Morder la herida y acicalarse

Sobreaviso no hay engaño, se dice en refranes de pueblo, sin embargo Sara lloró con arbitrariedad.

Sus ojos se hincharon tanto que ella se miró en el espejo en el baño, vió sus ojos bien deformes, aún en esta situación, su hermana Clara no quitaba el dedo de la llaga.

Clara subió las escaleras y llegó a la puerta de la habitación de Sara, empezó a tocar de manera indecente, desde adentro Sara gritó diciéndole:

—No quiero ver a nadie —A lo que Clara respondiera con burla.

—¡Tienes que irte de esta casa! Y tiene que ser ahora mismo —ordenó Clara.

—Por lo que sé, esta casa sigue siendo de mis Padres —gritó Sara, sin embargo Clara dijo enseguida.

—Esta casa lo está pagando Julian, por si no lo sabías, nuestro padre malversó las cuentas y ahora está en problemas económicos graves, si no fuera por Julián, mi hombre ustedes estarían en la calle —Clara se lucró en llenarse la boca con orgullo, tal como si esta no fuera también su familia.

—¡Clara cállate! —dijo el padre de ámbas chicas quien
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