—No pienses ni por un segundo que fue porque no quería hablar contigo, Amy. Me he sentido conectado a ti desde que éramos niños. Terminar nuestra amistad fue una de las cosas más difíciles y estúpidas que he hecho. Mantenerme alejado de ti resultó aún más complicado, sobre todo cuando cumplí diecisiete. Por alguna razón, sentí una atracción hacia ti que tenía que combatir todos los días, pero pensé que me mandarías al demonio si intentaba hablarte después de cuatro años y medio. Y, si no me equivoco, prácticamente lo hiciste. —Sonrió, mirándome de reojo.
—¿De qué hablas? ¡Nunca te mandé al demonio! —Exclamé, confundida.
Él rio por lo bajo.
—El día que intenté llevarte a casa. —Dijo, y la bombilla se encendió en mi cabeza.
Fruncí los labios.
—Está bien, pero tenía argumentos bastante válidos, y sigo teniéndolos. —Bromeé, riendo.
Lo miré de nuevo.
—Entonces, en realidad deberías agradecerle a Dallas. —Solté con una risita.
Él me detuvo, rodeó mi cintura con sus brazos y me