En la vida, si no se aprende, se paga de nuevo por la misma experiencia, y Clara ya había pagado muy caro la osadía de meterse con el hombre equivocado. Magnus miró a Clara y la volvió a sentenciar.
—Si tan solo te confabulas en contra de Sara, ésto que te ha pasado, lo vivirás el resto de tus días, ahora te voy a soltar, pero no olvides mis palabras.
Clara solo mantuvo los ojos enrojecidos, la mirada perdida, pero la mente hecho un guiñapo de rabia y odio en contra de Sara.
Unas horas después, Clara fué lanzada en frente de la residencia donde aún viviera.
Breah salió a recoger a su hija, ella lloraba por su desgracia, la ayudó a entrar dentro, pero ni siquiera se podía poner de pies. La mano de Clara estaba temblorosa al tratar de sostener y mantenerse en pié, parecía una gelatina, pero igual seguía maldiciendo a Sara. Breah le dijo a su hija.
—¡Ya basta, no vuelvas a mencionar a Sara, ten presente que ese hombre es el mismo demonio! —Clara Chasqueó la lengua y dijo:
—¡Esto no qued