Pensar en ella

La noche se hacía larga, mis párpados aún no cerraban, mi mente divagaba sin encontrar sosiego, no podía conciliar el sueño, ella estaba presente en mi mente, esa mujer.

"Una mujer nada mas" me dije otra vez, pero la vida me enseñaría a no tener esta actitud tan egocéntrica y doblegar mi orgullo por el amor de esa mujer, aunque de momento, no lo tenia claro.

Empecé a contar un corderito, dos corderitos, tres corderitos, hasta que sin darme cuenta había quedado en un sueño profundo.

Si había algo que me molestara tanto, era el estar pensando en alguien que quizás ni siquiera sabía que yo existía, por eso me sentía verdaderamente molesto.

"¡Basta hombre!" Me di un grito de idiota, iría al día siguiente a buscar a esa mujer del demonio, me había robado la tranquilidad que siempre mantenía, en su momento dado le cobraría este ahogo que siento tan solo por no tenerla en frente.

Si alguien al menos me hubiese dicho que el gusanito del amor hacia esto, quizás me hubiese reservado mi soltería por siempre, pero por ahí he oído decir que nadie se escapa de sentir la fiebre del amor.

Al día siguiente...

Me presenté en casa de sus Padres, donde aún vivía ella y su familia.

Al abrir la puerta vi a una mujer de pié viéndome frente a frente, tenía una edad acercándose a los cincuenta años, estaba vestida de muy elegante.

—¿Que desea señor? —de alguna manera me dió verguenza responder con la verdad a esta mujer, no podía decirle que había llegado hasta allí buscando ver a su hija.

—Mamá, ¿Quién es? —alguien preguntó con voz melosa, detrás de la elegante señora una joven se asomó, ella tenia la cabellera rubia y una cara hermosa, pero no era la mujer a la que buscaba.

—Busco a ... —mis palabras quedaron a mitad de la oración, pues apareció la causante de mis delirios, la mujer a quien había ido a buscar estaba delante de mi.

Sara llegó acompañada de su flamante novio y con una sonrisa de oreja a oreja, pude observar que venía con las manos entrelazadas, por supuesto eso me hizo hervir la sangre.

No podía explicarme de el porque me sentía endiablado y malditamente celoso. Tenía ganas de tomar al tipo y partirlo en dos, sin embargo, la cordura aún seguía en mi.

—Madre, ya estamos aquí —dijo la chica sin mirarme siquiera, si alguien había herido tanto mi orgullo, esa era esta persona.

Rápido pensé en dar una excusa, de porque estaba ahí, tenía que ser convincente a la vez sobresalir ante ella, hasta ahora solo me había estado ignorando a pesar de que nos habíamos visto tres veces ya.

En la información recopilada por mi asistente, ella se dedicaba a ayudar consiguiendo donativos para instituciones que ayudaban a personas con capacidades limitadas y para fines sociales.

Eso por supuesto me colocaba en una posición perfecta ante ella, yo tenía los recursos que ella quería conseguir para sus instituciones, y yo era esa persona dispuesto a darlo.

—Busco a la señorita Lehne, Sara Lehne —dije con cara de ternero magullado por un tráiler.

—¿Sara? —dijo mi futura suegra, por que ahora que veía al novio de ella, no había punto de comparación conmigo, la haré gritar mi nombre en cuanto pueda, me prometí haciendo planes en el subconsciente.

—¡Si, Sara Lehne! —repetí sin vacilar. La joven hasta entonces me miró con el ceño fruncido y se dirigió a mí.

Sus ojos parecían dos estrellas mirándome, brillaban llena de vida, de energía positiva, de un aura atractivo, me atraía hacia ella.

—Soy Sara Lehne, ¿En qué puedo ayudarlo? —dijo ahora poniendo toda su atención en mi.

La joven rubia que había preguntado a su madre si quien era, me miró con curiosidad, me clavó con la mirada y me sonrió, ella dijo de manera pícara.

—Bueno, si mi hermanita no te atiende, aquí estoy yo —lo dijo con miradas de coqueteria, a lo cual su madre la regañara enseguida.

—¡Clara! ¿Que modales son esas, compórtate ante los demás? —dicho eso la tomó del brazo y la llevó al interior, mientras la mujer por la que llegara hasta ahí me atendiera.

—Srta. ¿Podriamos ir a comer a algún lado a hablar el asunto que me trae —invité, actuando anticipadamente como un zorro viejo.

Ya saben, hay que intentarlo para ver si se podía, aunque ella me sacó de mi error enseguida al decirme lo siguiente:

—Lo siento señor... —me miró con curiosidad tratando de entender de el porqué estaba ahí, me extendió la mano y se presentó conmigo.

—Soy Sara —dijo sonriendo.

—Oh lo siento, no me he presentado todavía, mi nombre es Magnus —le estreché su mano.

Sus manos eran delicadas y suaves, sobre todo me hizo vibrar y mi cuerpo reaccionó como nunca lo había hecho, pero también pude darme cuenta que ella tuvo un efecto similar a mi experiencia al rozarnos la piel mutuamente.

—Señor Magnus, me temo que no podré acompañarlo, estoy en una reunión familiar y no puedo ir con usted, pero si me explica en pocas palabras de que se trata, puedo verlo mañana a primera hora —ella esbozó una sonrisa encantadora.

—Me dijeron que me ebocara a usted para un donativo que quiero hacer a la institución que usted conduce —expliqué sonriendo, ella cayó en mis garras por que se interesó en mi "buena obra" y para ejercer más presión dije lo siguiente.

—Me gustaría hablar al respecto, no creo poder hacerlo mañana, estaré en un viaje de negocios —expliqué, no quería quitar el ojo de ese renglón.

Vi que empezaba a dudar si me atendía o no, ella se sacudió el hombro y me miró ansiosa, luego dijo lo siguiente:

—¿Cómo le explico señor Magnus? —me miró fijamente y prosiguió con su explicación.

—Hoy es un día muy importante para mi, aunque no le incumbe a usted, pero le contaré, mi novio y yo contaremos a mi familia que nos casaremos —habló sin dejar de sonreír, se veía que estaba feliz.

—Sin embargo, también me interesa atenderlo a usted, es muy importante su donativo —dijo cruzando las manos al pecho.

—Usted está haciendo tan buena labor de ayudar a personas necesitadas, es una mano amiga, tanto así que quisiera posponer la cena con mi familia, mi corazón está dividido — dijo sin estar resuelta a dejarme ir .

Aunque me llevara el diablo por que acababa de decir que se comprometería a casarse con otro, me sentía estúpidamente feliz de mantener su atención en mi.

¿Con tan poco me resignaba acaso? Seguí mirándola, mientras que ella al fin me dijera:

—¡Espera, mi novio Julián sabe lo importante que es esto para mi, lo de las instituciones y los donativos. Iré a hablar con él para aplazar la conversación con la familia, en seguida vuelvo —me explicó y entró corriendo.

Ella se había quitado sus zapatos, los cuales median unos 15 centímetros y había entrado descalza adentro, era una chica tan natural, nada de tratar de llamar mi atención, normalmente siempre tenía que lidiar con mujeres que prácticamente se orinaban en sus calzones para tenerme entre sus piernas.

Me quedaria esperando por ella una eternidad si fuera necesario.

Apenas pude darme cuenta de el porqué me sentía tan feliz, era como si todo el mundo había dejado de ser importante y solo fuera ella lo único importante.

Cuando mis pensamientos estaban volando mas alto, se oyó un grito desgarrador que provenía desde el segundo piso de aquella casa.

Sin pensarlo dos veces subí aquellas gradas a una velocidad máxima, tan solo para ver ese espectáculo que tenía montado su dizque noviecito.

Fue cuando miré a Sara tratar de golpear al idiota que tenía por novio, él estaba semidesnudo aún pegado a la hermana rubia de ella, la vi deshecha.

Mientras que una sonrisa de satisfacción se dibujara en el rostro traicionero de la hermana. Esas clases de cosas, en mi organización se pagaban con la muerte, pensé en que tenía ganas de tomarle su delgado y blanco cuello a esa mujer y dejar que se muriera por falta de aire, pero me contuve.

Me gustaba verlo así a ese rufián, pronto llegó la madre apresurada, vió a sus dos hijas y regañó de inmediato a Sara, en vez de hacerlo con su inmoral hija.

Sara se veía devastada y llorosa, verla así, me hacía sentir impotente ante esta situación y cuando vi a los que la hacían llorar, los percibí como a mis propios enemigos, me preocupaba, ¿que sentía yo por esta chiquilla?

¿Por qué lo hacía? En el pasado, si me gustaba una mujer, tan solo conseguía que me abriera las piernas y probaba su coñ'o y ya, nada de involucramientos de sentimientos.

Mientras que la cara de la hermana rubia estuviera molesta por que había sido expuesta así, la del tal novio era de risa, ¿Cómo se atrevía? Querer pisar a las dos hermanas a la vez.

Aunque con esta situación, yo salía ganando, pues Sara quedaba libre de tener a un baboso tramposo como novio.

—Lo siento chiquita mia —dijo el patán de hombre, tratando de explicarse, pero quien sería esa persona tan pobre de mente.

Lo cual me hacía erizar la piel de todo mi cuerpo y mi instinto asesino me hacía elogio al querer romperle el cuello. Su madre me miró y se dió cuenta de mi presencia y regañó a Sara.

—Sara, ¿Que hace tu amigo aquí?

—Dile que se vaya de inmediato, ¡ahora! —prosiguió su madre.

Se veía que Sara estaba tan disgustada que también alzó la voz a su madre, ella dijo:

—No, no se irá —dijo revelándose ante la elegante señora.

—Sara, solo nos quedaremos la familia para resolver esta situación.

—¿Resolver? ¿Acaso tiene solución? —dijo Sara.

—Un perro y una cualquiera, hacen bonita pareja —dijo Sara en su dolor.

—¿Que te pasa Sara, has perdido el juicio? Clara es tu hermana —dijo Breah Lehne, ella solapaba todo a su hija de en medio, a Clara.

—Apenas digo que es una perra en celo y ya te pones en su defensa, ¿Por qué no la regañas por ser tan inmoral tu hijita eh? —una bofetada resonó en la habitación y era el rostro de Sara magullada por el golpe infringido por manos de su madre.

—¡Has que se vaya tu amigo! —vociferó la señora, mientras la miraba con rabia.

—Ya dije, no irá a ningún lado, ¿Quieres tapar las cochinadas de tu hija? —sin mediar palabras, Sara recibió otra bofetada en su mejilla que la dejó roja y sus ojos se llenaron de gotas de cristales.

Me entumecí, me sentí en rabia, tenía ganas de sacar los ojos a esa mujer, aunque fuera su madre, es por lo mismo que abrí mi boca para amenazar y mis amenazas no eran en el aire, lo haría.

—¡Vuélvale a golpear a Sara y no te alcanzará la vida para ver qué pasa con tu hija prostitu'ta —mis ojos se habían encendido en un brillo implacable, mientras me acercara a la mujercita desvalida para atraerla a mi pecho.

La madre de Sara me miró con altivez todavía y dijo:

—¿Y tú, que velas tienes en este entierro?

—Yo creo que ninguno, así que vete de aquí o te mandaré a sacar de mi casa. —dijo la señora Breah.

Esa prepotencia la pagaría con creces en menos que cante el gallo, la dejaría en la calle en los siguientes días. Si algo aprendí bien es a llevar a cabo eran las venganzas. Fue cuando oí la burla vacía y burda de aquella supuesta hermana de la chica que hasta este momento me interesaba tanto.

—¡Sara! ¿Acaso no lo sabes? Soy mas llamativa que tú, soy mejor que tú, y eso es en todo, siempre ha sido así ¿Julián se muere por mi?

Clara acababa de burlarse de Sara sin que su estúpida madre la corrigiera.

Rápidamente me acerqué a Sara y la tomé de la cintura, le dije a todos dejando sorprendidos a la misma Sara.

—Pues esta noche Sara les iba a dar una gran sorpresa a todos ustedes —dije eso y ví como los ojos de Sara temblaron volviéndome a ver.

Esta familia que se parecen mas a una jauría de lobos que una verdadera familia se probaría su propio veneno, haber como lo digiere, vi como los ojos de Sara me vivían a ver y yo le clavaba los míos a ella enviando un mensaje de "calla y acepta para ver qué ocurre"

—Sara y yo nos vamos a casar —Sara abrió los ojos bien grandes, pero yo la tenía de frente, así que nadie vería su reacción.

Su dizque noviecito se alarmó, se sintió tan ofendido cuando la tortilla se volteaba la cara. Se puso frenético y dijo:

—Sara, dime que eso no es verdad, dilo por favor, no creo que yo haya estado perdiendo mi tiempo con una perra falsa.

—¿Perra yo? —dijo Sara —perra tu abuela —dijo eso y me tomó de la mano y me sacó de esa habitación. Se detuvo y dijo:

—Espera, ¿Que estoy haciendo? Me tomé tan a pecho tus palabras que ahora estoy yendo de mi casa, ¿Que dirá mi padre de mi? —dijo Sara mirándome con ojos de incertidumbre.

—No te preocupes —le dije, tratando de tranquilizarla.

—Yo estaré contigo —dije eso y la abracé a mi pecho sintiendo todas las ganas de resolver su vida completa y no dejar que nadie le hiciera daño.

No me fijé en la hermana, quien nos había seguido y nos miraba desde una distancia prudente.

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