaba hogar. Fue una punzada en el vientre, fuerte pero no insoportable. Me desperté sobresaltada, pensando que era uno más de los dolores que había enfrentado durante el embarazo, pero mientras me movía para acomodarme, otra punzada me golpeó, esta vez más intensa. Instintivamente, mi mano buscó mi barriga. “Es el momento” pensé, con una mezcla de terror y felicidad. Había llegado el día.