Capítulo 4 Mi jefe odioso

Narra Dalia.

¡Dios! Yo tratando se huir de esos dos idiotas y por su culpa casi llego tarde a mi otro trabajo, apenas y llegué a tiempo, mis compañeras me ayudaron a vestirme y maquillarme como lo que represento, una diosa egipcia. Les doy las gracias y salgo al escenario, y como es de todos los días, ahí está él, Damián en primera fila, antes no me provocaba nada que me mirara, pero después de que lo tuve de cerca la otra noche, confundiéndome con quien pudiera ser con mi hermana, ahora me pone nerviosa, trato de ignorarlo y hago mi baile.

Como siempre, todos me felicitan y me regalan ramos de rosas rojas, sólo que hoy veo en uno de esos ramos una tarjeta, la tomo y la leo.

“Para la Diosa más hermosa que ha cautivado mi corazón.

Damián McCarthy”

¡No puede ser! ¡¿Es en serio?! ¿Por qué haría algo como esto? No quiero que se acerque a mí, ya tuve suficiente de eso hace unas horas cuando insistía en llevarme a casa. Sumándole que como jefe es muy frio y arrogante, pero de noche y fuera de oficina parece un enamorado. No comprendo del por que es así.

—Isis, bella, hay un hombre que insiste en verte. —Y puedo imaginar de quien se trata.

—Dile que ya me fui. —No quiero verlo, ya es suficiente en la oficina y en mi espacio.

—Pero… el tipo está como quiere. — Eso es lo de menos para mí.

—Sabes que no busco novio, mi pequeña es mi prioridad. —Digo con seriedad y Becky asiente con resignación.

Salgo del lugar con rumbo a mi casa, la verdad ya estoy muy cansada y quiero dormir, ya que mañana me espera otro día para soportar a ese ogro que tengo por jefe.

Aun no puedo creer que se atreviera a enviarme flores y esa tarjeta. No creo que un hombre como él, guapo y exitoso sea soltero, debe estar casado. —Recuerda que te confundió con otra mujer. — es verdad, tal vez lo dejaron y se quiere desquitar con todo el mundo.

Lo bueno que de día aparento una mujer de aspecto desagradable, así no estará detrás de mí. Sin embargo, ¿Tendré que renunciar a ser bailarina? Porque presiento que este trabajo de oficina me va a absorber, ¿Qué tal y necesitamos viajar a otra ciudad o país, muy seguido? Aunque… con esta apariencia que tengo, dudo que quiera viajar conmigo.

A la mañana siguiente…

Al menos pude descansar bien anoche, a pesar de tener la idea loca de viajar con mi jefe, o de estar soportándolo también en mi otro trabajo.

Bajo y el desayuno está listo.

—Megan… —Por un momento no recordaba que se está quedando todas las noches para cuidar a mi pequeña.

—¿Cómo te fue anoche? —Me mira con curiosidad.

—De maravilla. —Con la excepción del atrevimiento de mi jefe. Obviamente omito esa parte.

—¡Mami! —Mi pequeña se levanta y entra a la cocina y la cargo dándole muchos besos en su carita.

—Mi pequeña Rosie. —Ella es mi luz, cuando más me sentía devastada con el divorcio.

Flash back

—Pero Julián, no puedes pedirme esto, estoy esperando un hijo tuyo… —Digo entre sollozos.

—No me importa, me enamoré de alguien más. Así que firma de una m*****a vez. —Me avienta los papeles al piso y tuve que humillarme al levantarlos y firmarlos.

—No te preocupes, no voy a quitarte esa pocilga de casa, va con tu personalidad. —Dice tomando su maleta y sale de la casa.

Estuve deprimida por casi un mes y sobreviviendo con lo que mi amiga Megan me apoyaba, y ya no iba a permitir que nadie me ayudará más. Así que debo buscar un trabajo ya que Él jamás me dejó trabajar y así poder sacar a mi bebé adelante.

Pensé que me amaba y que estará feliz de tener una familia. Que tan equivocada estaba.

Fin del flash back.

Después me enteré de que Julián se casó con esa mujer y tuvieron un hijo, entonces comprendí que no era ese el problema, sino con quien lo tendría.

—Amiga, se te hará tarde. No te preocupes yo cuido a mi ahijada. —¿Qué haría sin mi mejor amiga? Me despido de ellas y salgo a tomar el taxi.

—¿Qué horas son estas de llegar? —¡Dios! Si sólo llegué 10 minutos tarde.

—Lo sie… —Me interrumpe.

—No me importa sus disculpas. Mejor póngase a trabajar. — ¡Vaya! Debe estar molesto por que “Isis” no quiso recibirlo anoche.

Así como él, no quiero tenerlo cerca de mí, que tal que me descubre y pierdo mis dos trabajos por un descuido como ese.

¡Por Dios, no! No debo correr ese riesgo.

—Buenos días. —La voz de una mujer me saca de mis pensamientos. La miro y es muy bella, además que tiene un parecido con mi odioso jefe.

—Buenos días. —La saludo y va directo a la oficina de ese idiota.

—Disculpe, ¿Era la hermana de Damián? —Dice el sr. Frank.

—Creo que sí. —Digo un poco apenada.

—Es verdad, no la conoces. —Sonríe y es muy guapo, además de que es muy amable, no como su amigo.

De despide y también entra a la oficina.

Cuando estaba por ir a comer, mi jefe me llama y debo ir o me irá mal como en la mañana.

—Dígame, sr. McCarthy. —Trato de que mi voz suene neutral.

—Pida unas pizzas de pepperoni. —Dice con frialdad. ¿Qué cree que soy? ¡Como lo odio!

—No es necesario que tu secretaria las pida, puedo hacerlo yo… —Interrumpe a su hermana.

—¡No! Es su castigo por llegar 10 minutos tardes. Sabes que no tolero la impuntualidad. —¡Es un idiota! ¡Dios! Como me gustaría decírselo en su cara, pero si lo hago, es capaz que me despide y no puedo permitirlo, muchas muer3n por un trabajo como este.

—No se preocupe, srita. McCarthy, no hay problema. —Salgo de la oficina y hago el pedido. Ahora debo esperar el tiempo que tarde en llegar y mi estomago pide a gritos comida.

Cierro los ojos y digo:

—Todo sea por la felicidad de mi pequeña Rosie. —Siento unos pasos y abro los ojos y me sorprendo es el sr. Frank.

—Tranquila, acompáñeme a comer. —¡¿Qué dijo?!

—Yo… no… no puedo, debo esperar la… —Digo con nerviosismo, pero me interrumpió.

—No te preocupes, le pediré a recepción que se encargue de ello. —Que ganas de abrazarlo, sin embargo, de hacerlo podría mal interpretarse.

Acepto su invitación, tomo mi bolso y salimos del edificio.

—No le ha hagas caso a tu jefe. Siempre esta malhumorado. —Dice entre risas. No le veo lo gracioso.

—Puedo preguntar a que se debe ese malhumor. —Ya me dio curiosidad.

—Lo siento, hermosa, pero eso es algo que él debe contar. —¡Diablos! Esperen… acaso ¿me dijo hermosa? Vaya, le hace falta lentes.

—Lo entiendo. —Ni hablar.

La verdad me la pasé muy bien con el sr. Lennox, es amable y carismático, no como el amargado y odioso de mi jefe.

—¿Se puede saber donde estaba? —Y hablando del mismísimo demoni0.

—Yo me fui a comer. —Digo un poco nerviosa.

—¿Sabe la hora que es? Ya son dos en este día señorita Carter. — ¡Dios! Si que hace falta quien lo ponga en su lugar.

—Lo siento… —Me interrumpe, como es costumbre.

—Ya le dije que no me importan sus excusas. — Dice entre dientes.

—Hey, no te molestes con ella, yo soy el culpable, la invité a comer y no medí el tiempo. —El sr. Lennox sale a mi defensa.

—Pues por eso, se quedará hasta tarde trabajando. — ¡¿Qué!? No, no, no y no, tengo mi otro trabajo, no puedo faltar.

—Pero mi hija… —Me pide que no siga. Se acerca a mi oído y hace que mi corazón se acelere.

—Eso lo debió pensar antes de llegar tarde, dos veces. — ¡No! No puede hacerme esto. Quiero llorar.

—No seas tan duro con ella. —Está vez es la hermana quien me defiende.

—No te metas, Marcela. —Dicho eso, se va a su oficina y no pude evitar las lágrimas.

—Tranquila, ya se le pasará, debe entender tu rol de madre. —La srita. Marcela me consuela, y no sólo es por mi hija, sino mi trabajo en el club. Ahí me pagan por noche, y así llevo para la casa, aquí me pagarán hasta fin de mes y ¿si me despiden? ¡Ay, no!  

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