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Día presente
Susan Castillo Martínez
Lunes 19 de septiembre (2016).
Me levanto muy temprano para bañarme y vestirme, son las 6:00 am.
Más tarde, a la 7:00 am, culminamos el desayuno.
—La verdad me da mala espina que solo te llamaran a ti, Paola. —comento acongojada mientras recojo los platos del desayuno. Pienso que a mí no me contratarán por mi estado de embarazo.
—Tranquila, deja y te ayudo—. Ella también toma en sus manos los utensilios que quedan en la mesa, ya que mi madre, está muy ocupada con mi padre—. Seguro que a ti también te han contratado. —expresa mi prima finalmente para levantar mi ánimo
—Bien. Ojalá que así sea—. Respondo, luego apresuro a Paola para que vayamos a la empresa, mientras camino acelerada a la cocina y ella me sigue—. Rápido terminemos, me urge saber si tendré un empleo.
—Vamos, pero no te aflijas por eso, Susan.
Nos despedimos de mis padres y salimos del hogar a toda prisa hacia la parada del bus .
Horas más tardes
Entramos al edificio de dos plantas, no muy grande ni tampoco pequeño.
Nos dirigimos por el pasillo, entonces me siento intranquila y angustiada e intuyo que sin experiencia profesional es fácil ser descartada, además de mi embarazo.
Llegamos a la oficina de recursos humanos.
Entramos y nos dirigimos al escritorio.
Saludamos, y yo me quedo estática, entonces Paola hace énfasis preguntando a la persona encargada si me han contratado.
—Ah. —Responde la secretaria a cargo, titubeando en hablar mientras me ojea de reojo —Escuche, ella no puede trabajar aquí en su condición de embarazo.
Mi prima le insiste educadamente. —Por favor, eso no le impide realizar alguna labor.
Intervengo acercándome al escritorio, mientras ella mantiene esa cara de “fuchi”.
—Mire, puedo hacer cualquier cosa, incluso repartir el café en las oficinas o limpiar.
—Por favor, no me haga perder tiempo, porque seguro que el jefe no aceptará a una mujer embarazada en su empresa. —Responde ella con tosquedad.
Miro a Paola, la conozco y sé que está molesta.
—¿Y quién te lo dijo? ¿Acaso él? —Pregunta mi prima en son de enojo.
La secretaria también se enfada mientras repasa un documento.
—Escuchen, no voy a discutir ni perder tiempo con ustedes dos—. Torna su mirada a Paola con cara recia—. Dime si vas a leer el contrato y aceptar el trabajo, por favor.
Mi prima toma el contrato y lo ojea.
Luego que ha leído miro en su rostro alegría.
—El contrato para mí es muy bueno, pero sí, Susan no trabaja aquí conmigo, yo tampoco. —comenta seriamente.
Ella torna su mirada sobre nosotras con desagrado desde su asiento, evidentemente está fastidiada.
<<¿Por qué persona así tienen estos puestos, sin saber lo que es relaciones humanas? Seguro que no hizo un curso sobre esto.>> Pienso y empiezo a resignarme a que no seré contratada.
—Dale con lo mismo. Qué terquedad la de ustedes dos, no estoy para perder el tiempo, así que, ¿acepta o no? —dice ella frunciendo el ceño.
En ese momento, oigo que se abre la puerta de vidrio, entonces escucho unos pasos ágiles y fuertes, mientras Paola clava sus ojos en la secretaria como queriéndola sujetar y golpear.
Volteo a ver quién es el hombre que se acerca porque huelo su perfume desde la distancia a pocos metros de nosotras.
Cuando lo miro ya está al lado nuestro, y lo veo muy interesado en saber que acontece.
—¿Sucede algún problema, Chloe?
Mientras él le pregunta, yo estoy atontada mirando a este elegante caballero extranjero y deduzco que tal vez pueda ser el dueño de esta empresa.
La secretaria se muestra agitada en modo de sumisión ante él con el documento en sus manos.
—Ah. Señor, es que estas jóvenes, me están causando problemas porque le he dicho que usted no aceptará a una mujer embarazada en esta empresa.
Él se acerca más y pone sus manos sobre el escritorio inclinándose hacia ella.
—Nunca le dije eso en la reunión que sostuvimos, ¿por qué lo dedujiste y te toma estas atribuciones?
—Ah, perdone señor. —Responde sin esa altivé que mostró minutos atrás frente a nosotras.
Sigue la conversación entre ellos mientras Paola y yo estamos expectantes de la situación.
El caballero elegante voltea su mirada hacia nosotras, quienes disimulamos nuestra impresión frente a él.
Da unos pasos acercándose mas.
—¿Qué sucede, porque le insisten tanto? He visto hace unos minutos que se muestran con mucho interés por el trabajo. —indaga él con su acento ruso.
Aun con la boca abierta nos miramos las dos a ver quién contestará primero.
Paola decide hablar.
—Señor… —enseguida la interrumpe tomando sus manos para besarla y ella no pronuncia nada más.
Luego se acerca a mí y también toma las mías, haciendo lo mismo, entonces nos quedamos atontadas e hipnotizadas, mientras él vuelve su mirada a mi prima.
—Perdón por la interrupción, no me presente. Soy el dueño de esta empresa, Maks Kuznetsovs. Siga hablando señorita.
Ella sacude su cabeza.
—Ah. Bien, mi nombre es Paola Novikova Martínez y el de mi prima es Susan Castillo Martínez.
Él vuelve a interrumpir la conversación clavando sus ojos azules en mí.
—Bonito nombre, Susan. —Responde él y me parece tan hermoso con su acento ruso, luego torna su mirada a mi prima—. Por tu apellido veo que tiene sangre rusa.
—Así es. —ella retoma a hablar sobre la primera pregunta de él.—. Señor Maks, sucede que mi prima necesita con urgencia el trabajo, ya que está sola. Es decir, quedó viuda y tiene que cubrir los gastos familiares.
Decido continuar con la conversación afirmando lo que ha dicho Paola, acoplo mis manos en posición de sumisión por la necesidad tan imperante en mi vida.
—Requiero con premura algún trabajo, aunque sea de limpieza, por favor.
—No. —Niega el caballero con rapidez, entonces mis ojos se abren con gran sorpresa creyendo que es peor que su secretaria—. Tengo una idea mejor. —pronuncia poniendo su mano en la barbilla. Evidentemente, piensa en algo presuroso, luego prosigue a hablar. —Hablaré con la secretaria
Se acerca ágilmente a ella y nosotras nos quedamos en la expectativa de lo que hará él.
—Que ella sea mi asistente. —le habla con vos firme, señalándome con su mano y volteando a mirar hacia nosotras. La secretaria queda atónita, entonces prosigue volviendo a mirarla a ella—. No me mire así, haz el contrato ahora mismo, pues lo pensé bien y necesito a alguien que me asista en mi oficina.
—Bien, pero creí que no necesitaba a alguien que lo asista.
Al decir esto, el señor Kuznetsovs la mira firmemente, entonces ella agacha la cabeza y busca unos documentos.
Nuevamente, él torna su mirada a nosotras.
—Escuchen, desde mañana pueden venir a trabajar. Vengan directamente con Chloe y ella le dará sus contratos.
—¡Muchísimas gracias, señor Kuznetsovs!
Clamamos emocionadas las dos.
—No hay de qué. —Él sonríe como un ángel.— Con su permiso me retiro a mi oficina, bellas señoritas.
Este caballero elegante se marcha y mientras se aleja estamos embelesadas viendo su agilidad al caminar, con gran energía y ese carisma que apreciamos desde el momento en que él apareció.
—¡Sí, i! —exclamo con emoción, entonces veo a la secretaria mirarnos de reojo con cara de resentimiento hacia nosotras.
Seguro que está dolida por ser reprendida ante nuestras caras, pero seré compresiva con ella y espero entienda nuestra desesperación.
Tomo del brazo a Paola para salir fuera de la oficina.
Nos marchamos rumbo a nuestro hogar hacia la parada de bus, estamos muy contentas de haber logrado un empleo.
Minutos después, ya sentadas dentro del vehículo para regresar al hogar, pienso en caballero elegante.
—Qué extraño se comportó el dueño. —comento intrigada a mi prima.
—Ay, por favor. Susan. ¿Acaso no te diste cuenta?, tú le impresionaste sin decir media palabra, lo vi desde que te miró. —Responde ella siendo perspicaz.
—No, ese señor seguro está casado y tiene su familia.
Contesto toda ruborizada y negando lo que ella dice para tratar de hacerla entrar en razón, pero creo no tiene caso, ya que ella es así. Paola no guarda nada, siendo muy observadora del más mínimo detalle, principalmente en las personas.
—Bueno, veamos más adelante, pero lo evidente no se puede ocultar.
Siento un pavor tremendo de solo pensar en lo que dice ella.
—No repita más eso, sí. —respondo seriamente.
Ella mira mi rostro con curiosidad porque me siento avergonzada, siendo esta una conversación engorrosa.
—Oh, h. está bien mi querida prima.
Paola me sujeta fuerte, sacudiéndome la espalda y se ríe mientras continuamos el viaje en el bus.
Más tarde, llegamos a casa, pero cuando mi madre nos recibe, percibo en su rostro tristeza. Mi corazón se angustia al pensar que tal vez le ha sucedido algo malo a mi padre.
Nos sentamos en un viejo sofá.
—Mamá, ¿sucede algo? —le indago porque desde que llegamos ella está cabizbaja y no nos mira de frente.
De pronto levanta lentamente su rostro y se decide a hablar.
—Miguel, quiere conversar con nosotros. Le dije que tú y Paola no se encontraban en la casa, entonces dijo que esperaría a que volvieran. Así que en cualquier momento se aparece por aquí.
—¿Qué querrás ahora? —pregunto con extrañeza.
—¡Ese desgraciado! Ya le pagamos el alquiler. Apuesto a que quiere subir el precio de la casa. —Exclama, con gran indignación, Paola.
Mi madre se levanta con prisa.
—Vengan a la mesa a almorzar, mientras él llega y después veremos que quieres.
Me pongo de pie.
—Bien, vamos Paola porque tengo mucha hambre.
A más de una hora, cuando estoy tomando una siesta, llega este hombre que se ha convertido en una pesadilla para nuestra familia.
Lo escucho saludar desde mi habitación con una falsa amabilidad, luego mi madre me llama.
Me levanto de la cama con lentitud, porque las náuseas han estado presente principalmente en las mañanas
Llego hasta a la sala, él me mira y su rostro cambia, como si me comiera con la mirada.
Saludo y él también sonriendo maliciosamente de medio lado.
Cabe decir que es un hombre de más de cuarenta años y tiene una familia numerosa de siete hijos con su esposa.
Prosigo a sentarme al lado de mi madre y prima para escuchar lo que él tiene que decir.
—Hable, por favor, estamos impacientes. —expresa mi madre rompiendo el hielo que se cierne sobre nosotras mientras lo miramos fijamente.
—Vine personalmente porque el asunto a tratar es muy serio. —Carraspea la garganta y se mueve algo inquieto—. En enero del próximo año subiré de precio esta casa, además tendrán que buscar otra vivienda porque antes la voy a remodelar.
—Ja, ja. —Paola se ríe irónicamente. —Ya lo dije antes. —No puede ser, ¿y si no encontramos una casa con antelación? —Indago con gran inquietud.
—Ese no es mi problema. —Responde con crueldad este hombre, sin dar importancia a nuestra preocupación y prosigue a hablar.—Lo aviso previamente para evitar inconvenientes, pues una vez llegue la fecha límite no pueden permanecer más aquí. ¿Entendido?
No soporto más su impiedad, entonces estallo llena de furor.
—¡Comprendido, y si no tiene más que decir, por favor sería tan amable de retirarse!
Dicho esto, todos me miran sorprendidos por la firmeza en mis palabras.
—Ni lo diga, ya me voy. Solo vine para que no digan que no se lo advertí.
Él nos intimida con su mirada fría y calculadora.
Segundo después, se levanta de su asiento y enseguida se marcha deprisa.
Nos quedamos aturdidas, pues antes de llegar este hombre estábamos muy alegre, luego él apagó nuestro entusiasmo.
Mi madre sacude su cabeza y reacciona ante este desafortunado evento.
—Por favor, quiten esas caras de tragedias. Hay suficiente tiempo para buscar otra casa.
—Mamá, apenas son tres meses y, ¿si no encontramos una en ese tiempo, que haremos?
Paola irrumpe cambiando su semblante, ahora la miro optimista.
—Tranquila, Susan. Tía, tiene razón, buscaremos una casa en estos meses que faltan hasta enero.
Ella me abraza para reconfortarme, también mi madre y seguimos con nuestras vidas habituales.
Más tarde, cenamos olvidando un poco el mal rato con ese hombre, en cambio, conversamos donde buscar otra vivienda.